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P. Tom Uzhunnalil

P. Tom Uzhunnalil: “El secuestro ha fortalecido mi relación con Cristo”

Su presencia irradia una paz potente; en su mirada no se encuentran rastros de resentimiento ni de rencor; y su forma suave y pausada de hablar desprende tanta humildad que, al escuchar su historia resulta difícil creer que este hombre de Dios pasase 18 meses cautivo en manos de un grupo fundamentalista islámico. Es el padre Tom Uzhunnalil, el salesiano misionero originario de la India que se hizo mundialmente conocido en 2016, después de sobrevivir a una matanza que dejó 16 muertos, entre ellos 4 Misioneras de la Caridad en la ciudad de Aden, en Yemen. “Nunca he tenido pesadillas ni depresiones, a pesar de haber visto lo que vi. No por mis fuerzas, sino por la gracia Dios y las oraciones de muchas personas que han rezado por mí”.

Por Isabel Molina y José Antonio Méndez / Fotografía: Lupe de la Vallina

Artículo publicado en la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

El 12 de septiembre de 2017, las imágenes de un Padre Tom Uzhunnalil desnutrido y envuelto en barbas blancas dieron la vuelta al mundo. Personas de los cinco continentes habían rezado por su liberación durante 18 meses. El Padre Tom había sido secuestrado el 4 de marzo de 2016 en una residencia para ancianos llevada por las Misioneras de la Caridad, en  Yemen. Antes de secuestrarlo, los terroristas asesinaron a 16 personas, cuatro de ellas religiosas.

En su cautiverio preguntó a Dios muchas veces por qué no lo habían matado. La respuesta se descubre en viajes como el que hizo el pasado octubre a Madrid para contar su historia: “Mi nueva misión es ser testigo de que Jesucristo está vivo, y fortalecer a personas del mundo entero que rezaron por mí”.

Hay pocos católicos en la India, pero usted creció en una familia de fe en la que, además, hay varios sacerdotes.

Aunque los cristianos llegaron a la India en el siglo vi, los católicos siguen siendo un puñado. Pero los antepasados de mis padres eran católicos. En casa rezábamos el rosario cada noche e íbamos a misa el domingo. Es cierto que en mi familia hay varios sacerdotes y religiosas. Nuestra diócesis, ya entonces, era la de mayor número de vocaciones en la India.

¿Cómo descubrió su vocación?

A nuestra parroquia solía venir un sacerdote misionero. Al escucharlo, creció mi deseo de ser misionero, así que cuando terminé mis estudios, me uní a los salesianos de Don Bosco y, después, me hice sacerdote. Tras mi ordenación, trabajé 20 años formando a jóvenes de escasos recursos, hasta que surgió la oportunidad de irme a Yemen como misionero, en 2010.

¿Era el único sacerdote en Yemen?

Éramos cuatro sacerdotes, cada uno en un lugar distinto, ocupándonos de las necesidades espirituales de las hermanas de la Madre Teresa y atendiendo a personas que iban llegando a  Yemen por motivos de trabajo.

Yemen no permite una religión distinta del Islam. ¿Podía evangelizar?

El gobernador de  Yemen invitó a la Madre Teresa en 1973 a fundar una institución para cuidar desahuciados. Ella puso una condición: que cada comunidad contara con un sacerdote para atender a las hermanas.  Y él aceptó. Pero la única evangelización que la gente podía experimentar era la del amor y el cuidado de las Misioneras de la Caridad.

¿Cuánto tiempo permaneció allí? 

En 2011, la Primavera Árabe se extendió a Yemen y muchos manifestantes llenaron las calles de Sana, la capital, pidiendo la renuncia del presidente Ali Abdullah Saleh.

Hoy existe una persecución incruenta contra los cristianos en Europa. ¿Cree que los europeos estaríamos dispuestos a dar la vida por nuestra fe?

Deberían, si la persecución llega. Jesús dijo que si crees en Él, la persecución llegará. Si alguien te quiere matar y tú le dices “Te perdono”, puede que esa persona cambie su actitud. Pero si tú peleas golpeando, entonces el odio se multiplica. El Señor debía necesitarme para dar testimonio de que Él está vivo y nos escucha. Creo que por eso no me mataron.

¿De qué sirve ser misionero allí donde no se puede evangelizar?

El servicio que silenciosamente prestaban las hermanas llevaba el amor de Dios al fondo de los corazones. Porque el amor trabaja solo en el corazón. La conversión, si llega, es un don de Dios. Saleh fue obligado a renunciar en febrero de 2012 y el vicepresidente fue nombrado presidente interino. Pero nunca logró ejercer control en ese Yemen fragmentado. La situación política se fue deteriorando, y en 2015, el Gobierno de la India pidió a sus expatriados en Yemen abandonar el país. En una operación humanitaria, evacuaron a más de 5.000 indios por aire y por mar. En ese momento yo ya estaba de regreso en Bangalore (India) con un nuevo encargo. Los otros tres sacerdotes habían sido evacuados de  Yemen, y yo era el único sacerdote con un visado religioso. Sentí la obligación de regresar para estar con quienes habían sido encomendados a mi cuidado.

Entonces, ¿por qué volvió a Aden?

Los otros tres sacerdotes habían sido evacuados de  Yemen, y yo era el único sacerdote con un visado religioso. Sentí la obligación de regresar para estar con quienes habían sido encomendados a mi cuidado.

