La revista más leída por las familias católicas de España

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Causa general Por Juan Manuel de Prada

Causa general, por Juan Manuel de Prada

Ya han colocado sus enemigos a la Iglesia española en la trampa que más les convenía, abriendo una causa general que –según se anuncia cínicamente– investigará los abusos pedófilos perpetrados por clérigos católicos.

Artículo publicado en la edición número 63 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

Por Juan Manuel de Prada / Ilustración: Rikki Vélez

Evidentemente, la comisión que ha sido creada con este propósito obedece a intereses inconfesables, que se resumen en la conversión de la Iglesia española en un guiñapo genuflexo al que será más sencillo desprestigiar y debilitar, para justificar luego todo tipo de desmanes.

La inmensa mayoría de presuntos abusos que dicha comisión “investigará”, para regocijo de las masas cretinizadas, serán por completo indemostrables, por haber transcurrido muchas décadas desde su supuesta comisión; presuntos abusos prescritos legalmente que solo sostendrá el testimonio de unas víctimas que, misteriosamente, han esperado a peinar canas para denunciarlos. La pederastia –como, en general, otras formas de sexualidad desviada– es una calamidad que aflige de forma desmesurada a nuestras sociedades porque durante décadas se ha fomentado un clima moral monstruoso que ha tratado de “naturalizar” las conductas sexuales más aberrantes, desde el consumo de pornografía al adulterio, pasando por las perversiones más sórdidas; un clima moral monstruoso que, a la vez, ha sexualizado la infancia de los modos más abyectos concebibles (como prueba hoy, por ejemplo, el empeño en convertir a los niños en sujetos de iniciativa sexual, fomentando que “elijan” su “género”). Si en el seno de la Iglesia han florecido estas conductas no es porque la Iglesia haya sido un reducto cerrado de impunidad, sino porque hasta la Iglesia se ha contaminado de ese clima moral monstruoso (desde luego, en una medida casi ínfima, en comparación con otros ámbitos e instituciones que esta comisión no quiere  “investigar”).

 “El último medio siglo las reformas en la Iglesia han tendido a dulcificar la disciplina”

Por supuesto, esta maniobra proterva que se ha puesto en marcha no exonera a la Iglesia de responsabilidad. La deriva vaticanosegundona, en su afán por abrirse al mundo, cometió un error mayúsculo. Siempre que la Iglesia se ha reformado lo ha hecho movida por un anhelo de una vida más desmundanizada. Todas las reformas de la vida religiosa han seguido este patrón: de las carmelitas salieron las carmelitas descalzas; de los cluniacenses salieron los cistercienses y más tarde los trapenses, etcétera. Todas estas reformas ilustran el papel de la Iglesia en el mundo, que le exige  “estar”  en él sin  “ser”  suya, a semejanza de la misión que el alma desempeña dentro del cuerpo. Pero esta tendencia reformista desmundanizante se quebró en el último medio siglo, donde las reformas han tendido a dulcificar la disciplina, a relajar la observancia de los votos, a naturalizar hábitos mundanos en el seno de la vida religiosa (abandono del hábito, por ejemplo, pero también consumo inmoderado de televisión o interné, por ejemplo).

Asimismo, la Iglesia debe recordar que Jesús descarta como válidos para la vida religiosa a los  “eunucos”  que  “salieron así del vientre de su madre”. Aquí Jesús no se refiere tan solo a quienes están privados de órganos genitales o son impotentes, sino también a quienes tienen inclinaciones sexuales inhabituales. Todos ellos, no siendo aptos para el matrimonio, tampoco lo son para el sacerdocio. Y la Iglesia, que tiene la obligación de mostrar amor y acoger a estos hombres, no puede en cambio admitirlos a las órdenes sacras, a las que solo pueden acceder quienes  “se hacen eunucos por el reino de los cielos”; es decir, quienes ordenan su castidad a la contemplación, quienes hacen de su castidad una vía de elevación que –como afirmaba santo Tomas– los hermana con los ángeles. Y para ello hay que esforzarse mucho en la oración y en la práctica devota. El activismo desnortado puede procurar, desde luego, muchas palmaditas en la espalda por parte del mundo; pero esas palmaditas son una astucia que conduce siempre hacia una trampa donde aguarda, relamiéndose, una comisión encargada de abrir una causa general.  

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