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Bienaventuranzas

Las Bienaventuranzas. La “Carta Magna” del cristiano

Pocos lugares hay tan santos como el monte de las Bienaventuranzas, un sitio realmente especial para Jesús. Allí acudió en numerosas ocasiones, quiso mostrarse al mundo y también enviar a sus discípulos a evangelizarlo antes de su Ascensión. Fue desde esta montaña desde donde quiso dejar los ocho escalones para alcanzar la vida eterna.

Por Javier Lozano

Artículo publicado en la edición número 69 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

Llegada desde Hispania, final de la tierra conocida, la peregrina Egeria cruzó el Imperio romano entre los años 381 y 384 para rezar en los santos lugares, dejando para la historia las cartas que desde allí enviaba a sus hermanas y amigas. Asombrada por pisar la tierra por la que pasó Jesús, leía en cada lugar que visitaba el pasaje de la Biblia correspondiente.  Y esto mismo hizo en el monte de las Bienaventuranzas. Los detalles de su relato han sido de gran valía para los historiadores, pues mostraba el punto exacto que los primeros cristianos marcaron como el lugar del primer gran discurso de Cristo.

Casi 1.650 años después, los peregrinos siguen llegando desde todos los rincones del orbe y se estremecen como la propia Egeria al leer en esta orilla norte del mar de Galilea el pasaje del Evangelio en el que Jesús  “al ver la multitud subió al monte”  y pronunció el Sermón de la Montaña, el camino que el hombre debe seguir para ser plenamente feliz. 

Como a Egeria, este lugar ha marcado al padre Germano Lori, quien reside desde hace casi 15 años en la Domus Galilea, una casa de formación y de peregrinos situada en lo alto del monte de las Bienaventuranzas. “Encontrarme en este lugar me empujó a hacer la tesis doctoral sobre el Sermón de la Montaña, la ‘Carta Magna’ de lo que Jesús enseñó a sus discípulos”, explica a Misión.

La senda para llegar a Dios

Las Bienaventuranzas inician el Sermón y, según Lori, “dirigen hacia Cristo y la vida eterna”. Son bienaventurados los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz y los perseguidos por causa de la justicia. A priori, puede parecer un discurso para fracasados. Pero representan justamente lo contrario. “Las bienaventuranzas son el camino a la felicidad, pues el hombre sólo es plenamente feliz haciendo la voluntad de Dios. Por eso, la pobreza, el hambre o las aflicciones de las que se habla en las Bienaventuranzas no son una desgracia, sino la senda a través de la cual Dios nos hace humildes y nos lleva a la verdadera -bienaventuranza: poseer el amor de Dios”, señala.

No hay forma de mostrar las Bienaventuranzas a los demás si no es viviéndolas uno mismo

¿Es posible cumplirlas?

El padre Lori recuerda que las bienaventuranzas y el resto del sermón muestran la imagen del hombre perfecto, y en las que se da un paralelismo muy fuerte con la vida de Jesús, en particular con su Pasión. Desde este monte, san Juan Pablo II enseñó que Jesús no sólo proclamó las Bienaventuranzas, sino que las vivió y las encarnó: “Por eso, tiene derecho a afirmar: ‘¡Venid, seguidme!’. No dice simplemente: ‘Haced lo que os digo’”.

Jesús no propone un imposible, pero sólo con Él se pueden cumplir. De ahí, la importancia de abandonarse en Dios. Durante su doctorado, Lori estudió la estructura del Sermón de la Montaña. Según las normas de redacción semíticas, el centro de un texto ofrece la clave de interpretación del conjunto. En este discurso el centro es el Padrenuestro. Esto significa –en su opinión– “que el Sermón es un don de Dios que sólo pueden cumplir los hijos, los que han recibido el perdón de los pecados, han renacido en el bautismo y poseen la naturaleza divina. Y con el Espíritu Santo se cumple sin hacer esfuerzos”.

Lori ofrece, además, otra clave para vivir las Bienaventuranzas. El centro estructural del Padrenuestro es la cuarta petición:  “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Este sacerdote recuerda que en la Biblia el pan posee un profundo simbolismo. En el desierto Dios dio a su pueblo el maná, un regalo para cada día que no se podía acumular. Pero este pan –agrega Lori– significa también la Palabra, “pues no sólo de pan vive el hombre”, y a la luz del Nuevo Testamento, también la Eucaristía. Sólo así, abandonados a la providencia y alimentados por la Palabra y los sacramentos, un cristiano puede vivir las Bienaventuranzas.

