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La casita de Nazaret: “Nuestra santidad nos la jugamos en casa”

Ana y Olatz se asoman, como en una ventana, a la vida de la Sagrada Familia con un cuento en el que cualquier familia cristiana puede reconocerse

Por Isis Barajas / Fotografía e ilustraciones cedidas por Blessings.es.

La vida escondida de la familia de Nazaret no debió de ser muy diferente de la nuestra. La Virgen María bañaría al niño Jesús, San José le enseñaría el oficio de carpintero, rezarían por la mañana y al acostarse… En ese día a día oculto no pasaría nada extraordinario y, sin embargo, fue en el seno de esa familia donde Jesús aprendió a amar. Ana Martínez y Olatz Elola explican que, a través de esta sencilla historia, es posible renovar el deseo de vivir ese mismo amor que se tenían en la Sagrada Familia en la vocación al matrimonio y la familia.

¿Por qué el título se centra en la casa?

Ana: Para subrayar que el tesoro de esta familia está en lo que viven en la intimidad del hogar, en la vida escondida, y no tanto en lo que hacían en el pueblo o en la sinagoga. Es una intimidad muy especial porque está habitada por Dios, por la Virgen María y por San José.

Sabemos poco de la infancia de Jesús, ¿cómo podemos imaginárnosla?

Ana: Yo no me quería inventar nada ni escribir un evangelio apócrifo. Para mí es importante que los niños distingan entre el Evangelio, que narra la vida de Jesús, y cualquier cuento sobre Él, para que no lo confundan nunca con un protagonista de dibujos. Me sirvió de mucha ayuda una frase de Benedicto XVI que dice que podemos imaginar cómo vivía esta familia porque conocemos cómo vivía una familia hebrea de la época. Así que en realidad sabemos mucho. Con esa idea empecé a reconstruir escenas que sí o sí tuvieron que pasar: la Virgen bañando a Jesús, el niño aprendiendo en la escuela de la sinagoga, la familia rezando tres veces al día…

Y la historia se apoya además en citas del Evangelio…

Ana: Los que han estudiado la Sagrada Familia dicen que el Jesús adulto nos está hablando de cómo era la familia de Nazaret. En casa, Jesús ha tenido que ver esa cercanía con los pecadores, los pobres, esa misericordia… Por tanto, todo el Evangelio nos habla de quiénes eran María y José. Buscar en el Evangelio las huellas de la familia de Nazaret me ha ayudado mucho, por eso hay citas bíblicas en el cuento. ¿Dónde ha aprendido Jesús a perdonar o la confianza en la Providencia? En casa. Ahí es donde se juega quiénes van a ser nuestros hijos. Y lo mejor que les podemos ofrecer es nuestra propia conversión y lo que vivimos como familia.

¿Ha sido difícil ilustrar la casa?

Olatz: Hice infinidad de dibujos de casas intentando representar eso tan especial que tenía: le ponía flores, una piedra allí o allá… Y en ninguna conseguía reflejar ese amor del que habla el cuento. Hasta que nos dimos cuenta de que lo único que hace diferente a la casita de Nazaret es que en ella vive la Sagrada Familia. Por fuera y por dentro, probablemente era igual que las demás. Todo el cuento gira alrededor de la relación de José con María, de María con Jesús y de Jesús con José. Intenté centrar la atención en las miradas, en los gestos; incluso los objetos que aparecen bailan en torno a ellos. No importa dónde estén, sino cómo se miran, cómo se tocan y cómo interactúan.

¿Cuál es su imagen preferida?

Olatz: Una de ellas es cuando están cenando. Dibujé a María y a José mirándose, y a Jesús con una expresión de tranquilidad viendo cómo se quieren sus padres. En el matrimonio de José y María es donde Jesús aprendió a amar. Lo más difícil para ilustrar era que en la historia no pasaba nada, pero esa “nada”, esa cotidianidad de las cosas que hacían, era en sí misma el máximo exponente del amor.

La introducción señala que el libro no es un cuento, sino un icono desplegable.

¿Qué significa?

Ana: “Icono” significa “imagen”, pero yo necesitaba que esa imagen se desplegara para poder vivir con la familia de Nazaret durante un tiempo y así poder sentir que la vida de esta familia no está tan alejada de nosotros. A veces se habla de la Sagrada Familia como un modelo de perfección inalcanzable, que a mí me desanima mucho. En realidad, la familia de Nazaret es lo más alejado que hay a algo desencarnado. Vivieron cosas tan llenas de polvo, de cansancio, de sufrimiento y de miedos, que no hay nada más cercano a lo que nosotros vivimos que la Sagrada Familia. Necesitamos ver cómo se quieren María y José, cómo educan a Jesús, cómo tienen miedo pero confían o cómo celebran las fiestas.

José tiene un gran protagonismo, ¿qué aporta su figura?

Olatz: La figura de María es protagonista ya de por sí en toda la vida de Jesús, pero de José sabemos menos. San José es una figura importantísima en la narración e incluso su fisonomía habla de lo que tuvo que ser en la familia: fuerza, cobijo, sustento… En el abrazo de la portada, José acoge a toda la familia. Queríamos resaltar la importancia de la figura paterna y de todo lo que recibiría Jesús de su padre.

Incluso el demonio asoma en el cuento, ¿por qué en forma de lobo?

Olatz: El demonio debía de estar siempre escondido acechando a Jesús. Y la figura que más se relaciona con esto en los cuentos es el lobo. El lobo es la figura oscura que intenta esconderse en la sutileza de las cosas para asustar a un niño, por eso lo represento con la sombra de un taburete. En esa escena, confrontado al lobo, está el abrazo de sus padres, que dan la espalda al animal y no le permiten salir de las sombras.

Ana: Lo que menos soporto de algunos cuentos es que el lobo es bueno. El lobo es la manera de enseñarles a los niños que existe el mal. En el combate real entre el bien y el mal es donde hay una elección del corazón y una puesta en juego de la libertad. Por eso es necesario que este cuento tenga un lobo.

¿Qué mensaje tiene este relato para las familias de hoy?

Olatz: Que la familia de Nazaret, salvando las distancias, es un espejo en el que mirarse. Muchos padres me cuentan que cuando se lo leen a sus hijos, ellos dicen: “Mira, mamá, como nosotros”.

Ana: Yo pretendo que, al ver cómo se ama esta familia, sintamos renovado el deseo de amarnos así; de no caer en la rutina, en la supervivencia, en la resolución de la logística diaria, sino darnos cuenta de la grandeza de nuestra vocación. Dios tiene una promesa profundísima de plenitud a través de la vocación al matrimonio y la familia. Estas escenas sencillas nos recuerdan que nuestra santidad nos la jugamos en casa, en cosas cotidianas que están a nuestro alcance.

Autora de ‘La Casita de Nazaret’: Ana Martínez, ilustradora: Olatz Elola, editorial: Blessings.es. Págs: 32. PVP: 21 €. Disponible en www.blessings.es

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