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Fredrik Hiebert

Fredrik Hiebert, el hombre que abrió la tumba de Jesús

El 22 de marzo se cumplen cinco años del final de un proyecto sin precedentes en la historia de la cristiandad: la restauración del Edículo del Santo Sepulcro en Jerusalén, el templete que protege el punto señalado por Constantino el Grande, en el año 335 d. C., como la tumba de Jesucristo, y donde se celebra el gran misterio de la fe cristiana: su resurrección de entre los muertos. Fredrik Hiebert, arqueólogo jefe de National Geographic, cuenta a Misión por videoconferencia los sorpresivos hallazgos con los que se encontraron en el proceso de conservación.

Por Isabel Molina Estrada / Fotografía: Cortesía de National Geographic

Artículo publicado en la edición número 63 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

En enero de 2019 la revista Misión asistió a una santa Misa en el Edículo del Santo Sepulcro, durante una peregrinación organizada por el Grupo Nuba. Pudimos contemplar un Edículo impecable tras la renovación que sufrió entre junio de 2016 y marzo de 2017. Lo que no sabíamos entonces es que tres años después tendríamos el placer de hablar con uno de los personajes imprescindibles del proyecto: Fredrik Hiebert, a quien se conoce coloquialmente como el Indiana Jones de National Geographic. Hiebert es un auténtico viajero en el tiempo. Este año se prepara para la celebración en noviembre del centenario del descubrimiento de la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes en Egipto. Y aunque su gran especialidad son las antiguas rutas comerciales, como la Ruta de la Seda, y la búsqueda subacuática de asentamientos prehistóricos en el mar Negro, ninguna de estas aventuras sin par le ha dejado una huella tan honda como la restauración del Edículo del Santo Sepulcro.

Tan pronto se enteró de que la restauración del Edículo se ponía en marcha tras haber estado en stand-by durante más de 50 años, se puso en contacto con los patriarcados de Jerusalén. “Vimos la urgencia de documentar el trabajo que estaba realizando la doctora Antonia Moropoulou para contárselo al mundo entero”, explica Fredrik Hiebert. Moropoulou y su equipo de científicos de la Universidad Técnica Nacional de Atenas habían realizado ya importantes trabajos de conservación como los de la basílica de Santa Sofía, en Estambul, o el monasterio del monte Athos, en Grecia.

“Como antropólogo no podía dejar de preguntarme: ¿Es esta realmente la tumba de Jesús?”

La restauración del Edículo se había aprobado en 1959. ¿Por qué tardó tanto en realizarse?

Porque la decisión se tomó un año antes de que yo naciera (ríe a carcajadas). La verdad es que allí hay una custodia compartida entre las Iglesias ortodoxa, apostólica armenia y católica. Lograr consenso entre ellas puede tardar años. Es lo que yo llamo el tiempo de la Iglesia: si lo piensas, ¡50 años es poco para la Iglesia! Además, el Edículo es la pieza central de la iglesia del Santo Sepulcro, el lugar más sagrado para los cristianos. Y justo debajo de sus cimientos está asentada toda la historia de Jerusalén, del cristianismo, del judaísmo y del islam.

El Edículo había sufrido terremotos, incendios… Tanto que en 1947 el Gobierno británico decidió ponerle una estructura de hierro alrededor para sostenerlo. ¿En qué estado se encontraba realmente?

Los fundamentos de la estructura son del siglo VI, pero el monumento había sido destruido y reconstruido entre 10 y 15 veces. En el siglo VIII fue quemado por los persas. En el 1009, durante las cruzadas, fue destruido casi por completo… En 2015, cuando Moropoulou escaneó la estructura –para hacer un análisis preliminar– observó que el cemento que había unido sus paredes estaba totalmente erosionado. Los bloques estaban simplemente superpuestos; ya nada los sujetaba. Se podía intuir que con solo apoyarse en sus paredes, el edificio podía colapsar.

