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El milagro del jinete Juan Matute Guimón: de recibir la extremaunción a entrenar con vistas a los JJOO

23 años y es una de las promesas de nuestro deporte. Se prepara para las Olimpiadas tras haber vivido un milagro

¿Qué ocurrió el 5 de mayo?

Juan: De ese día solo recuerdo que estaba montando a mi caballo Guateque, y que tenía un fuerte dolor de cabeza. Tras varias pasadas, le comenté a mi padre que no me sentía bien. Solté las riendas, me bajé y me desmayé.

María: En ese momento estaba mi marido con él. Yo llegué luego. Cuando le vi, tenía los ojos en blanco y el cuerpo retorcido… Estas imágenes un padre no debería verlas nunca.

En ese momento, ¿la fe sirve de algo?

María: Después de que llegasen los médicos, lo primero que hice fue llamar a mi amiga María Vallejo-Nágera para que me buscara urgen-te-mente un sacerdote en el hospital, que le diera la unción de los enfermos. Veía que se moría. Cuando Juan llegó al hospital en helicóptero, recuerdo que, según se lo llevaron, el médico del helicóptero me dijo: “¿Qué necesitas?”. Le pedí ir a la capilla. Allí vi el Cristo de la Mi-se-ricordia más grande que jamás había visto. Caí de rodillas, lloraba y le decía: “Jesús, en ti confío”. Recogí una estampa con una oración que nos ha mantenido con fuerza y que termina así: “Pídeme lo que quieras que yo te lo voy a conceder, te lo prometo por mi amor”.

¿Qué ocurrió después?

María: Al día siguiente operaron a Juan y descubrieron que toda la vida ha tenido una malformación arteriovenosa, que es la causante de todo. El médico nos dijo que no era posible abrir la cabeza y operar porque la malformación está en muy mal sitio. Así que en ese momento abracé a mi hijo y solo podía llorar y rezar la Salve. Era una sensación tan fuerte saber que se estaba muriendo… Me estaba despidiendo de mi hijo, y en esa llorera, en la que te estás hundiendo en un pozo sin solución sentí a mi padre –que había muerto hacía un año–, que me calmaba.

¿Escuchó Dios sus oraciones?

María: Una tarde me llamó mi cuñada Estela diciéndome que conocía a una persona, comercial de material quirúrgico, que decía tener al médico que podía curar a Juan. Pero nosotros, que en esos días no parábamos de recibir llamadas del mismo tipo, ¿cómo podíamos saber que este sí podía salvarle? Así que le dije: “Estela, dime por qué tengo que escucharte a ti y no a las demás personas que me dicen los mismo”. Me contó que la operación tenía que hacerse por vía venosa y que existen muy pocas personas en España que lo hacen, y justo una de ellas es Claudio, que estaba a 15 minutos del hospital de Juan. Me dijo que ya había visto las imágenes del tac, que él lo podía salvar y que lo estaba esperando.

¿Decidisteis el traslado?

María: Ocurrió una cosa que fue definitiva. Una amiga de Juan estaba siguiendo la adoración Eucarística de su parroquia en un directo de YouTube. Escribió una petición de oración por Juan y, en ese momento, el sacerdote, sin saber nada de Juan, dijo: “Hay una persona con un problema grave en la parte frontal de la cabeza y el Señor la quiere curar”. Esto sucedió cuando aún no habíamos tomado la decisión de trasladar a Juan. Pero cuando escuchamos esto, sentimos un gozo dentro que no nos dejó dudas. En ese momento, dije: “Está hecho. Lo trasladamos”. La aparición de todas estas personas: Claudio, Estela, aquel sacerdote… todo ha sido guiado por el Espíritu Santo. Dios lo quería sanar y nosotros nos hemos fiado.

¿Cómo fue la recuperación?

María: Estuvo tres meses en coma, 40 días en la UVI, su estado se complicó con una neumonía… Cuando despertó fue muy emocionante. No paraba de llorar. Vivimos un momento muy especial cuando el capellán del hospital, que tanto nos había ayudado este tiempo, le llevó a Juan la custodia con la Eucaristía.

¿Cree que ha sido un milagro?

Juan: No me cabe duda. Cuando en la UVI me trajeron la custodia no paraba de llorar. Las lágrimas que salían de mis ojos eran de agradecimiento por la generosidad de Dios conmigo. ¡Estuve casi desahuciado y, de repente, vivía!”.

¿Qué sintió al volver a montar?

Juan: Había perdido 25 kilos y de ese día recuerdo unas agujetas… Pero en el corazón sentía que volvía a estar con mis caballos, los amores de mi vida.

¿Por qué ese amor por los caballos?

Juan: He nacido entre caballos, es nuestra forma de vida. La doma clásica es muy bonita porque en ella se mezclan muchas cosas: montar y hacerlo con fineza, elegancia… Lo que más me mueve por dentro es la relación con el caballo. Don Diego es el caballo que más años tiene ahora mismo, 17, y ese subidón al volver a montarlo no lo olvidaré jamás.

Juan Matute Guimón junto a sus padres, María Guimón Ybarra y Juan Matute Azpitarte, que es, además, su entrenador.

¿Se ve compitiendo en los próximos Juegos Olímpicos?

Juan: La competición, como cada día es superación, se puede convertir en algo tóxico, y esto que me ha pasado me ha hecho bajar la presión. Pero no se me han quitado las ganas de competir. ¡Al contrario! ¡Quiero ser deportista olímpico como mi padre! 

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