La revista más leída por las familias católicas de España

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Médicos de cuerpo y alma, una mirada trascendente

“Cuando lo que has estudiado no puede dar respuestas, nuestra vocación se hace patente”

Por Isabel Andino

El 20 por ciento de los enfermos infectados por coronavirus han sido sanitarios: médicos, enfermeras y auxiliares con nombres y apellidos que no volverán a ser los mismos. Han visto mucho sufrimiento, pero también han visto cómo Dios se hace presente en medio de la desolación. Su testimonio corrobora, una vez más, que de la muerte y de la enfermedad se puede sacar vida.

El doctor Giuseppe Dominijanni, médico de urgencias del Hospital Puerta de Hierro, de Madrid, aún se pregunta con perplejidad: “¿Cómo puede ser que nos haya pillado desprevenidos un virus que mata a tanta gente? Si lo miras sin Dios, no hay respuesta, es un horror, es todo desolación y sinsentido”.

La mirada de los sanitarios, en primera línea de combate contra la pandemia y uno de los sectores más expuestos al contagio (el 20 por ciento de los enfermos han sido médicos, enfermeras y auxiliares), es imprescindible para conocer el impacto real que la Covid-19 ha tenido en nuestra sociedad. Al hablar de su gremio, Dominijanni no lo duda: “No volveremos a ser los mismos médicos, no solo por la paliza que nos hemos dado a nivel físico o por la carencia de medios con la que hemos trabajado, sino por la carga psicológica a la que hemos estado sometidos”, lamenta.

Este impacto psicológico se ha hecho patente en las áreas de urgencias, como en la que trabaja Dominijanni, pero lo han experimentado con más crudeza los médicos de las UCI “que han llegado a trabajar con protocolos de catástrofe o de guerra”, explica.

“Cuando lo que has estudiado no puede dar respuestas, nuestra vocación se hace patente”

Ser instrumentos de Dios

Sin embargo, en medio de situaciones tan dolorosas hay lugar para la esperanza, para Dios, porque donde no llega la medicina, sí lo hace el amor. “En esta profesión está la parte médica, que se estudia, y la vocacional, que no te enseña nadie. Este era un virus desconocido y cuando lo que has estudiado no puede darte respuestas, tu vocación se hace patente”, explica Dominijanni. Él mismo asegura que “en algunos momentos he tenido la sensación de ser instrumento de Dios para los pacientes”. Y es que la labor de los sanitarios ha trascendido la medicina para convertirse en soportes de alivio espiritual: “Tu trabajo no es solo recetar paracetamol. Va más allá.

Hemos hecho un puente con las familias, a través del móvil si los enfermos podían manejarse con él, y si no, les transmitíamos los mensajes de cariño y apoyo de los suyos. Para ellos ha sido una tranquilidad y para nosotros un acto de amor”.

“El Señor me ha ayudado a no desesperarme, a tener la fuerza de levantarme cada día para aguantar el estrés, y a ver su rostro en cada paciente”, asegura Dominijanni. Una experiencia que, a pesar de su dureza, considera un privilegio: “Descubrir a Cristo en el que sufre es una gracia, porque si el paciente no fuera Jesucristo, sería un ser que muere solo en un hospital por un virus desconocido, y eso sería desgarrador”.

“Nunca habíamos visto a enfermos dando de comer a sus compañeros de habitación”

Amor nunca visto

Junto a los médicos, los grandes testigos de cómo han convivido el horror y el amor en mitad de la pandemia han sido los enfermeros y los auxiliares.

Marta Virseda, enfermera en el Hospital de la Princesa, de Madrid, relata que, entre algunas de las situaciones diarias excepcionales con las que ha convivido, “he visto a compañeros de habitación dar de comer al de al lado cuando este no se podía mover. Es algo que no habíamos visto nunca”.

Virseda comenta lo mucho que le ha confortado sentir el apoyo de sus compañeros… y de Dios: “Como creyente, la fe se tambalea. Creíamos imposible llevar todo ese dolor, con tanta muerte a nuestro alrededor. Algunos días muchos pacientes empeoraban y no había camas en la UCI, y se decidía en minutos que no se podía hacer más por esas personas. Y tú intentabas que se fueran en paz, les cogías las manos, intentabas ser su familia en ese instante, consolarles, darles amor. Muchos días las lágrimas salían solas, te preguntabas el porqué. Si intentas llevar ese sufrimiento solo, no puedes. Pero al entregárselo a Cristo, he experimentado que Él me ha cuidado y se ha manifestado en esta pandemia”.

