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Educar el pudor: por qué es importante enseñarles a guardar su intimidad

Distinto de la vergüenza, el pudor es una defensa contra miradas y actitudes que no están acordes con la dignidad del cuerpo

Por Marta Peñalver

No es ningún secreto: la sociedad rechaza el pudor, fomenta actitudes desprovistas de todo cuidado y respeto hacia la intimidad y la sexualidad. “Esto provoca que muchos niños no desarrollen plenamente este sentimiento y esta virtud, y cuando llegan a la adolescencia, se comporten de acuerdo a una educación sin pudor o con una versión reducida del mismo”, asegura Carlos Beltramo, investigador del proyecto Educación de la Afectividad y Sexualidad Humana, del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra. Frente a esta actitud generalizada, es bueno que los padres reflexionen y se planteen educar en esta virtud, porque si no, serán la televisión o la pornografía quienes eduquen a sus hijos por ellos.

Distinto a la vergüenza

Pero ¿qué es realmente el pudor? El pudor es un mecanismo de defensa contra miradas y actitudes que no están acordes con la dignidad del propio cuerpo. Beltramo explica que “el pudor es un sentimiento por el que la persona tiende a proteger cosas buenas en su intimidad”. “Tiene mucho que ver con la vergüenza, pero mientras el pudor oculta cosas ‘buenas’ (por ejemplo, las relacionadas con una sexualidad sana o con haber hecho un acto heroico), la vergüenza hace lo mismo con cosas ‘malas’ (como haber mentido o cualquier otro acto del que una persona no se siente orgullosa)”, afirma Beltramo. Así, el pudor no es solo un sentimiento, también es una virtud que plantea la necesidad de preservar ciertas conductas o partes del cuerpo de la “vista” de los demás.

Guardar la intimidad

“El pudor es la conciencia de la relación entre el sexo y la dignidad propia de la persona”

Para que los valores sexuales puedan conducirse desde y hacia el amor, el pudor es fundamental. Beltramo alerta de que “no enseñar este concepto es desconectar la sexualidad de su belleza, y dificulta que se alcance una sexualidad sana”, ya que “el pudor es la conciencia de la relación entre el sexo y la dignidad propia de la persona”.

Para enseñar a los hijos a ser pudorosos, lo principal es “ser pudorosos”, explica Beltramo. Y, luego, habrá que inculcarles la importancia de guardar ciertas cosas solo para ellos. Otras solo podrán compartirlas con las personas con quienes tengan una confianza incondicional. Es lo que se llama guardar la intimidad.

 “Es difícil que un niño o una niña que no comprenden lo que es la intimidad desarrollen el pudor, si no se les inculca la importancia de lo ‘íntimo’”, matiza Beltramo. Según adquieren la noción de lo que es íntimo, surge naturalmente el pudor, pero, aun siendo un sentimiento espontáneo, conviene que los padres ayuden a los niños a incorporarlo a su vida y los protejan de los muchos estímulos que intentan borrarlo.

El pudor para hacer frente a los abusos

Un niño que desarrolla la virtud del pudor puede darse cuenta de que se encuentra ante una situación de riesgo

“El pudor es una de las primeras líneas de defensa contra los abusos y otras conductas sexuales inapropiadas”, afirma Carlos Beltramo. Una manera de explicarlo a un niño puede ser decirle que el cuerpo es su territorio: nadie debería mirar ni tocar ese territorio, excepto sus padres cuando sea necesario, y el médico durante la consulta (y mejor en presencia de sus papás), y ambos respetándolo al máximo.

Beltramo asegura que “un niño que desarrolla la virtud del pudor puede darse cuenta de que se encuentra ante una situación de riesgo”, y será capaz de identificar si algún compañero o un adulto “se está pasando de la raya al querer ver sus genitales o mostrarle los propios, tocarlo o introducirlo en el mundo de la pornografía”. En estos casos, el niño sabrá actuar, rechazándolo y buscando un adulto de confianza. El pudor no solo protege a uno mismo; también inculca el respeto a los demás. Es bueno enseñar a los niños a llamar a la puerta antes de entrar en una habitación, o explicarles que deben salir de un lugar cuando se les invita a hacerlo, para que en su madurez sean capaces de respetar la intimidad de los demás.

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