¿Este análisis dio pie al proyecto?

Los responsables del Edículo se quedaron impactados al saber que el monumento se había mantenido en pie en aquellas condiciones tan precarias, y entendieron que si no se restauraba de forma inminente, podía venirse abajo en cualquier momento. Pero ni la Iglesia Apostólica Armenia, ni el Patriarcado ortodoxo griego, ni el Patriarcado latino de Jerusalén querían tener acceso limitado al Edículo durante la restauración. Así que pusieron dos condiciones: la primera, que la iglesia debía permanecer abierta durante la restauración. ¿Se imagina lo que aquello implicaba? Si usted decide remodelar su cocina sabe que no podrá entrar en ella durante un tiempo… En este caso, no se podía limitar el acceso a los monjes que viven allí, ni a los peregrinos que lo visitan. El segundo, que el proyecto tenía que comenzar después de la Semana Santa de 2016 y terminar antes de la de 2017. Por eso quizás tardaron más de 50 años en realizar la restauración: es casi imposible encontrar un grupo de ingenieros capaz de cumplir estos dos requisitos.

Usted es antropólogo. ¿Al involucrarse en el proyecto buscaba confirmar que el monumento está sobre la tumba de Cristo?

Nuestro único objetivo era restaurar el monumento para que no colapsara, pero como antropólogo no podía evitar preguntarme: “¿Es esta realmente la tumba de Jesús?”. Me era imposible mantenerme al margen de lo que implicaba restaurar semejante monumento.

Santo Sepulcro
¿Y a qué conclusión llegó?

Antes de empezar, no teníamos esta certeza, ya que las múltiples reconstrucciones que el monumento sufrió a lo largo de los siglos fueron cambiando su aspecto. Pero confirmar que esta es la tumba de Jesús sí fue parte de nuestro resultado (enfatiza). Antes de la restauración, teníamos solo dos certezas: que aquel era el lugar más sagrado para los cristianos y que sus cimientos se remontaban al siglo IV, época del emperador Constantino [el primer emperador romano converso], quien derribó el templo que los romanos habían construido sobre él y demolió la cueva para dejar la tumba de Cristo al descubierto.

El proyecto tuvo un momento clave: ustedes abrieron la tumba del Señor. ¿Esto era parte del plan?

Esta es una historia asombrosa porque nosotros no fuimos allí con la intención de abrir la lápida interior de la tumba, ¡pero lo hicimos! Y déjeme contarle cómo ocurrió esto.

“No fuimos allí con la intención de abrir la lápida interior de la tumba, ¡pero lo hicimos!”

Cuéntemelo, ¡por favor!

A los ingenieros de la Universidad Técnica de Atenas se les ocurrió la brillante idea de que, tras limpiar el edificio y reparar las piedras rotas, inyectarían cemento líquido en sus grietas para estabilizar la estructura. De abril de 2015 a septiembre de 2016 todo había marchado según el plan: habíamos descubierto frescos increíbles que habían quedado oscurecidos por el humo de las velas, habíamos reparado piedras rotas y estabilizado el suelo… En septiembre de 2016 llegó el momento de inyectar el cemento en la piedra. Y un ingeniero anónimo, no sabría decir quién, comentó: “Tenemos que asegurarnos de que no penetre hasta el lecho sagrado, porque podría cubrir el interior de la tumba. Vamos a tener que retirar la lápida y poner una barrera antihumedad”. Este momento está registrado en la foto donde se ve a los líderes de la Iglesia muy serios. Nunca nadie se imaginó que sería necesario hacerles semejante petición. Los líderes de las tres Iglesias, que han estado en desacuerdo durante cientos de años por pequeñeces como quién entra primero a la iglesia, si se toca música o no… tenían que decidir, en 24 horas, si podíamos abrir la tumba de Jesús. ¡Y acordaron hacerlo!

¿Cómo fue ese momento?

