Por José Antonio Méndez / Fotografía: Fer de la Orden (Diario Clarín)
Artículo publicado en la edición número 63 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
Joe Biden y Kamala Harris, presidente y vicepresidenta de Estados Unidos, abiertamente proabortistas, reconocían hace unas semanas –de forma involuntaria– que los defensores del aborto están perdiendo el respaldo social. “El derecho (sic) al aborto está bajo asalto como nunca antes”, afirmaban en un comunicado conjunto el 21 de enero. “La defensa del aborto está bajo la mayor amenaza en décadas”, añadía la presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU., la abortista radical Nancy Pelosi.
Se referían a los movimientos legislativos y sociales que auguran un gran cambio frente al aborto, y que muestran hasta qué punto la mentalidad provida se abre camino. Ejemplo de ello son las multitudinarias manifestaciones March for Life que cada año recorren la Costa Este: aunque este año las restricciones por el COVID solo permitieron la asistencia de 50.000 personas, la última marcha antes de la pandemia, en 2019, movilizó a más de 300.000.
Biden, Harris y Pelosi apuntaban también a un hecho histórico que tendrá lugar antes del verano, y cuyas repercusiones saltarán fuera de sus fronteras: previsiblemente el Tribunal Supremo del país va a derogar, o a acotar, la sentencia Roe vs. Wade, que en 1973 permitió la legalización del aborto hasta la semana 24 del embarazo y sirvió de paradigma para extender el aborto en el mundo. Un caso, por cierto, del que se suele omitir que la demandante proabortista, Norma McCorvey (con el pseudónimo Jane Roe), entonces una joven sin recursos embarazada de 18 semanas, que había crecido sin padre y maltratada por su madre alcohólica, no abortó, sino que tuvo una niña a la que dio en adopción (lo había hecho antes dos veces), y en los años 90 se arrepintió públicamente de haber apoyado el aborto y se convirtió al catolicismo. A la niña que nació el movimiento proabortista ha tratado siempre de obviarla.
El panorama ha cambiado
“El panorama ha cambiado y la nueva generación provida no puede ser silenciada”, afirma para Misión Tomislav Cunovic, abogado afincado en Alemania y director internacional de 40 Días Por la Vida. Cunovic explica que, a la esperanza provida en EE. UU. se suma la resistencia en América Latina, “que sigue siendo bastión provida”. Allí, el aborto solo es legal en Cuba, Uruguay, Guayana y Argentina.
Este último país aprobó en 2020, de forma muy controvertida y por 38 votos frente a 29, la ley que permite el aborto libre hasta la semana 14. Antes, solo estaba permitido en caso de violación o peligro de muerte para la madre. Sin embargo, el movimiento Salvemos las Dos Vidas ha movilizado a cientos de miles de personas en todo el país para afianzar la mentalidad provida y lograr un cambio legislativo en el futuro. Además, el movimiento ha dado el salto a otras naciones que están debatiendo sus leyes sobre el aborto, como Chile, México y Ecuador. En este último, el presidente Guillermo Lasso ha adelantado que, por respeto al sentir social mayoritario, vetará cualquier legislación proaborto y ha pedido un referéndum que blinde por ley la vida en gestación.
Según Cunovic, la región más abortista del globo, después de Asia, es Europa. “A excepción de Polonia, Malta y Chipre, el aborto es legal y fomentado en toda la UE, donde la situación es preocupante. Pero la creciente criminalización del movimiento provida en España, Reino Unido, Alemania y Francia muestra que la élite proabortista solo puede asegurar su hegemonía con prohibiciones y coacciones (como ha hecho en África)” y “sirve de estímulo a los provida para trabajar juntos”, concluye.
