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Educación sexual: claves para cada edad

No alimentamos igual a un bebé de 3 meses que a un niño de 8 años. ¿Sabemos dar a nuestros hijos la educación que necesitan en cada momento?

Por José Antonio Méndez

La infancia (de 0 a 12 años, aproximadamente) no es un bloque monolítico en el que los padres puedan aplicar siempre las mismas pautas. Si no alimentamos igual a un bebé de 3 meses que a un niño de 8 años, tampoco se podrá nutrir su mente y su corazón sin adaptarse al momento en que se encuentran. Para una buena educación sexual, conviene conocer las cuatro etapas del desarrollo evolutivo en la infancia para adaptarse a las necesidades de los hijos.

0-2 años: El apego y el contacto físico

Es la época en que se fomenta el apego y se crea la seguridad emocional básica para la persona. ¿Cómo? A través de los sentidos, del tacto, de la ternura. “Con el contacto físico empezamos a construir nuestra identidad en relación con los otros”, explica el psicólogo Giovanni Alario. “En esta etapa, los niños aprenden y se comunican con el cuerpo, más que con las palabras. La forma de crear vínculos es a través del cuerpo, e incluso el recuerdo es corporal: no tenemos recuerdos conscientes antes de los 2 años porque la experiencia no se registra en la mente sino en el cuerpo”. Por eso es tan importante anclar la ternura en el corazón desde bebés.

“El cuidado físico y la ‘manipulación’ del cuerpo del hijo por parte de los padres son los medios con los que construimos el vínculo afectivo. Mirarlo, acariciarlo, limpiarle, hacerle cosquillas, darle abrazos, cogerlo… es decirle ‘te quiero, tú vales, mereces amor’. Aquí empieza la educación sexual”.

3-6 años: Las grandes preguntas

Con el desarrollo del lenguaje y del pensamiento, llegan las 5 grandes preguntas sobre sexualidad y afectos. Además, de los 3 a los 6 años, “los niños comienzan a madurar su identidad personal: soy un niño/una niña, y qué diferencia hay entre ser niño y ser niña”, explica la doctora Nieves González Rico.

En esta etapa “empiezan las normas y los límites, muy importantes a nivel afectivo: entienden que se separan de la mamá, comprenden que son vulnerables, que no son omnipotentes, que existe el otro”. “Cuando los padres no saben separarse de sus hijos, las repercusiones llegan a la edad adulta y a la sexualidad de pareja. Por ejemplo, en los conflictos matrimoniales están las familias de origen”. Para ir separándose de los niños y ayudarles a que alcancen logros por sí mismos que les permitan madurar su personalidad y su sexualidad, conviene corregir “acciones cotidianas, que hacemos de buena fe como decirles ‘tú te vas a casar conmigo’. Cuando nos digan que se quieren casar con nosotros, podemos decirles: ‘yo ya estoy casado con mamá’. Y si quieren darnos un beso en la boca al despedirse en el cole, decir ‘estos besitos especiales son para papá’, etc.”.

6-9 años: La infancia tranquila

En la etapa conocida como “infancia tranquila” se consolida lo sembrado: las grandes preguntas se han respondido y desarrollan en su interior los frutos del apego. González Rico explica que en estos años “destaca la educación del pudor y de las virtudes. Se va consolidando la identidad sexual, al tiempo que maduran el concepto de sí mismos, y su autoestima”. Es importante crear “hábitos de vida sana, que les ayudarán a elegir un ocio saludable más adelante”. Y también frenar a los adultos que no respeten sus ritmos. “Hay mucha expectativa adulta que les aturde: ¿quién te gusta?, ¿tienes novio?, ¿cuántas novias tienes?, como si fuesen un yogur con fecha de caducidad que tienen que vivir cosas antes de una fecha”, dice González Rico. No debe temblarnos el pulso para decirle a un familiar, a un amigo o a un vecino, una respuesta cortés pero tajante: «“A esta edad no tocan esas preguntas”. Y después, comentar tranquilamente la situación con el niño.

9-12 años: Preparados para la adolescencia

Lo más importante de esta etapa, según Nieves González Rico, es “consolidar su autoestima con relación a su imagen, porque van a sufrir al entrar en la pubertad. Hay que apostar por la alabanza concreta (tienes unos ojos preciosos, etc.), porque necesitan entender sus puntos fuertes a nivel corporal”. Y junto a esto, mostrarles “la grandeza de su cuerpo, que es un tesoro: es la edad en que empiezan a arriesgar, a moverse fuera de casa, a exponerse…, y también la edad en la que más abusos se cometen. Por eso es clave decirles: tu cuerpo y tú sois un tesoro, y los tesoros se protegen”. Ante los cambios físicos que van experimentando, es muy importante “transmitir los significados de la sexualidad, que existe para el amor y para la vida. La cuestión no es solo qué me pasa (que se ensanchan las caderas o baja sangre al pene, por ejemplo), sino saber para qué me pasa”. Son también “los años de la amistad: empiezan a experimentar predilecciones porque están llamados a amar, pero la amistad es una forma de amor que hay que aprender a integrar: tenemos amigos, no jugamos a ser novios”, recuerda González Rico.

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