Fue genial, porque los patriarcas decidieron que el 26 de octubre de 2016 se cerrarían las puertas del Santo Sepulcro durante unas horas. National Geographic jugó un papel decisivo. Les dijimos: “Si vais a abrir la losa por primera vez en miles de años, tenemos que poner cámaras”. El mundo fue testigo del instante en que los albañiles retiran la losa de la tumba, nosotros nos sentimos muy privilegiados de presenciarlo, y a los patriarcas los vimos orgullosos de poder contarlo al mundo con total transparencia.

¿Qué otros recuerdos tiene de ese día?

Llegar a la iglesia del Santo Sepulcro unos minutos antes de que cerraran las puertas, y encontrarme con un silencio sepulcral. Estábamos allí solo unas 50 personas: los ingenieros, los líderes religiosos y National Geographic. Y, por supuesto, no teníamos ni idea de lo que nos íbamos a encontrar. Como a las 8 de la noche entraron los albañiles y retiraron la lápida. Fue un momento científico muy importante. La gente nos preguntaba: “¿Qué creéis que vais a encontrar?”. Les decíamos que, como cualquier cristiano, esperábamos no encontrar nada. Al fin y al cabo teníamos que estar ante “la tumba vacía”.

¿Y qué encontrasteis?

Lo primero, ¡1.500 años de polvo! Y luego, algo completamente inesperado. Hay una foto donde los patriarcas están mirando hacia adentro y exclamando “¡Guau!”. ¿Qué estaban viendo? Una losa inferior rota que yacía sobre el lecho sagrado y tenía grabada una bellísima cruz. Esa cruz fue el primer gran descubrimiento, pues sugería que el mármol había sido abierto probablemente durante las cruzadas. La segunda revelación importante, aunque tomó un par de meses constatarlo, fue descubrir cemento del siglo IV entre la losa inferior y la roca sagrada. Era la confirmación de que este es el lugar identificado desde entonces como la tumba de Cristo. Fue un descubrimiento sin precedentes para la humanidad.

Como cristiano, ¿cómo influyó este proyecto en su fe?

Fue una experiencia personal increíble. Me ayudó a ver que no hay conflicto entre mi fe y mi interés científico. Y esto fue especialmente evidente en la noche del 26 de octubre. Mucha gente piensa que tienes que elegir entre ciencia o religión, y lo cierto es que todos los grandes científicos y teóricos del pasado fueron creyentes. Se les olvida que la ciencia y la fe se amplifican mutuamente. Yo quiero que mi fe le dé fuerza a mi ciencia.

“Al abrir la tumba encontramos 1.500 años de polvo… y algo del todo inesperado…”

¿Cree que este proyecto mejoró la relación entre las distintas Iglesias cristianas allí presentes?

Sin lugar a dudas. Es normal que haya tensiones entre monjes que viven juntos en una misma estructura visitada por miles de peregrinos diariamente. Es lo mismo que ocurre en una gran familia. Pero cuando terminó el proyecto, el deseo de todos ellos era de decir: ¡Está limpio! ¡Es luminoso y seguro! Se respiraba optimismo y camaradería entre ellos. Estaban orgullosos de que aquello lo habían hecho juntos. Todos salieron ganando.

Este proyecto lo presentaron en el Museo de National Geographic en Washington D.C. ¿Han pensado llevar la exposición a otros lugares?

La pandemia ha retrasado nuestros planes, pero queremos encontrar un lugar en Jerusalén para hacer un centro para esta exposición. Una de las sorpresas que nos llevamos al hacer la reconstrucción 3D del Edículo aquí en Washington D.C. fue recibir visitantes desde Jerusalén que nos decían lo extraordinario que era para ellos estar a solas en “el Edículo”, ya que allí siempre lo encuentran repleto de gente. En National Geographic estamos convencidos de que apenas hemos empezado a contar esta historia sin precedentes, donde ciencia y religión van de la mano.

Artículo publicado en la edición número 63 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

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