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Familia Gross: “El día que nuestra hija murió, sentimos el Cielo en la tierra”

Paula conoció a Nacho en una de esas noches rocieras y al año ya estaban casados. Lo que no sabía la familia Gross era la prueba que debería pasar tras el nacimiento de Eugenia, una hija que les cambiaría la vida.

Por Israel Remuiñán / Fotografía: Dani García

Artículo publicado en la edición número 67 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

Adriana fue la primera en llegar a la familia. Su nacimiento colmó la felicidad del matrimonio. Las cosas iban muy bien, tenían un buen trabajo, una casa cómoda y poco después nació Lucía. Podría decirse que tenían todo lo que una familia querría tener. Fue en ese momento cuando les anunciaron a Eugenia. “Notaba que estaba algo más cansada de la cuenta, pero no le di importancia. Fue en la ecografía de las 12 semanas cuando nos dijeron que algo no iba bien”, confiesa Paula. Al ir conociendo poco a poco más datos sobre el estado de Eugenia, la cosa se fue complicando aún más. Todos los médicos les decían que lo mejor era abortar: “La niña va a ser un vegetal, te va a provocar muchos problemas psicológicos, tendrás que adaptar la casa”, enumera Paula.

Seis meses de embarazo por delante en una situación durísima, porque incluso les insinuaron que podrían abortar fuera del plazo permitido si alegaban que sería un trauma para ella. En ese momento, Paula se dio cuenta de que aún estaban muy metidos en la dinámica del mundo, que creían que tenían a Dios presente en sus vidas, pero no era así. Iban a misa los domingos, es cierto, pero no tenían una experiencia real de Dios.

Fue en el sufrimiento y en el miedo de esos meses cuando esta madre se acercó de verdad al Señor: “Volví a la intimidad con Jesús que tenía cuando era pequeña. Creo que hay que rezar más por esas madres embarazadas a las que les dicen que aborten”. También es importante lo que se les informa. “Resulta que hay una parte de la ley de dependencia que te permite cuidar de tu hijo cuando es gran dependiente cobrando tu sueldo con una reducción de jornada del 99,99 %. Eso a mí no me lo dijeron. De llegar a saber que podía cuidar así a Eugenia no lo habría pasado tan mal”, asegura esta madre.

“Hay que rezar más por esas madres embarazadas a las que les dicen que aborten”

Su percepción cambió por completo cuando fueron a un ginecólogo católico, un hombre de fe. Él les habló sin edulcorar la situación, pero incluyendo a Dios en la ecuación: “Efectivamente… vuestra hija viene con una afección muy grave, pero vosotros sois sus padres. Si vosotros no la queréis, nadie lo hará. Sé que ahora mismo estáis en la oscuridad, que no veis nada, pero os aseguro que luego todo va a ser luz. Os lo digo yo que tengo ocho hijos biológicos y un noveno adoptado que tiene síndrome de Down”. Paula aún tiene grabadas esas palabras del médico. Fue como su ángel en ese momento.

Capítulo Nacho

Eugenia nace el 16 de mayo de 2012, “como Dios la tenía pensada”, con una parálisis cerebral severa, completamente sorda. Paula estaba en paz, pero Nacho se enfadó mucho con Dios. Sobre todo el día que un médico le dijo que Eugenia no iba a ser capaz de sonreír nunca. Además, tendría que aprender a tragar, necesitaría ayuda para respirar y le convenía ir al fisioterapeuta todos los días.

A los pocos meses, llega un nuevo embarazo. Esta vez eran mellizas. Paula sintió una alegría doble, pero su marido se rebotó todavía más. Estaban en una dinámica distinta y, además, el tiempo estaba siendo especialmente duro. “Durante 9 años no hemos dormido bien ninguna noche, porque Eugenia lo pasaba fatal, se ponía a gritar y no sabíamos lo que pasaba”, cuenta Paula. Nacho había decidido apartar a Dios de su vida, que no estuviese ni para lo bueno ni para lo malo. Había tocado fondo y estaba en una crisis profunda. Ella trataba de hacerle razonar hasta que un día un amigo le dijo: “Hay que rezar más y hablar menos”.

Paula se dio cuenta de que tenía que ponerse manos a la obra. Al poco tiempo de comenzar la oración intensa por su marido, a él lo invitan a un retiro de Emaús. Allí ocurrió el milagro, Nacho se desahogó, lloró profundamente y se dio cuenta de que Dios había estado todo el rato a su lado. “Cuando salió el domingo yo lo vi en su mirada… era diferente. Había recuperado a mi Nachete”, relata emocionada. Desde ese momento, repetían siempre la misma frase: “Dios no te promete vivir sin sufrimiento, pero hace que todo tenga sentido”.

“Dios no te promete vivir sin sufrimiento, pero hace que todo tenga sentido”

El resto de hijas empezaron a vivir todo con mucha naturalidad. Si Eugenia se ponía mala, decían: “No pasa nada, esto es porque los médicos la echan de menos y quieren verla”. De hecho, Eugenia empezó a sonreír sin parar, se convirtió en la niña más amorosa del mundo. Incluso llegó otra hermana pequeña, Catalina, la sexta.

La mano de san José

El último año de la vida de Eugenia coincidió con el año dedicado por el Papa a san José. Decidieron consagrarle a su familia y pidieron al santo patriarca que fuese el padre adoptivo de Eugenia. “Te la dejamos para que la cuides y hagas de ella lo que quieras”, le dijeron. La pequeña estaba pasando momentos críticos y requería constantemente cuidados paliativos. Un día, la situación se complicó tanto que tuvo que ingresar en el hospital. Estaba muy malita, les dijeron que era probable que Eugenia estuviese viviendo sus últimos días. “Esto no me entraba en la cabeza… Yo me la imaginaba hasta los 80 años con nosotros”, cuenta Paula.

Respuesta del alma

Llevaban mucho tiempo pensando que sería genial que Eugenia hiciese la comunión, porque aunque su cuerpo no respondiese, estaban convencidos de que su alma estaba unida a Dios. “Rezábamos mucho con ella y creíamos que Jesús estaría encantado de ser recibido por un alma limpia como la suya”, recuerda Paula.

Así que decidieron organizar una primera comunión en la habitación del hospital. El mismo sacerdote que la bautizó llegó corriendo para hacerlo posible. Sus hermanas pequeñas tomaron la imagen del san José del Belén que ya estaba puesto y se lo colocaron a Eugenia en la mano. La niña comulgó y pocas horas después falleció. Era el 6 de diciembre, apenas faltaban dos días para que terminase el Año de San José. “Está claro que decidió llevársela con él. La gente empezó a llegar al hospital y hubo muchas conversiones. Fue algo especial, durante esas horas yo sentí el Cielo en la tierra, teníamos un pie en este mundo y otro con Dios. Fue el mejor día de nuestra vida y sé que es inexplicable, pero yo me quiero morir como lo hizo Eugenia. Es el escándalo de la cruz”, sentencia Paula.

Artículo publicado en la edición número 67 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

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