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Reino de María

Javier Pueyo: “Nos encaminamos hacia la gloria del Reino de Cristo a través de la cruz”

Nuestro Señor le prometió al beato Bernardo de Hoyos “Reinaré en España”, y la Virgen profetizó en Fátima de manera solemne “Al final, mi Inmaculado Corazón triunfará”. El sacerdote y teólogo Javier Pueyo Velasco, hnssc, explica en qué consistirá ese triunfo de los Sagrados Corazones y cómo será la tierra cuando Ellos por fin reinen. “El triunfo de Cristo en la historia no se trata de una profecía más, es una profecía absoluta”, asegura.

Por Isabel Molina Estrada
Pintura: Artvee

Artículo publicado en la edición número 69 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

Con el auge de la decadencia actual en todos los ámbitos –familiar, social, personal y de fe– se hace difícil imaginar que el anhelado tiempo de la historia en que Cristo sea reconocido como el Señor por toda la humanidad efectivamente llegará, tal y como está contenido en la Escritura y explicado en el Catecismo. Pero esta certeza en el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María da ánimo a mu-chos católicos que cada vez con más fuerza se atreven a dar un paso al frente y a navegar en esta noche sin estrellas, sin sextante, con una luz sobrenatural que brilla potente y atraviesa las nubes. 

JAVIER PUEYO VELASCO
Sacerdote y Doctor en Teología

En Misión hemos conversado con el padre Javier Pueyo Velasco, autor deLa plenitud terrena del Reino de Dios en la historia de la teología (Ediciones Cor Iesu, 2020). Él ha estudiado a fondo el desarrollo de la teología sobre el esperado Reino de Cristo y el papel que cumplirá el Inmaculado Corazón de María para allanar su llegada. 

¿Tenemos la certeza de que llegará un tiempo en la historia en que los Sagrados Corazones reinarán, o es esta una profecía más que puede o no cumplirse?

Hay profecías que son  “condicionadas”. Por ejemplo, cuando el cardenal Ratzinger explicó el secreto de Fátima, donde hablaba de que el Papa moriría, decía que esto no se cumplió gracias a la oración de los pastorcitos. Algunas profecías son avisos para activar  “fuerzas”  de la historia y no tienen por qué cumplirse tal y como han sido profetizadas. Pero esta profecía del Reino de Dios no se basa sólo en lo que dijo la Virgen en Fátima, está contenida en la Escritura –fuente de todo conocimiento revelado– y en la Tradición de la Iglesia, y por eso sabemos que el triunfo final de Cristo en la historia es una profecía absoluta. Lo que está condicionado, y que por tanto no sabemos, es exactamente cuándo se cumplirá. Sólo Dios lo sabe porque conoce las acciones futuras de los hombres. Podemos decir que el momento de su cumplimiento está condicionado en cierta forma, pero no su cumplimiento en sí. 

¿En qué pasajes de la Escritura se basa esta certeza en el Reino de Cristo y el Reino de María en la tierra? 

Esta esperanza podemos encontrarla en el discurso escatológi-co de Jesús en los Evangelios Sinópticos, en el Apocalipsis, y en el Antiguo Testa-mento, principalmente en Ezequiel y en Daniel. Aunque está dicho con un lenguaje a veces  “oscuro”, apocalíptico o poco concreto. Pero esta seguridad del triunfo histórico de Cristo nos viene sobre todo de la comprensión que la Iglesia ha tenido de estos textos de la revelación a lo largo de la historia de la Teología.

“Las personas plenamente dóciles a María serán los instrumentos a través de los cuales Dios preparará la plenitud de su Reino en el mundo”

¿Qué papel tiene el triunfo del Inmaculado Corazón de María en el Reino de Cristo?

La comprensión del Reino de María nos ha llegado especialmente a través de algunos místicos como san Luis María Grignion de Monfort o san Maximiliano María Kolbe, entre otros, que hablan del Reino de María, previo al reinado pleno de Cristo sobre la tierra. San Luis María Grignion de Monfort entiende que la Providencia va a hacer la preparación al reinado de Cristo a través de unos apóstoles, dice él, que van a vivir la perfecta consagración a María. Estas personas, plenamente dóciles a María, serán los instrumentos a través de los cuales Dios preparará la plenitud de su Reino en el mundo. Por eso, si comparamos esta doctrina con la anterior, la que desarrolló san Buenaventura, doctor de la Iglesia, durante la Edad Media (el autor que en mi opinión mejor explica el reinado de Cristo en la tierra), podríamos prever que, en la época del Anticristo, de máxima dificultad, la Iglesia se va a defender mediante la devoción a María, que de hecho ahora es mucho mayor y más honda que hace 300 años. Los santos de nuestra época han sido grandes devotos de María y han vivido la consagración que enseñaba san Luis María Grignion de Monfort. Para san Juan Pablo II y santa Teresa de Calcuta, por ejemplo, la consagración a María fue algo central y clave en su vida, y la enseñaban y la transmitían a otros. 

