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Adonáis

Biblioteca imprescindible: Adonáis, premio para todos

El Premio Adonáis de Poesía Joven ha cumplido 75 años. Es el premio más antiguo del panorama español y, paradójicamente (o no) y por antonomasia, el de los poetas jóvenes. Sin la colección homónima, con más de 670 títulos, no se puede entender la historia de la poesía española contemporánea, ni su presente. Ni su futuro.

Por Enrique García-Máiquez

Artículo publicado en la edición número 63 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

La colección y el Premio Adonáis deben su nombre al título del poema que Shelley dedicó a John Keats. Han sido fieles al lema clásico: “Nomen omen”, pues han cumplido todas las sugerencias que se desprendían de tan excelso y exigente nombre.

Siendo John Keats el símbolo del poeta joven y genial, el premio se ha concentrado en premiar a poetas jóvenes. Su ejecutoria en este campo es impresionante. Quizá el epítome se alcanzó cuando premió Don de la ebriedad (1953), un libro magistral de un jovencísimo Claudio Rodríguez de 17 años. Pero también nos descubrió a José Hierro, a Francisco Brines, a Ángel González, a José Ángel Valente, a Eloy Sánchez Rosillo, a Aurora Luque, entre muchísimos otros.

Por otro lado, el guiño de la España de los cuarenta a la poesía inglesa resultaba significativo. Proclamaba una vocación internacional que se ha mantenido viva con la publicación de insignes traducciones. Son memorables la de Roy Campbell (1958) por Aquilino Duque y la de G. M. Hopkins (1984) por Emilio del Río, entre otras. Últimamente nos ha descubierto al polaco Jan Twardoski (2009) y al brasileño Mario Quintana (2019).

Otra evocación del nombre a la que ha sido fiel la colección es a un romanticismo con resonancias clásicas. Se han publicado libros de todas las tendencias estéticas –ninguna de importancia en los últimos 75 años ha dejado de estar representada–, pero prima el equilibrio entre el sentimiento y la claridad, y entre el respeto a la tradición y la atención a la vanguardia. Pura herencia Keats, si se piensa.

El mismo diseño de la colección es una fidelidad más: sobria, elegante y muy reconocible. Los libros llevan en cubierta la imagen de la estatuilla de Venancio Blanco que se entrega al ganador del Premio; y un característico juego a dos tintas. El formato es pequeño. La letra limpia. Hay un no sé qué juanramoniano. La poesía no necesita más.

Toda tendencia estética importante de los últimos 75 años ha estado representada

Sí necesita más, perdón; pero Adonáis lo tiene: lectores atentos. Si usted quiere formar parte de este selecto club y darle una oportunidad a la poesía, le recomiendo tres “adonáis” para cubrir todas las facetas de la colección. Gloria (2016) de Julio Martínez Mesanza, como ejemplo de los libros de autores consagrados que también publican. Como muestra de un premio, Bello es el riesgo (2019) de la colombiana que nos recuerda la atención de Adonáis a las dos orillas de nuestro idioma; y como traducción, la reciente de Mario Quintana, una delicia de poeta brasileño que reta desde el título a todos sus lectores. Intenta olvidarme, se llama. Quienes le lean, no lo conseguirán.

Reforzamiento positivo

¡Qué cantidad de poetas excelentes de la poesía española fueron Premio Adonáis cuando muy jóvenes! Naturalmente, el primer mérito es de los propios autores noveles, que se presentan a este premio con preferencia. Luego está la labor de los jurados, que afinan. Pero hay otros motivos, que nos pueden dar algunas lecciones más allá del campo poético.

Recibir el Premio Adonáis convence a los jóvenes ganadores de su propio talento, lo que les incita a hacer todo lo posible por sacarle partido. Esa fe es esencial; y, además, va acompañada por la esperanza de las editoriales y las revistas literarias, que apuestan por el desarrollo de la carrera de los poetas (ganadores o accésits, lo mismo da) que recibieron el Adonáis. El premio facilita el trato y la amistad con ganadores de años anteriores. Esa compañía intergeneracional abriga y alienta las nuevas trayectorias. No todos hemos podido ganar un Adonáis y son pocos los que escriben poesía, pero esta lección de fe en la propia vocación, de trabajo consecuente, de la importancia de sentirse parte de una comunidad y de la necesidad de asumir la responsabilidad del propio mérito, vale para todo. La luz del Adonáis alumbra los versos, pero también las vidas.

Artículo publicado en la edición número 63 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

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