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Sagrada Familia de Gaudí

Gaudí: un antídoto frente a la apostasía

“Dios crea y el hombre recrea, y el que recrea mirándole a Él continúa la obra del Creador”. Estas palabras de Antonio Gaudí (1852-1926) definen a un hombre de fe, un contemplativo del alma y un auténtico genio de la arquitectura que se adelantó a su tiempo haciendo de la Sagrada Familia una catequesis viva que atrae a una multitud de personas alejadas de Dios.

Por Javier Lozano

Artículo publicado en la edición número 67 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

La Sagrada Familia de Barcelona es la obra maestra de un artista en proceso de beatificación, un templo que él inició, pero que también le fue construyendo a él, tal y como confesaba. Un verdadero compendio de la fe cristiana que Antonio Gaudí preparó para el mundo, pero cuyos misterios también fue experimentando en su vida.

Este templo expiatorio, iniciado en el siglo XIX y que concluirá ya bien entrado en el XXI, recibe casi cuatro millones de visitantes al año. “Estaba en la mente de Dios que Gaudí construyera esta basílica, tras la cual ha habido miles de conversiones.

Dios tenía preparado para una época de apostasía como la nuestra un templo que nos llevara a Él a través de la belleza, que ejerce un puente para que a los no creyentes se les pueda hablar de Dios”, explica a Misión el arquitecto Enrique Solana, expresidente del Centro Gaudí Madrid.

Conversiones por doquier

Una de estas conversiones es la del japonés Etsuro Sotoo, actual escultor de la Sagrada Familia, que se bautizó tras quedar asombrado con esta obra a medio hacer.  “No miremos a Gaudí, miremos hacia donde él miraba”, insiste siempre Sotoo. Y es precisamente a Dios a quien se dirigen tanto este templo como su autor.

Nada es casual en Gaudí, todo lo que construye y diseña llama a la conversión del hombre. Y con una intuición extraordinaria que proviene de la “misión” que Dios le había encomendado. Tenía tan solo 31 años cuando le encargaron las obras de la Sagrada Familia, cuyo proyecto ya estaba iniciado y que transformó radicalmente. 

Al estar la cripta ya comenzada, Gaudí se vio condicionado y no pudo orientar la iglesia al Oriente. Sin embargo, hizo una “genialidad”  para resolverlo.

“Ya que no pudo reorientar el templo, hizo que el sol en su desplazamiento lo describiera: la fachada de levante muestra los misterios del Nacimiento, y la fachada en la que el sol muere la dedica a la Pasión. Y cuando el sol está a mediodía, en lo más alto, refleja la fachada de la Gloria, los misterios gloriosos”, señala Solana.

“Todo en este templo te hace mirar hacia arriba. Excepto la serpiente y otros reptiles que huyen de la redención de Cristo”

Del problema hace virtud, y de la naturaleza, catequesis. Porque Gaudí siempre va a lo trascendente. En la Sagrada Familia –cuenta este arquitecto–  “se adelanta a su tiempo y saca los retablos al exterior, para evangelizar a todos, no solo a los que entran en el templo. Gaudí se anticipa a este Papa que habla de una Iglesia en salida”.

Descubrir la creación

Gaudí era un hombre de fe profunda, y su dimensión espiritual es inseparable de su ingenio creativo. “Todo en la vida de Gaudí es Providencial”, recalca Solana. Incluida la enfermedad que de niño le mantuvo postrado temporadas enteras en su finca rural. “Esto le permitió contemplar la naturaleza, y de ahí surgen muchas de las formas de su arquitectura”, indica.

“Pero Gaudí no imitaba la naturaleza, recibió de Dios el don de observarla y ser capaz de reproducirla con fidelidad a la obra del Creador”, agrega.  Y recuerda una cita de Gaudí fundamental para entender el sentido de su obra: “El hombre no crea nada, solo descubre lo que Dios ha creado antes”.