¿La esperanza en el Reinado de Cristo puede ser una luz para entender los tiempos actuales? 

Es de hecho una gran luz en esta época de tanta dificultad por la falta de unidad interna en la Iglesia y por lo lejos que está el mundo de la verdad. Muchos cristianos tienen una visión cada vez más pesimista de estos tiempos porque el apostolado es arduo y se hace difícil transmitir la fe a las nuevas generaciones, y esta especie de amargura, de tristeza, los paraliza para hacer el trabajo de Dios. Pero hay que mantener la esperanza porque cuando uno espera algo se esfuerza en conseguirlo. El diablo hoy nos ataca haciéndonos ver  “su obra”, pero aunque aparentemente está casi todo perdido y aunque tengamos que trabajar  en medio de mucho sufrimiento, la esperanza en que Cristo va a reinar nos impulsa a ponernos a su servicio y al servicio de las víctimas que está dejando esta época.

“Cuando Cristo triunfe, habrá un gozo espiritual muy grande porque estaremos todos unidos en la confesión del único Dios verdadero”

¿Cómo será ese anhelado Reinado de Cristo en la tierra?

Esta pregunta es importante porque no hay que imaginarlo como una especie de retorno al paraíso. Seguirá habiendo sufrimiento, porque seguirá habiendo pecado, injusticia, y por tanto habrá cruz. Sin embargo, habrá un gozo y una alegría espiritual muy grandes porque estaremos todos unidos en la confesión del único Dios verdadero, en el reconocimiento moral por parte de toda la humanidad de la religión verdadera y de la única Iglesia, la que Cristo ha fundado. El Vaticano II cita la profecía de Sofonías en el decreto sobre las religiones que dice:  “Espera el día en el que todos los hombres, codo con codo, adorarán al único Dios verdadero”. Eso ocurrirá en el Reino de Cristo: habrá una fe común, aunque seguiremos siendo pecadores necesitados de conversión.

En contraposición a la pregunta anterior, ¿en qué no consistirá el reinado de Cristo? 

Muchos que han tenido la esperanza en el triunfo de Cristo han caído en la heterodoxia por imaginarse mal este reinado. No hay que esperar que Cristo haga algo diferente en el mundo ni hay que imaginarse una Iglesia con otra estructura. La Iglesia no tendrá un medio nuevo que haga que de repente seamos todos más santos. Seguiremos siendo pecadores con necesidad de mortificación, de discernimiento espiritual, siendo tentados por el demonio, y recibiendo la gracia como la recibimos ahora: a través de los sacramentos, de la oración, de gracias místicas y también de esfuerzo ascético. La gran diferencia será que se quitará el obstáculo del Anticristo, de las estructuras humanas que dificultan la acción de la Iglesia.  

¿Cuándo vendrá Su Reino?

Algunos teólogos del siglo pasado interpretaron los textos del Magisterio sobre la definición del dogma de la Inmaculada y algunas encíclicas sobre el Sagrado Corazón de Jesús, como referidos a un Reino de Cristo inminente. Entendieron que el Reino de Cristo podría darse ahora. De ahí el inicio de las llamadas  “teologías del progreso”. Piensan que vamos hacia una plenitud de un modo inmediato. Esto es un error muy grave. En este momento de la historia vamos hacia la gloria del Reino a través de la cruz, a través de la persecución del Anticristo. El Catecismo deja claro que la plenitud de la Iglesia tiene que ver con la Parusía, con el final de los tiempos. Durante la persecución del Anticristo, anterior al esperado triunfo de la Iglesia, la Iglesia se purificará, se hará más humilde, confiará menos en sus propias fuerzas y más en la gracia divina. Se hará como un niño en brazos de María.

“A través de la persecución, la Iglesia se hará como un niño en brazos de María”

Para terminar, insisto: ¿la esperanza en el triunfo de Cristo puede dar al cristiano la fortaleza para dar un paso adelante y defender con coherencia su fe? 

