Por Margarita García
Artículo publicado en la edición número 68 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
“Hasta que en marzo de 2007 creamos la Fundación Pablo Horstmann, yo había experimentado en mi vida la proporcionalidad en cuanto a mis esfuerzos y logros, es decir, había estudiado para ser oftalmóloga y a eso me había dedicado. Con la Fundación es como si soplara un constante viento de popa que te arrastra sin que te haga falta remar”. Quien así habla para Misión es Ana Sendagorta, una madrileña, oftalmóloga y madre de familia numerosa que se embarcó en esta aventura solidaria sin tener conocimientos de empresa, cooperación o foundraising, pero sí un gran aliado: su hijo Pablo.
De Madrid a… Turkana
Ana era oftalmóloga, trabajaba en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid; su marido Peter Horstmann era ingeniero. “Teníamos 5 hijos y vivíamos en una especie de burbuja de felicidad”, relata Sendagorta. Es entonces, cuando a sus 40 años, un misionero le hizo saber a los oftalmólogos de su servicio que había muchos niños ciegos en Turkana, donde la malnutrición hace estragos, y allí se fue en misión médica.
Los Turkana son una tribu de pastores nómadas del norte de Kenia. En esta región trabajaban por erradicar la pobreza las Hermanas Misioneras Sociales de la Iglesia (HMSI), cuya misión conoció en profundidad Sendagorta en sus viajes que se repetían año tras año. Pablo, el cuarto de sus hijos,“vivía con especial sensibilidad esta implicación de su familia”. Según cuenta su madre, era un niño especialmente atento a las necesidades de los demás. En 2006, con tan solo 12 años, Pablo muere en un accidente de buceo y esa misma noche “mi marido y yo pensamos que su alegría y vitalidad teníamos que llevar a los niños más necesitados. En su memoria creamos la fundación”.
20.000 niños al año
Desde entonces hasta hoy, ese viento de popa ha levantado proyectos que están transformando la vida de la población local. En Meki todo empezó con una misionera salesiana que pedía ayuda para operar a una niña etíope. La implicación de Ana fue tal que la fundación terminó haciéndose cargo de la Casa Hogar para huérfanos porpetición del obispo del Vicariato de Meki, en Etiopía. Allí transformaron la casa en centro de promoción con programa de becas escolares, guardería…
Ana pronto se dio cuenta de que en la zona tampoco había médicos, por lo que la fundación creó una pequeña clínica materno infantil que poco a poco han ido especializando para atender a 20.000 niños cada año. Con este proyecto integral de Meki “estamos consiguiendo que más de 300 niños que antes no tenían acceso a la educación ahora estudien incluso en la universidad”, señala Sendagorta.
El autorefractómetro
“Si te posicionas en el lado de los predilectos del Señor, te llueven las facilidades”. Esta es la forma en que Ana ha visto que Dios confirma esta obra, como ocurrió cuando “estaba recopilando equipos para mandarlos a Lamu a la unidad oftalmológica. Para ello contraté una empresa de transporte, y al preparar el envío, me informan de que tienen una caja que se les había traspapelado, que echara un vistazo por si me servía de algo. ¡Era un autorefractómetro! Un equipo que gradúa la vista y con el que soñaba y nadie me donaba porque vale mucho dinero… Y me lo regalaron”.
VOLUNTARIADO PROFESIONAL
El apoyo de voluntarios sobre el terreno en el Hospital Pediátrico Pablo Horstmann de Anidan en Lamu (Kenia) y en la Clínica Materno-Infantil LetChildren Have Health de Meki (Etiopía), es fundamental para el desarrollo de estos proyectos. “En estos 15 años, más de 500 médicos y enfermeros españoles se han desplazado a Kenia y Etiopía y han formado a 520 sanitarios locales. Ellos son quienes desarrollan los proyectos que Pablo nos inspira”.
Más información:
www.fundacionpablo.org
Artículo publicado en la edición número 68 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.