La revista más leída por las familias católicas de España

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Leopoldo Abadía, economista y escritor: ‘Nunca se ha podido tener hijos’

Más de 2 millones de personas han asistido a sus conferencias; su blog cuenta con 5 millones de visitas. Se entiende al hablar con él en persona

Por José Antonio Méndez / Fotografía Lupe de la Vallina

Habla con franqueza, mirando a los ojos, y con una humildad que no tiene nada de falsa modestia. Ríe con soltura y parece incapaz de contestar las preguntas sin ilustrarlas con un ejemplo de su vida diaria, dejando asomar tanto al profesor que durante tres décadas impartió clases en el IESE como al abuelo que encandila con anécdotas a sus 48 nietos. Ese estilo sencillo y luminoso ha hecho que Leopoldo Abadía (Zaragoza, 1933) se haya convertido en un “gurú de la economía” (expresión que le hace reír a él tanto como a sus nietos), y en uno de los autores más vendidos sobre temas de familia. Más de dos millones de personas han asistido a sus conferencias, y su blog cuenta con cinco millones de visitas. Un éxito que se entiende al hablar con él en la distancia corta.

Tiene 84 años y la fama le llegó con 75. En una sociedad que exalta lo juvenil, ¿cómo puede un mayor hacer valer su experiencia?

Con cuidado. Transmitir nuestra experiencia hay que hacerlo, pero con cuidado. Me explico: si un nieto o un hijo te dice algo y ves que es un error, no puedes decirle “mi experiencia me dice que estás equivocado”, porque desconecta. Tampoco puedes empezar con: “¡Es que la juventud está fatal!”. La juventud está como hace cien años: tiene cosas buenas, cosas malas, chaladuras… Socialmente, hay más libertinaje, pero los jóvenes están igual. Así que el trabajo de los viejos es transmitir la experiencia, pero con cuidado.

“Los mayores tenemos que transmitir, más que nuestros conocimientos, nuestra experiencia de vivir y nuestra manera de ser. Entre lo que sé y lo que vivo, es mucho más importante lo que vivo”

Entiendo la receta, pero dígame cómo la pone en práctica.

Un ejemplo. Uno de mis nietos se dedica a la consultoría, que es lo que hacía yo. Ahora estoy rompiendo papeles, y a veces le paso alguno y dice: “¡Abuelo, si lo que hacías es lo mismo que hago yo!”. Esto me sirve para enseñarle que no está inventando nada, pero sin ser brusco. Los mayores tenemos que transmitir, más que nuestros conocimientos, nuestra experiencia de vivir y nuestra manera de ser. Entre lo que sé y lo que vivo, es mucho más importante lo que vivo.

En 2008 se hizo famoso con su teoría de la crisis Ninja. Escribió libros sobre temas económicos, pero después se le fue…

¡La pinza! ¡Se me fue la pinza! (risas).

…Iba a decir que se le fue la inspiración a la familia. ¿Tan importante es la suya para usted?

Claro. En realidad, de lo único que sé es de familia. De lo otro sé poco. Por eso sé que el abuelo en la familia es importantísimo, porque ha vivido épocas que no volverán, y en las que había valores que hoy se practican poco.

“Aunque seas hormiga, tienes que meter el gasto fijo de donativos, porque siempre hay alguien que lo está pasando peor que tú. A ti no te sobra el dinero, pero otros tienen menos”

¿Cómo cuáles?

Cuando me dicen: “¡Ustedes eran austeros!”. Yo digo: “¡A la fuerza!”. En móvil no gastábamos, porque no se había inventado; en gasolina tampoco, porque no teníamos coche. Es ahora, cuando las cosas han mejorado mucho, cuando hay que ser austero. El otro día me preguntaban si hay que ser cigarra u hormiga. Obviamente, hay que ser hormiga, y para eso tienes que apuntar los gastos fijos: comida, recibos… Pero, aunque seas hormiga, tienes que meter el gasto fijo de donativos, porque siempre hay alguien que lo está pasando peor que tú. En casa tengo una hucha para que echen dinero para una asociación que unos amigos montaron en Burkina Faso. A ti no te sobra el dinero, pero otros tienen menos.

Le escucho y pienso: Leopoldo Abadía cree en Dios y es un católico coherente, de esos que se llaman “practicantes”…

Sí. Pero yo siempre digo que los católicos no practicantes no existen. Si eres católico, eres practicante; si no eres practicante, no eres católico.

