Por Juan Orellana
Artículo publicado en la edición número 68 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
Dirección: Samuele Rossi
País: Italia
Género: Aventura / Drama
Duración: 90 minutos
Con tres años de retraso nos llega esta película del joven cineasta italiano Samuele Rossi, que tras una importante carrera como documentalista afronta su segundo largo de ficción. Estamos ante una estupenda historia de aventuras juvenil, en la línea de Tengamos la fiesta en paz, de Cotelo, o de las últimas cintas familiares de Santiago Segura, con personajes típicos de este género y que recuerdan títulos como El pequeño Nicolás o Rocca cambia el mundo. Es decir, una trama entretenida que se cimenta sobre valores positivos claros y explícitos. La anécdota dramática no es nueva: Pino es un chico enfermo que se ve obligado a sufrir una asocial vida de cuarentena permanente, vigilado por su abuela, una rígida aristócrata, que siempre corta las alas a su nieto para que no corra ningún riesgo.
La película hace un retrato de la amistad preadolescente, recordando sagas como la de Los cinco de Enid Blyton, en las que nadie se queda en la estacada y se sigue el código de los mosqueteros: uno para todos y todos para uno. Pero también hace una disección de la familia, mostrando el difícil equilibrio entre libertad y responsabilidad, entre deseo de proteger y necesidad de dejar crecer. En Glassboy no se cura milagrosamente la hemofilia de Pino, pero él y su familia van a aprender a ver la vida y la enfermedad con una mirada más abierta, que van a permitir a Pino crecer como persona y ser más feliz. Una película tan divertida como educativa.
Artículo publicado en la edición número 68 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
