Por Miguel Sanmartín Fenollera
Artículo publicado en la edición número 68 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
ES FRECUENTE encontrarse hoy con padres que manifiestan serias reservas ante los cuentos de hadas tradicionales. Según arguyen, tales historias son demasiado crudas, violentas y duras para los niños. Por ello, suelen adoptar una de estas tres resoluciones: apartar a un rincón oscuro a estos relatos; sustituirlos por modernos cuentos de hadas deconstruidos; o suavizarlos mediante mutilaciones y elusiones para, se supone, hacerlos más adecuados para sus hijos.
Chesterton nos recuerda al respecto tres cuestiones esenciales sobre las que muchas veces no reparamos. Primero, que los cuentos de hadas son fantasías, y generalmente los niños así los toman, suspendiendo de forma natural la credulidad mientras dura la historia, por lo cual saben que los dragones y los monstruos de los cuentos no son reales. Segundo, que estos relatos les transmiten, y a través del modo adecuado –en feliz expresión de C. S. Lewis–, lecciones importantes que de otra manera tendrían dificultades en asimilar. Por último, si bien estas narraciones ponen de manifiesto que el mal existe, lo hacen con la reconfortante lección para los niños de que hay un san Jorge que lo derrotará por ellos, llevándolos a apreciar la bondad.
Por su parte, Tolkien y Lewis también abogaron por su conveniencia. El primero habla del consuelo contenido en la alegría del final feliz.Y para el segundo, estos relatos enseñan a los niños a pensar en el mundo paralelo e invisible que nos rodea, y así, hacen posible y hasta probable para ellos elasombro y la experiencia de lo sublime.
Los cuentos de hadas tradicionales contienen lecciones que de otra manera los niños tendrían dificultad en asimilar
Estas buenas historias enseñan así a los niños que somos criaturas en un mundo creado y que nuestra vida es un regalo maravilloso que no debe ser cuestionado. También les dirán que en ese mundo nos toparemos con el mal y que deberemos hacerle frente, aunque no estaremos solos en una batalla que ya está ganada. Y, por último, que estamos en un lugar de paso y quenuestra dicha no se encuentra aquí, sino más allá de la muerte.
Versiones deconstruidas
Además, recordemos, como ya se ha dicho, que los viejos cuentos de hadas son historias de crianza para los niños, estrictamente seleccionadas y rigurosamente pulidas por el sentido común y la sabiduría cotidiana de mil aldeas, en mil naciones, a lo largo de miles de años.
No obstante, son los padres quienes pueden y deben discernir si un cuento de hadas concreto es el adecuado para su hijo, o si, por el contrario, debe ser dejado de lado o reservado para más adelante. Este es un privilegio que les asiste, al tiempo que un deber y una responsabilidad. Así que abandonen la peligrosa idea de castrar o suavizar arbitrariamente los cuentos de hadas, y apártense sin titubear de esos modernos relatos deconstruidos e ideologizados que tratan de sustituirlos. En cambio, acérquense sin miedo a estas maravillosas narraciones clásicas que han pervivido por generaciones.
Versiones adaptadas
Una variación de esta tendencia reeducadora son las adaptaciones –o más bien las mutilaciones–, que, en aras de una biempensante y puritana corrección política, asolan nuestras librerías y bibliotecas. Enid Blyton con su club de los Cinco, sus Siete Secretos y sus Torres de Mallory; Mark Twain y susentrañablesTom y Huckleberry; Roald Dahl y sus fantásticos Charlie, Matilda y Mr. Fox; la casi totalidad de los libros del disparatado Dr. Seuss, y muchasotras historias y personajes son y, desgraciadamente, serán en breve, objeto de esta censura y deconstrucción.
El objetivo no es otro que una reeducación de la mente de los niños, hurtándole a los padres el deber y, por tanto, el derecho, de formarles de acuerdo con sus creencias y convicciones. Esta nueva cultura totalitaria actúa en la sombra. Se cambian algunas palabras, se borran otras, se modifican o eliminan personajes, y se reconstruye así, sutilmente, el contenido de lo que se transmite, adecuando las tramas a las nuevas ideologías imperantes: feminismo, ecologismo, igualitarismo, cientificismo, o cualquier otra ideología gnóstica o nihilista.
Se borran palabras, se modifican o eliminan personajes, y así se reconstruye el contenido según las ideologías imperantes
De esta manera, logran matar dos pájaros de un tiro: por un lado, introducen en las mentes de los más pequeños sus venenosas ideas, y, por otro, estas versiones adulteradas consiguen alejarlos del beneficioso efecto moral, estético y espiritual, que guardan en sus páginas estos buenos libros.Y lo llevan a cabo casi sin que nos demos cuenta, pues no nos advierten de ello, y si lo hacen, utilizan palabras sugerentes y aparentemente irreprochables como inclusión, diversidad y tolerancia.
Sin embargo, no hay que dejarse engañar, porque la “inclusión” impide la condena de comportamientos y creencias inmorales. Es lo opuesto a la virtud de la corrección fraterna, y está asociada con el vicio de la laxitud. La“diversidad” es un método para propiciar el conflicto y socavar la moralidad, al promover el relativismo moral. Y la“tolerancia”es una mixtura de los dos anteriores que detesta la intolerable intolerancia y la rigidez de la verdad.
Nada de esto se encuentra en los originales que suelen mostrar a los niños una realidad tozuda en la que el bien y el mal existen, donde el bien es lo deseable y el mal lo detestable, donde el vicioso y el malvado reciben su castigo y el virtuoso su premio, y donde se da el redentor final feliz.
Por último, recomiendo vivamente comprar libros impresos, ya que estos, si están a buen recaudo, no podrán, en principio, ser quemados, borrados o manipulados. Las plataformas de libros digitales pueden entrar en su biblioteca electrónica y editar lo que contiene, con la excusa de su actualización. Así que no pasará mucho tiempo antes de que estos libros sean sujetos a esta reescritura estalinista, suave y cadenciosa. Conviene hacerse con los originales –en papel–, custodiarlos bajo llave y mostrarlos a los niños.
Artículo publicado en la edición número 68 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.