Forjado en la cruz

La fachada del Nacimiento, la única que él pudo realizar, es un canto a la vida, un pesebre gigante. Es la vitalidad en plena ebullición. En lo más alto coloca un ciprés, símbolo de la vida eterna, un árbol de hoja perenne que permanece como la eternidad. “Todo en este templo te hace mirar hacia arriba. Excepto la serpiente y otros reptiles que huyen de la redención de Cristo”, aclara Enrique Solana.

Pero si la sensibilidad de Gaudí a la Creación se manifiesta en la fachada del Nacimiento, en la de la Pasión queda patente que su cristianismo se forjó en la cruz. Sus cuatro hermanos y su madre murieron muy pronto, y él mismo era muy enfermizo. Padecía reumatismo desde pequeño.

“La cruz ayuda a Gaudí a encontrar el sentido más profundo de la vida. En una ocasión le dieron por muerto, y al despertar empezó a leer a santa Teresa y a san Juan de la Cruz.

Interpretó que el Señor le permitió pasar por esos sufrimientos terribles para poder diseñar la fachada de la Pasión, tal y como Cristo la sufrió”, subraya este arquitecto. 

Morir como un pobre

En una vida de ayuno, limosna y oración, este gran genio encontraba su alimento diario en la Eucaristía. Empezaba la jornada yendo a Misa. Luego acudía caminando a la Sagrada Familia. Y una vez concluida su larga jornada laboral paseaba hasta la iglesia de San Felipe Neri, donde rezaba y charlaba con su director espiritual.

De hecho, falleció atropellado por un tranvía cuando acudía a esta iglesia. Indocumentado, en sus bolsillos hallaron solo un rosario y un libro con la interpretación de los Evangelios, dos pilares fundamentales de su vida. 

Gaudí había pedido dos cosas para cuando llegara su muerte: morir como un pobre y ser acogido por la Sagrada Familia. Y ambas le fueron concedidas. Le tomaron por un vagabundo tras el atropello, y de manera sorprendente Roma dio permiso para que fuera enterrado en la Sagrada Familia. 

Retrato Gaudí
Retrato Gaudí
Devoción mariana

Gaudí era especialmente mariano. En sus obras civiles hay menciones constantes a la Santísima Virgen e incluso en el parque Güell instaló 50 bolardos para que se pudiera rezar el Rosario durante el paseo. Un ejemplo de esta síntesis arquitectónica y espiritual es la clave de bóveda de la cripta de la basílica, elemento fundamental de la estructura, donde introduce la Anunciación. “En esta clave estructural manda representar la clave del cristianismo, la Encarnación: si la quitas, se derrumba el cristianismo, al igual que si eliminas la clave se viene abajo el edificio”, muestra Enrique Solana.

Perfección y plenitud

Nada deja este siervo de Dios al azar, ni siquiera las proporciones del templo. Para el módulo eligió concretamente el 7,5 y también el 12, número de los apóstoles y de las tribus de Israel. La altura de la torre de Cristo mide 172,5 m (7,5 m x 23) y la de los evangelistas 135 metros (7,5 m x 18). Todo es así en la Sagrada Familia. “Con el 7 simboliza la perfección de la creación y con el 8 la plenitud, el octavo día, la Resurrección. Gaudí quiere expresar que la Iglesia es la perfección de este mundo aspirando a la plenitud de la vida eterna que nos espera. Este es el 7,5”, explica este arquitecto.

Los Novísimos

Tampoco Gaudí dejó de incidir en los Novísimos, de los que hoy apenas se predica. En su proyecto, en la entrada de la fachada de la Gloria planeó colocar unas lápidas para mostrar la muerte. El juicio se manifiesta en los ángeles que en las fachadas llaman a él. También pensó en el infierno: en la puerta principal, encima de una plataforma que se debería situar sobre la calle Mallorca, proyectó unos monstruos que representen a los demonios. Por último, la Gloria tendrá toda una fachada: “Gaudí lo tiene todo presente, y todo lo llena con la fe cristiana”, señala Solana.

Artículo publicado en la edición número 67 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

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