La fuerza de la oración

Los sanitarios no dudan de cómo el extraordinario poder de la oración se ha hecho patente en esta crisis. “Me ha consolado saber que había mucha gente rezando por nosotros, por los pacientes y por sus familiares”, afirma Virseda, antes de contar cómo un día se dio cuenta de que si quería ayudar a sus pacientes, ella también tenía que rezar con todas sus fuerzas, sin preguntarse más el porqué de lo que estaba pasando: “Ese día tuve un paciente que se puso muy malo. Tenía 78 años y llevaba una cruz en el cuello. Le pregunté si llegado el momento quería ir a la UCI, dado que el número de camas libres era mínimo y tendrían que valorarlo los médicos, pero él debía decidirlo antes. Tuvo que tomar esa decisión solo, sin su familia, con la médico y conmigo.

Sus palabras fueron: ‘Ya he vivido mucho, estoy muy tranquilo, he pedido perdón a todo el mundo. Cedo mi cama a alguien que de verdad la necesite. Puedo morirme en paz’. Al mirar la cruz que colgaba de su cuello podía imaginar el sufrimiento de la Virgen María viendo a su Hijo crucificado, sin poder hacer nada, y cómo Ella lo aceptó sin más. Solo podía equiparar este sufrimiento de los pacientes y familiares con aquel sufrimiento, sin explicación para el hombre, pero sí para Dios”.

Salir de uno mismo

El doctor Juan González de Abreu, médico especialista en medicina del trabajo del Hospital de La Paz, de Madrid, tiene la convicción de que este virus ha servido para que muchas personas, entre ellos los sanitarios, dejemos de vivir alienados. “La pandemia nos ha hecho cuestionarnos: ¿Por qué estoy aquí? ¿Para qué vivo? ¿Existe Dios? Y esas son las preguntas que toda persona debe hacerse antes de concluir que Dios sí existe y que existe la Misericordia”.

Juan González de Abreu

González de Abreu describe como “apocalíptica” la situación que se vivió en la fase crítica de la pandemia. La situación fue tal que muchos sanitarios, como este médico de uno de los hospitales madrileños más castigados por la pandemia, han doblado turnos casi sin descanso, y ha provocado que el motivo de las bajas laborales entre facultativos no haya sido solo el contagio, sino también la depresión. “Yo mismo he pasado por varias fases, como en un duelo: negación, rebeldía… Hasta la aceptación sin comprender. Y, aun así, la pandemia me ha servido para abrirme a los demás y salir de mí mismo”, concluye.

“En medio del sufrimiento, el alma de todos se ha dilatado y muchos han encontrado a Dios”

Amor entre los enfermos

La capacidad de salir de uno mismo tuvo un lugar destacado en el hospital provisional de Ifema, uno de los epicentros del dolor. Allí, protegida casi siempre con medios precarios pero con sobreabundancia de entrega, estaba Ada Rosas. Esta auxiliar de enfermería explica que, “aunque parezca increíble, el ambiente era de una enorme humanidad y disposición, donde el tiempo no es tuyo, sino del que te necesita”.

Rosas cuenta sonriendo: “Pedía misericordia al Señor cada día para que me permitiera servir con humildad sobre todo a los pacientes más difíciles. Y el Señor me la daba, y me concedía ponerme en su lugar. He visto que la misericordia hace llevaderas las cosas más complicadas”.

Ada Rosas

Un cariño que los sanitarios han recibido de Dios y que ha revertido en los enfermos: “Me ha impresionado la actitud de los pacientes, preocupándose unos por otros”.

El alma se ensancha

Aunque no se viese en las placas de tórax o en los test rápidos, el coronavirus ha demostrado que el corazón de las personas se hace más grande en situaciones extremas, que es cuando casi podemos tocar a Dios con las manos. Basta recordar los miles de cartas anónimas de ánimo de los ciudadanos a los pacientes aislados, las empresas que han donado dispositivos electrónicos para que pudieran comunicarse con sus familias o los hoteles que han regalado kits de aseo.

Para Raquel Velasco, enfermera del Hospital Clínico, de Madrid, esto es una muestra de que “en medio del sufrimiento, la soledad o de no saber si te contagiarás, el alma de todos se ha dilatado, y muchos han encontrado a Dios”.

Raquel Velasco

Esta joven sanitaria cuenta cómo en la pandemia el personal se ha acercado más que nunca a los pacientes, a pesar de que la distancia física era mayor: “Intentas llegar al paciente como sea, y lo consigues. En nuestra profesión corremos el riesgo de ‘deshumanizar’ la asistencia, pero esta situación nos ha hecho preguntarnos: ‘¿Cómo puedo ayudar más?’. Y hemos visto cómo todos se han esforzado por hacer más llevaderos los días de cada paciente y por llegar a quienes sabíamos que iban a fallecer. Y eso es porque Dios se hace presente y da sentido al sufrimiento que nosotros no podemos entender…”.

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