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Comunidad del cordero

Comunidad del Cordero: Las monjas-mendigo que acercan a Dios a los que no irían a la iglesia.

La Comunidad del Cordero busca vivir el Evangelio como mendicantes. Para echar raíces en Madrid, necesitan levantar su pequeño monasterio.

Artículo publicado en la edición número 60 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

Por Marta Peñalver

Cuando llegamos a la Capilla del Obispo, en el centro de Madrid, donde viven temporalmente las Hermanitas del Cordero, nos las encontramos hablando en la puerta con Jesús, un hombre con el que tienen una cercanía inusual. Jesús va algo desaliñado, carga consigo una bolsa y varias mochilas, y habla sin parar entremezclando temas. “Vive solo en una pensión cercana y es un buen amigo de la comunidad”, explican a Misión las hermanitas.

Entre Jesús y las hermanitas se intuye una relación más allá de la buena educación: en esa relación hay Amor.  “Es un hombre de Dios”, señalan. Este encuentro refleja el carisma de su comunidad, que, en palabras de Joanna, una de las hermanitas, se resume en que  “el Amor vence todo mal: es más fuerte que la muerte, que el odio, que la enemistad…”. 

La Comunidad del Cordero nació en Francia en 1983.  “En una noche de oración, unas hermanitas preguntaban al Señor:  ‘¿Por qué el mal parece triunfante?’. Como respuesta en su corazón recibieron la certeza de que Cristo en su carne ha dado muerte al odio”, explica Marie Aimee, responsable de la fraternidad de las Hermanitas. Y ahí reside su secreto: amar a los enemigos y a los excluidos en la vida cotidiana, pues  “nuestra primera misión es que la victoria del Cordero brille en nuestro corazón para el mundo”, dice Joana.  

Tres pilares

En la Comunidad del Cordero hay también hermanitos, laicos y familias que llevan su misión a través del testimonio de su vida.  “Nuestro día a día se resume en tres pilares: vida de oración, vida fraterna y vida de misión”, detalla Joana. Todo desde su carisma mendicante. Así, en su vida de oración “nos ponemos ante el Señor repitiendo la Palabra, mendigando la luz que Él siempre nos da. Es nuestro alimento para todo el día”, comentan. Por eso cuidan de modo especial y pausado la belleza de la liturgia.

Por su carácter mendicante, salen a pedir el pan a las puertas de los desconocidos

En su vida fraterna,“nuestra llamada es también a ser mendicantes, unas delante de las otras, sin imponernos. Aquí entra el lema de la comunidad: ‘Herido, no dejaré jamás de amar’”. 

Y por último, en su vida de misión la mendicidad es un signo: “Dependemos de la bondad de los otros: salimos a pedir nuestro pan a las puertas de los desconocidos, y contemplamos el encuentro con Dios de quien nos abre. Hay quienes nos invitan a pasar, otros nos dan algo, otros nos echan…  Nosotras recogemos todo esto y lo guardamos en la oración. Nuestra misión es acercarnos a gente que, de otra manera, no se acercarían a la Iglesia”, señalan.

Una comunidad abierta

Su carisma se expresa también en recibir a quien quiera acercarse a ellas:  “Abrimos nuestra liturgia a quien quiera acompañarnos. Y también tenemos una escuela de la Palabra, en la que profundizamos en el Evangelio del domingo siguiente”, explica Dominika, otra hermanita.

Otro de sus apostolados es  “la mesa abierta”: abren su refectorio a quienes quieren ir a comer con ellas.  “No es un comedor social, es abrir nuestra mesa. ¡Y viene gente de todo tipo! A veces no nos damos cuenta del milagro que supone que entre gente tan distinta se dé la unión”, señala Joana. Además, organizan jornadas de familia donde los miembros de la comunidad (laicos, hermanitos, hermanitas…) pasan el día juntos y  “compartimos, rezamos, hacemos peregrinaciones…”.

Además, los laicos de la comunidad continúan la misión de acompañar a los más pobres. “Les invitan a sus casas, les buscan trabajo, los visitan en el hospital… Hay casos muy bonitos de relaciones que se han tejido en torno a la comunidad, como los sintecho que han conocido aquí el significado de tener una familia”, cuenta Joana. 

“Queremos ofrecer la belleza de nuestra liturgia monástica en medio de la ciudad”

La Comunidad del Cordero está ya presente en 8 países, en los que ha construido 15 pequeños monasterios urbanos  “gracias a la Providencia y con la ayuda de múltiples aportaciones”. 

Ahora buscan construir un lugar para la comunidad en Madrid, para  “ofrecer la belleza de nuestra liturgia monástica en medio de la ciudad: abrir las puertas a todos, creyentes o no; y ofrecer gratuitamente a los pobres y a los ricos degustar la hospitalidad de la  ‘mesa abierta’ para gustar juntos las alegrías de la amistad y de la comunión”, explican.

Así que se han puesto manos a la obra bajo la custodia de san José, y están desarrollando el proyecto para el que necesitan ayuda económica y espiritual. Por eso lanzan un mensaje a los lectores de Misión:  “Os invitamos a rezar y a entregaros, con nosotras, a la valentía creativa que el Espíritu Santo ama donar. Toda ayuda es muy bienvenida”.  

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