En medio de la catástrofe, Dios está suscitando santos que nos hacen tener esperanza en que Cristo y el Inmaculado Corazón de María van a triunfar. Hace falta que los católicos digan: “Yo quiero trabajar por ese triunfo, aunque ahora no lo vea”. Decía san Pablo, quien vivió en medio de muchas tribulaciones: “La alegría de Dios sea vuestra fortaleza”. Esta frase nos defiende en medio de la persecución. Y a pesar de estar hoy muy zarandeada por el ataque del mundo, la Iglesia va a vivir esta alegría que nos fortalece: ¡la alegría de confiar en el triunfo de Cristo!

¿Un cielo en la tierra?

“El Catecismo llama ‘milenarismo’ a pretender introducir en la esperanza del Reino de Cristo en la tierra elementos que están reservados para el Cielo”, explica el padre Javier Pueyo.  Por ejemplo, esperar que desaparezca el peca-do en la tierra y que no haya hombres heridos por la concupiscencia. O pretender que se dé un conocimiento directo de Dios, tal y como tendremos en la visión beatífica en el Cielo. “La presencia de Cristo en la tierra seguirá siendo como ahora”, puntualiza. Es decir, a través de los sacramentos y de la jerarquía de la Iglesia. Y alerta de la importancia de saber distinguir esta falsa doctrina: “Algunas de las profecías que encontramos en la Escritura se refieren al Reino del Cielo. Entonces se puede caer en ‘milenarismo’ cuando se las interpreta sin discernimiento, y sin acudir al Magisterio y a la Tradición de la Iglesia”.


4 etapas en la compresión del Reino de Cristo en la historia

El padre Javier Pueyo distingue cuatro etapas en la Teología que explica cómo Cristo llegará a ser reconocido como único Dios y Señor de la historia.

1. Padres de la Iglesia. Basados en Apocalipsis 20, los Padres tuvieron gran unanimidad en afirmar un Reino de Cristo por mil años sobre la tierra, después de la derrota del Anticristo. Decían que en esa época se terminarían de cumplir las profecías que no se han cumplido aún: la paz universal, la unidad de la humanidad, etc.

2. Etapa medieval. Hubo un cambio de interpretación de Apocalipsis 20 a partir de san Agustín, quien vio este texto de manera alegórica, como el “tiempo de la Iglesia”. El Reino de los mil años para él sería el tiempo actual de la Iglesia, entre la resurrección de Cristo y la Parusía, antes de la resurrección de la carne. A partir del siglo XII, a través de un comentario de san Jerónimo a Daniel 12,12, los padres medievales afirmaron una mayor plenitud del Reino de Cristo sobre la tierra entre el Anticristo y la segunda venida de Cristo. Un tiempo de penitencia de la humanidad, tras haber aceptado al Anticristo, y de preparación para acoger a Cristo en su segunda venida. Estos padres medievales le dieron una gran importancia a este tema. El punto culminante lo encontramos en san Buenaventura que, aunque siguió a san Agustín en la interpretación alegórica de Apocalipsis 20, dentro del tiempo de la Iglesia puso una última etapa, al final, en que la Iglesia sería enriquecida por el Espíritu Santo para asistirla en la derrota del Anticristo. Así, después de la persecución del Anticristo, la Iglesia llegaría a su plenitud espiritual. 

3. Comienzo de la Modernidad. En el Renacimiento se dio cierto olvido y desprecio de los autores medievales. Se habló mucho menos de este tema. La gran doctrina de san Buenaventura, la más completa teológicamente, quedó olvidada y se volvió a la interpretación de los primeros padres medievales que tendían a comprender como más breve el tiempo entre la derrota del Anticiristo y la Parusía. Los autores más representativos fueron los jesuitas Cornelio a Lapide, (s. XVII) y Knabenbauer (s. XIX). También se abordó el tema para defenderse del milenarismo de algunos autores protestantes.

4. Desde finales del siglo XIX hasta hoy. En esta etapa ha sido principalmente el Magisterio de la Iglesia el que ha hablado del Reino de Cristo. Comenzó con la definición del Dogma de la Inmaculada por el beato Pio IX, quien explicó que gracias a la Inmaculada la Iglesia vencerá a sus enemigos, logrará extenderse por toda la tierra, superará todas las herejías y conseguirá que todos los hombres alaben al único Dios verdadero. A partir de ahí empieza a popularizarse en la Iglesia este optimismo respecto al final de la historia y encontramos la doctrina del Reino de Cristo en encíclicas como Annum Sacrum, de León XIII, o Miserentissimus Redemptor, de Pio XI, dedicadas al Sagrado Corazón, y en muchas alocuciones papales.

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