Es decir, volver a Yemen aunque estuviera a salvo en Bangalore…

En la cuaresma de 2015 tuve la inspiración especial de que debía regresar. Sentí una voz interior que me empujaba a volver. Pedí permiso a mi superior y me lo concedió. Sin embargo, tardé dos meses y medio en llegar, pues no había vuelos.  Tuve que pasar por Abu Dabi, luego por  Yibuti, y en junio de 2015, en un vuelo de Naciones Unidas aceptaron llevarme.  Ya en Saná, tardé otro mes para llegar a Aden.

¿Se arrepintió en algún momento de haber regresado a Yemen?

Nunca, porque fue el Señor quien me pidió volver.

¿Qué ocurrió el día del secuestro?

Los extremistas islámicos entraron a la residencia de ancianos y mataron a cuatro hermanas, y a doce ancianos y trabajadores que estaban allí ese día, incluido un guarda de seguridad. Primero mataron al guarda. Luego me hicieron sentar en una silla y vi cómo los mataban a todos. Después me metieron en el maletero de un coche y cerraron la puerta.

¿Habían sospechado en algún momento que les podían atacar?

Jamás pensamos que eso pudiera ocurrir. El Gobierno nos había asignado un guarda de seguridad, pero ni siquiera el Gobierno imaginaba que podrían atacarnos.

¿Por qué cree que no le mataron?

El Señor no me concedió la gracia de ser mártir en ese momento. Quizá pensó que no estaba listo, o debía necesitarme para seguir otras misiones y dar testimonio de que Él está vivo, que escucha nuestras oraciones y nos da una respuesta.

¿Le torturaron?

Nunca físicamente. Tampoco me pidieron que apostatara. En esto veo el fruto de la oración de mucha gente y de las oraciones que yo mismo hacía a lo largo del día. Le pedía al Señor que me dejaran libre lo antes posible, pero que me diera la gracia para cumplir la misión que me tenía preparada en lo que me quedaba por vivir. Así rezaba.

¿Padece secuelas de aquel día?

Nunca he tenido ninguna pesadilla ni depresiones, a pesar de haber visto lo que vi. Pero no es por mis fuerzas: sé que es por la gracia de Dios y las oraciones de mucha gente.

¿Qué hacía durante su cautiverio?

Pasaba los días en oración y, como no tenía pesadillas, podía dormir. Cuando me despertaba, daba gracias a Dios.

¿Qué rezaba?

Solía rezar por cada una de las hermanas que fueron asesinadas, para que vieran la Gloria del Padre, y por el eterno descanso de los fallecidos. También rezaba la Coronilla de la Divina Misericordia, el Ángelus, tres o cuatro rosarios, el viacrucis. No tenía libros, ni pan ni vino para celebrar Misa, así que la recitaba de memoria y hacia una comunión espiritual.

¿Rezaba por sus captores?

Ya desde antes las hermanas y yo rezábamos por la conversión de estos grupos fundamentalistas y por el fin de la guerra en  Yemen, así que cuando me raptaron, seguí rezando por ellos. No les deseé nunca el mal. Jesús nos enseña a perdonar a nuestros enemigos y a rezar por ellos. Él mismo en la cruz rezaba por los que le estaban matando:  “Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen”.

¿Cómo se puede perdonar algo así?

Jesús dijo que ya no es válido el  “ojo por ojo”; que hay que amar a los enemigos y rezar por ellos. Este es el nuevo amor que Jesús nos trajo y que resume todos los mandamientos.

Durante su secuestro, ¿pensaba en las personas de su comunidad?

En realidad, ya no quedaba comunidad, pues mis captores mataron a cuatro de las cinco hermanas. Solo una se salvó. Se escondió tras la puerta de una pequeña habitación y decidió rezar el Acordaos por última vez. Al terminar, sintió como si un manto blanco la cubriese. La puerta se abrió, los terroristas entraron varias veces y no pudieron verla. La Virgen la protegió.

En prensa se divulgó que antes de su secuestro logró consumir las Hostias del Sagrario.

No fue así.  Tras la matanza, me llevaron al coche y me metieron en el maletero. Pensé que iban a matarme. Luego volvieron a abrir el maletero y metieron algo más. Me imaginé que podían ser los manteles del altar, con el copón y las formas, pues sentí que Jesús me acompañaba en el coche, pero nunca lo pude comprobar.

¿El secuestro ha cambiado en algo su relación con Cristo?

La ha fortalecido. Nunca le eché en cara haber sido retenido, y reflexioné sobre lo qué Él querría de mí en esa situación. Mi nueva misión es ser testigo de que Jesucristo está vivo y fortalecer a personas del mundo entero que rezaron por mí.  Quiero compartir que el perdón es la mejor medicina para nosotros mismos y para los demás.

Ante la dificultad las personas o pierden la fe o la fortalecen. ¿Qué marca la diferencia?

La oración y saber perdonar; incluso a nosotros mismos cuando nos equivocamos. Insisto: el perdón es la mejor medicina. Si supiéramos perdonar, la sociedad y el mundo quedarían desarmados.  Y para eso en la Iglesia tenemos la confesión.

Dar la vida en el martirio ¿es un don o necesitas prepararte?

Es un don de Dios porque aunque te hayas preparado, puede que en el momento te preocupe más tu seguridad. Sin embargo, hay que trabajarlo, porque en ese momento también cuenta cómo has empleado tu tiempo de oración hasta llegar ahí.

Artículo publicado en la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

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