La revista más leída por las familias católicas de España

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Acorazados[60] (1)

Acorazados

Por Miriam García
Ilustración: Tina Walls

Artículo publicado en la edición número 69 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

Embarazada de mi tercer hijo recorro las calles y entro en las tiendas. La reacción de cada mujer que me ve con dos niños y un tercero en camino es la misma: “¡Qué valiente!”. Empieza entonces la habitual conversación:  “Yo habría tenido más hijos, pero no tenía tiempo”. 

Sin duda, un juzgado –yo soy juez de carrera– es fuente de conocimiento vital. Todos los días pasan por mi sala muchas mujeres llevando sobre sí problemas con sus hijos. Sin que apenas les pregunte se desahogan conmigo. Fluyen también las lágrimas. La conclusión es siempre la misma: “Cuando me di cuenta de lo que sucedía en casa, ya era tarde”.

Estos dos escenarios –la tienda y el despacho– y mi experiencia personal me han hecho reflexionar. ¿Realmente soy imprescindible en mi trabajo? ¿O lo soy en mi casa? ¿Puede mi marido suplir mis dones en una sociedad que trata de igualarnos en todas las facetas? Mi respuesta es –disculpen mi hiriente rotundidad– no. Mi marido, que posee muchos más dones que yo, carece de algunos que a mí me han sido dados. 

Durante algunos años he saboreado el éxito. Me creí imprescindible: nadie impartía justicia como yo. Pero me di cuenta de algo que ha marcado mi vida: me estaba dedicando a lo único que me podía sumergir en la miseria, a perder a mi familia. 

Hace 10 años ingresé en la carrera judicial. Mi vida se resumía en una palabra: adrenalina. Raros eran los días en que no tenía entre manos alguna operación en la que se ponían a mi disposición varios presuntos delincuentes cuya libertad dependía de mí. Mi ocio y mi tiempo libre se resumía en volcar mi éxito laboral en caprichos económicos. Y, por supuesto, a mi hijo no le faltaba nada. Todo pintaba bien, ¿verdad?

“¿Es necesario que las madres trabajemos tantas horas fuera de casa? Si huimos del frente de batalla dejamos a nuestro hijo solo y sin armadura”

Una noche, mi hijo de 3 años me preguntó: – ¿Mamá, sólo tú puedes meter a los malos en la cárcel? – No, hijo, hay más jueces. – Entonces, ¿por qué no dejas que ellos metan a los malos en la cárcel y tú te quedas conmigo? Mi vida cambió en esa conversación. Tomé una decisión: buscaría un juzgado más humilde que me permitiera ocuparme de mis hijos, estar cuando se -despiertan, cuando sufren por algún desprecio, cuando se preguntan de dónde vienen los niños… No fue fácil dejar aquella curva ascendente de éxito, pero os garantizo que no me arrepiento.

Con estas líneas no estoy llamando a las mujeres a abandonar sus puestos de trabajo. Pero sí a la reflexión: ¿Es necesario que las mujeres trabajemos tantas horas fuera de casa? Ahora mi hijo, que ya tiene 6 años, cada día viene a comer a casa y me cuenta algún acontecimiento escolar transcendente que me permite ir moldeando y acorazando su corazón. Pensemos entonces en que mamá huye a conciencia del frente de batalla y deja a su hijo solo y sin armadura. Si llega el enemigo, ¿podrá el niño resistir? ¿O perderá el combate y entregará su corazón al invasor? 

Podrán decirme ustedes: “Bueno, para eso está papá”. Sin embargo, papá, suponiendo que pase tiempo en casa porque se lo permita su empleo, no está dotado de los mismos dones que mamá. Antropológicamente, hombre y mujer somos distintos en capacidades y aptitudes, en virtudes y defectos, en fortalezas y carencias, en anhelos y desvelos. 

Por último, quisiera destacar que mamá es la única que podrá mostrar a sus pequeños la protección que papá brinda al hogar, y todo lo que los quiere (pese a que ellos no lo manifiestan en la misma forma). Las mujeres que pasamos tiempo en casa nos convertimos en el baluarte para evitar la destrucción de los hijos y de la figura paterna, ambas tan atacadas en los tiempos que corren.

Artículo publicado en la edición número 69 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

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