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Chantal Delsol: “La Iglesia no consigue reaccionar ante la gran crisis que vive”

Chantal Delsol, filósofa y miembro de la Academia Francesa de Ciencias Morales y Políticas, es una voz tan crítica como libre a la hora de denunciar las vías de agua que anegan a la Iglesia y que, en su opinión, ya han condenado a la extinción a la civilización occidental tal y como la conocemos. Aunque su planteamiento pueda sonar desalentador, en esta filósofa francesa, fundadora del Instituto Hannah Arendt y autora de numerosas obras de análisis político, sociológico y moral, no hay lugar para la desesperanza. Su crítica es una llamada firme a que los católicos den testimonio de su fe.

Por Jose Antonio Méndez. Fotografía: Dani García

Artículo publicado en la edición número 65 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

Usted afirma que asistimos al fin de la cristiandad, pero no al final del cristianismo. Así lo dijo en su visita a España para el Congreso “Hacia una renovación cristiana de Europa”, organizado por el Centro de Estudios, Formación y Análisis Social de la Universidad CEU San Pablo. ¿A qué se refiere?

Hay una gran diferencia entre el cristianismo, que es una religión, y la cristiandad, que es la civilización resultante de esa religión. La civilización cristiana es una forma de influencia sobre la población, incluso una forma de poder; el cristianismo es un culto, una creencia, una fe. Hoy lo que desaparece es la cristiandad. Y aunque aún vivimos la herencia del siglo xx, no hay ninguna referencia histórica para nuestro momento. Todo lo que está pasando es muy nuevo.

¿Qué implicaciones tendrá para la Iglesia y para la civilización occidental esta situación?

Actualmente, veo dos grandes problemas en la Iglesia. El primero es que no consigue reaccionar ante esta crisis. Quizás no la quiere ver, aunque no creo que sea eso, sino que se alegra de ver que la cristiandad ya no existe. El otro problema es que la Iglesia, en la jerarquía de sus instituciones, está muy corrompida. Eso no es nuevo porque ya ha estado corrompida en el pasado, con los Borgia, por ejemplo, pero la gran diferencia es que en esa época la sociedad era cristiana y sostenía a la Iglesia. Hoy la sociedad ya no es cristiana y la Iglesia es la que tendría que sostener a la sociedad, pero como está corrompida no puede hacerlo.

“Creo que la Iglesia se alegra de ver que la cristiandad ya no existe”

¿Y cuáles son las principales corrupciones que ve en la Iglesia?

Lo que percibo en la jerarquía de muchas de sus instituciones es que está tomada por la homosexualidad y el deseo de poder. Por eso es incapaz de responder, por ejemplo, a problemas como la pedofilia o la corrupción del dinero, y parece que no está capacitada para darse cuenta de cómo actuar frente a la modernidad.

También dice que el catolicismo corre el riesgo de dividirse en pequeños grupos de estilo protestante. ¿Ve peligro de cisma?

Existe ese peligro y también una tentación protestante en la Iglesia. La causa es que parte del clero institucional y de los católicos de a pie quiere emular a los protestantes porque piensan que son los cristianos dominantes: crecen, son numerosos… El cristianismo protestante y evangélico se corresponde muy bien con la posmodernidad: puedes elegir tu presbítero, tu culto, tu secta, puedes cambiar de secta si otra dice cosas que te gustan más… como si la religión fuese un objeto de consumo. Por eso se corresponde mejor con la posmodernidad que el catolicismo, que es dogmático.

Pero también sostiene que “la modernidad envejece mal”. ¿Por qué adaptar la sabiduría atemporal del catolicismo a criterios que serán pasajeros?

La modernidad y la posmodernidad envejecen mal, pero eso no implica que vayan a ser reemplazadas por un retorno al catolicismo.  Y no será así porque los principios cristianos ya no son aceptados por la sociedad, al menos en occidente. Puede que, al marchitarse, la posmodernidad sea remplazada por una especie de anomía, de anarquía, de decadencia… No sabemos qué va a pasar, pero seguramente no sea una vuelta al cristianismo de antes.

Ante esta situación, reclama la fuerza del testimonio…

Sí, porque ser testigo es hacer lo que se dice y ser lo que uno hace. Es verdad que no estamos acostumbrados a vivir así. Hemos hablado y hablado… y creíamos que era suficiente. Tenemos la costumbre de hacer discursos y por detrás hacer otra cosa. Es muy difícil ser testigos de la fe y dar testimonio de vida. Lo vemos con nuestros hijos: qué fácil es decir a los niños que hagan algo, pero hacerlo uno mismo…

Y entonces, ¿cuál es la solución ante esta encrucijada?

[Hace un silencio] No lo sé. Supongo que vivir en pequeños grupos de testigos que viven como dicen. Resistir como pequeños grupos.

¿Como las minorías creativas que proponía Benedicto XVI, con deseo de cambiar la sociedad…, o también cree que hemos de renunciar a la influencia social?

Minorías creativas, sí, pero que no pueden transformar la sociedad porque la sociedad no tiene ya nuestras mismas referencias: no cree en la persona, ni en la dignidad humana. La gente solo cree en la dignidad que otorga la sociedad: mi hijo es digno en la medida en que deseo conferirle esa dignidad, y si no, puedo matar al embrión. Tampoco cree en la responsabilidad: escojo un cónyuge, y si no me va bien, lo abandono. ¡La gente ya no tiene nuestras creencias! Por eso no podemos pensar en cambiar la sociedad. Solamente podremos convertir a las personas de una en una. Y eso llevará tiempo.

“Que la Iglesia esté debilitada no significa que el cristianismo no tenga fuerza”

¿Y cómo vamos a vivir la misión de evangelizar el mundo, que no es un capricho, sino un mandato explícito que nos dio Jesús?

Obviamente, no podemos conquistar con ejércitos, al estilo de Hernán Cortés, así que es necesario hacerlo persona a persona. Conozco un ejemplo interesante, el de un director de empresa francés bastante conocido, que es muy cristiano aunque no lo dice. Tiene muchas editoriales y uno de mis primos, que no es para nada cristiano, empezó a trabajar con él. Al cabo de un año me encontré con mi primo y me dijo: “Este hombre vive de tal manera que cuando me di cuenta de que vivía así porque es cristiano, yo mismo me he vuelto cristiano”.

Así que hemos de confiar más en el Espíritu Santo, ¿no?

¡Por supuesto! El hecho de que la Iglesia esté debilitada no significa que el cristianismo no tenga fuerza. No es una cuestión de números. El cristianismo es la historia de un rey legítimo, que desembarca en una playa de noche y solo unos pocos discípulos lo reconocen como rey. ¿Pero qué importa que sean pocos? Lo importante es que nuestro rey es el legítimo.  

Artículo publicado en la edición número 65 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

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