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“El cielo es divertido”

¿Cómo te imaginas el Cielo? Lo que creemos del Cielo influye en nuestra manera de vivir la fe en el día a día

¡Qué bien debían de verse las estrellas en el s. XVI, cuando no había contaminación lumínica! San Ignacio de Loyola, tras su conversión y mientras se recuperaba de las heridas de la guerra, pasó horas y horas contemplando el firmamento. Rechazaba su vida anterior y solo anhelaba lo eterno. Hoy tenemos demasiada luz para ver las estrellas. ¿Será esa la razón por la que se nos ha olvidado pensar a menudo en el Cielo?

Por Belén Huertas

Esa idea de un Cielo donde solo hay ángeles y nubes, a la que se añaden tantas otras que absorbemos a través del cine o la publicidad, no ayuda nada. El Cielo no es quietud, aunque haya paz; ni un sueño como de anestesia, aunque no haya dolor.

“El Cielo es divertido”, suele repetir Jesús Ortiz López, autor de Luces largas para el Cielo (BibliotecaOnline, 2020). Se lo explica a personas de todas las edades, en su labor de párroco, predicador y escritor. Y toma nota de las descripciones que escucha a los más pequeños, porque su imaginación aún no está contaminada.

“Decía una niña que el Cielo es ‘Dios por dentro’. Otro escribía que el Cielo es ‘como una cama elástica’”, recuerda Ortiz. “Me parece que acertaba, porque en ese juego hay movimiento y emoción; cada salto es distinto, y si te caes no te haces daño. También porque él juega con sus hermanos, y en el Cielo hay compañía”. Los teólogos afirman que sabemos lo suficiente sobre el Cielo, pero es mucho más lo que ignoramos. ¿Por qué? ¿No sería más fácil luchar por alcanzarlo si supiéramos lo que nos espera?

“Gracias a Dios, no sabemos bien cómo es el Cielo”, asegura Ortiz. “Si lo pudiéramos abarcar ya en la tierra, eso no sería el Cielo verdadero. El Cielo es Dios y por eso prefiero escribirlo con mayúscula, para no confundirlo con el cielo atmosférico. De todos modos, cuando queremos invocar a Dios miramos hacia arriba como por instinto, pues está más arriba de nuestros esquemas. El Cielo es Dios, y Dios siempre es más”. A este sacerdote le gusta recordar a G.K. Chesterton, cuando decía que una persona humilde sabe que no puede abarcar con su mente la maravilla de Dios; en cambio, un racionalista quiere meter el Cielo en su cabeza, y la cabeza estalla. Entonces, ¿no debemos pensar en el Cielo?

El cielo ‘engancha’

San Ignacio decía que “la mayor consolación que recibía era mirar el cielo y las estrellas, lo cual hacía muchas veces y por mucho espacio”. ¿Qué hay detrás de aquella experiencia? Lo explica Sergio Gadea, sacerdote jesuita: “Al principio de su conversión, el Cielo le atraía como un lugar de paz y armonía que poco tiene que ver con lo de aquí. Sentía la atracción de lo de arriba, despreciando lo de abajo. Pero eso es solo al principio”. San Ignacio fue descubriendo cómo el Cielo y la Tierra interactúan, aunque se quedó ‘enganchado’ a las estrellas. Algunos de sus primeros discípulos lo describieron con lágrimas en los ojos contemplando el firmamento.

Imaginación y vida interior

Para pensar en el Cielo, partimos de lo que nos enseña la tradición de la Iglesia, del Catecismo. Contamos con la intuición de los santos y de los artistas. Y con nuestra imaginación, que para algo nos la ha dado Dios. Gadea accede a contar cómo se imagina él la eternidad: “Pienso que algo tendrá que ver con lo que voy experimentando en mi vida espiritual: el Señor me llama a seguirlo y a servirlo; le pido todos los días verle más claramente, amarle más tiernamente, seguirle más fielmente. Me imagino el Cielo como el cumplimiento de todo lo que pido, participando de una creación nueva -ya sin muerte, sin injusticias- con toda la Humanidad”.

Eco en la eternidad

San Juan Pablo II escribió que la esperanza “ofrece motivaciones sólidas y profundas para el esfuerzo cotidiano en la transformación de la realidad para hacerla conforme al proyecto de Dios”.

“El Cielo no pertenece a la geografía del espacio, sino a la del corazón”. Benedicto XVI

Gadea lo explica, pensando quizá en los jóvenes lectores del blog donde escribe rascando minutos libres de su doctorado en Filosofía. Escoge una frase de la película Gladiator: “‘Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad’. Nos jugamos mucho en las decisiones que tomamos, en las causas bajo las que militamos, en los caminos que elegimos; a qué decimos sí y a qué decimos no. Lo que creemos del Cielo influye en nuestra manera de vivir la fe en el día a día. En realidad, siempre podemos optar por lo Bueno. El Señor nos promete que detrás de esa elección está Él inspirándonos”.

Benedicto XVI, durante una homilía de Navidad, nos dio una pista que apunta en la misma dirección: “El Cielo no pertenece a la geografía del espacio, sino a la geografía del corazón. Y el corazón de Dios, en la Noche santa, ha descendido hasta un establo: la humildad de Dios es el Cielo. Si salimos al encuentro de esta humildad, entonces tocamos el Cielo. Entonces, se renueva también la tierra (…). Toquemos la humildad de Dios, el corazón de Dios. Entonces su alegría nos alcanzará y hará más luminoso el mundo”. Cuando se les pregunta por el Cielo, las personas sabias siempre terminan hablando de la tierra.

ALGUNAS PISTAS

Un hogar

“En la casa de mi Padre hay muchas moradas”; “Voy a prepararos un lugar”; “Volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros”. Jesucristo “Ese destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre”. San Juan Pablo II

Inimaginable

“Nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar aquello que Dios preparó para los que lo aman”; “Una gloria eterna, que supera toda medida”. San Pablo “Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los horizontes, los campos y los nuevos senderos que atravieso. Si por un instante pudieras contemplar, como yo, la belleza ante la cual las bellezas palidecen”. San Agustín

Incomparable

 “Todo esfuerzo y cualquier sufrimiento por conquistar el Reino de los Cielos es como nada comparado con la felicidad que nos aguarda”. Santa Teresa de Jesús Querer describir una felicidad que excede toda experiencia humana con lenguaje humano es “como querer tocar obras de Wagner con las púas de un peine”. Ronald Knox

El lugar al que pertenecemos

“Fijé los ojos en el sol, en contra de nuestras costumbres. Allí nuestras facultades se ejercitan libremente y hacen muchas cosas que aquí no son permitidas, pues aquel lugar fue creado para residencia propia de la especie humana”. Dante Alighieri

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