Un regalo, no una ley

Las Bienaventuranzas se tienen que vivir como un regalo de Dios a sus hijos, como un camino hacia Él, no como una ley que hay que cumplir. No hay otra forma de mostrarlas a los demás si no es viviéndolas uno mismo como una experiencia personal y profunda. “Esto se puede hacer a través de una evangelización que transforme interiormente al hombre a través de un proceso de formación que ayude a crecer en la fe cada día, a relacionarse con la Palabra, a vivir la liturgia y los sacramentos de la reconciliación y de la Eucaristía, y viviéndolo en comunidad. Así seremos realmente felices y podremos vivir como Jesucristo”, concluye.

Las bienaventuranzas a examen

En su libro Las Bienaventuranzas del Evangelio (Monte Carmelo, 2008), el cardenal Raniero Cantalamessa explica que “el mejor modo de tomar en serio las Bienaventuranzas es servirnos de ellas como de un espejo para un examen de conciencia verdaderamente evangélico”. Para ello, ofrece algunas preguntas que nos ayudarán a saber cómo está nuestro corazón:

“BIENAVENTURADOS LOS POBRES DE ESPÍRITU… ”: ¿Estoy abandonado en todo a Dios? ¿Soy libre y estoy desapegado de los bienes terrenales?  

“BIENAVENTURADOS LOS QUE LLORAN”: ¿Cuáles son los motivos de mis tristezas: los mismos de Dios o los del mundo? ¿Trato de consolar a los demás o sólo de ser consolado yo? 

“BIENAVENTURADOS LOS MANSOS”: ¿Soy humilde? ¿Domino la ira fuera y dentro de mí?  

“BIENAVENTURADOS LOS QUE TIENEN HABRE Y SED DE JUSTICIA”: ¿Tengo hambre y sed de santidad? ¿Tiendo a la santidad o me he resignado a la mediocridad? 

“BIENAVENTURADOS LOS MISERICORDIOSOS”: ¿Soy misericordioso ante la equivocación de un hermano? ¿Reacciono con el juicio o con la misericordia? 

“BIENAVENTURADOS LOS LIMPIOS DE CORAZÓN”: ¿Soy puro de corazón? ¿Puro en las intenciones? ¿A quién me esfuerzo en agradar en mis acciones: a Dios o a los hombres? 

“BIENAVENTURADOS LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ”: ¿Soy agente de paz? ¿Cómo me comporto en los conflictos de opiniones, de intereses?  

“BIENAVENTURADOS LOS PERSEGUIDOS POR CAUSA DE LA JUSTICIA”: ¿Estoy dispuesto a sufrir algo en silencio por el Evangelio? ¿Cómo reacciono ante alguna ofensa o desaire?

DIOS HABLA EN LA MONTAÑA

“En las Sagradas Escrituras la montaña es el lugar donde Dios se da a conocer, donde se manifiesta y sale al encuentro del hombre para salvarle”, recuerda el padre Germano Lori. En el monte Moriá (hoy Jerusalén), Abrahán e Isaac experimentaron cómo Dios provee; en el Sinaí el pueblo recibió la ley y los mandamientos; y en el Carmelo, Elías demostró que había un único Dios. Ya más adelante, en el monte Tabor Cristo mostró su gloria transfigurándose, mientras que en el monte Sion tuvo lugar la institución de la Eucaristía y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. En el monte de los Olivos Jesús oró fervientemente, sudó sangre, inició la Pasión y ascendió a los cielos. Y el monte de las Bienaventuranzas es un lugar primordial en el Evangelio. En él pronunció el Sermón de la Montaña, esencia de la vida cristiana, y enseñó el Padrenuestro, que “abarca todas las peticiones que un cristiano puede dirigir al Señor”. Allí, Cristo eligió a los apóstoles y tras la resurrección realizó el envío universal de los 11 para que hicieran “discípulos a todas las gentes”. “Es muy importante, porque Jesús comenzó aquí su ministerio público y también lo concluyó enviando a sus apóstoles a anunciar la Palabra, precisamente la que ellos mismos recibieron en el Sermón de la Montaña”, concluye este sacerdote.

Artículo publicado en la edición número 69 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

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