«Cada día le ofrezco a Dios mi vida de familia y una serie de normas de piedad: voy a misa, rezo el rosario, hago un rato de oración… las cosas normales del católico»

¿Quién es Dios para usted?

Es mi Padre, y como es mi Padre, actúo con una libertad tremenda. ¡Soy hijo de Dios, así que me da igual quedar bien o quedar mal ante la gente!

¿Y cómo es su relación con Él?

Bastante seria. Intento trabajar bien, porque me gusta ofrecer a Dios mi trabajo y no quiero darle a mi Padre una chapuza. Cada día le ofrezco también mi vida de familia y una serie de normas de piedad: voy a misa, rezo el rosario, hago un rato de oración… Las cosas normales del católico. Es lo que mi mujer y yo hemos intentado transmitir a nuestros 12 hijos.

¿Compensan los sacrificios que supone una familia numerosa?

Por supuesto. No, no: por supuestísimo. Ahora me ha dado por decir a mis amigos de la farándula que sería obligatorio tener 12 hijos.

Le pedirán sus razones, ¿no?

Mira, en 2012 a mi mujer le diagnosticaron un cáncer en la boca. Fue una operación y un posoperatorio tremendos. En ese momento éramos 70 en la familia… y vinieron los 70. No faltó ninguno. Mis hijas y mis nueras hacían turnos para que siempre hubiese dos personas con mi mujer. Había nietos que venían en el carrito y a los que sus padres traían de Barcelona a Pamplona. ¡Leches! Con tanto cariño, ese verano ya amorticé a los 12. Cuando me dicen “hoy no se puede tener hijos”, respondo que nunca se ha podido. ¡Ni uno! Porque un hijo no es una inversión, sino un gasto, y en rigor no lo amortizas nunca. Pero el día que vienen los 12 a cuidar a la madre enferma, te importan tres pitos lo que te hayas gastado.

«Cuando me muera tendré poco que dejarles, pero al ver a mis hijos bien formados, piadosos, con la vida limpia y las ideas claras, digo: ¡benditos recibos!»

Entonces, ¿por qué las familias con tres hijos o más son hoy una excepción?

Porque al trabajar el hombre y la mujer es más difícil. También puede haber un tema de egoísmo, y de ambiente, porque tener hijos está mal visto. Pero en realidad, si empiezas a pensar si puedes tener hijos, la respuesta siempre es no. Al pagar el último recibo del colegio de mis hijos, le pregunté a mi mujer cuántos recibos habríamos pagado. Hicimos la cuenta: 1.830 recibos. Cuando me muera tendré poco que dejarles, pero al ver a mis hijos bien formados, piadosos, con la vida limpia y las ideas claras, digo: ¡benditos recibos!

«Necesitamos transmitir virtudes como la lealtad, la reciedumbre, el trabajo bien hecho, el respeto a la palabra dada… Si no, fabricamos merenguitos»

En Abuelos al borde de un ataque de nietos, pregunta: “¿Saben mis nietos lo que es importante en la vida?”. Le pregunto: ¿lo saben los abuelos?

¡Eso es para nota! Mira, a mí lo que me interesa es que mis hijos y mis nietos sean majos. Y mi definición de “majos” es que sean sinceros, nobles, leales, que miren a los ojos, que sean trabajadores… Los abuelos tienen que darse cuenta de que lo importante en la vida son esos valores. Si el niño trae malas notas, hombre, mejor que traiga buenas, pero no pasa nada. Importa mucho más ser noble, honrado y tener virtudes humanas que se empapen de virtudes sobrenaturales.

En el libro habla de rigor, reciedumbre, honestidad… ¿Por qué hoy se habla tan poco de esto?

¡Qué sé yo! (risas) Estamos en un momento en el que, a pesar de lo que se dice, vivimos muy bien, y necesitamos transmitir virtudes como la lealtad, la reciedumbre, el trabajo bien hecho, el respeto a la palabra dada…Si no, fabricamos merenguitos.

¿Por qué están los abuelos al borde de un ataque de nietos?

Hoy los abuelos están siendo canguros gratis de los hijos. Si los abuelos hacen las cosas porque quieren, fenomenal. Lo malo es que hay abuelos que pensaban que estaban jubilados, pero trabajan muchísimo con los nietos y andan angustiados y nerviosos a una edad en la que no es bueno vivir así.

¿Qué consecuencias genera esta situación?

Las malas son el agobio del que hablamos y la pérdida de relación entre padres e hijos. Pero también hay buenas, porque así los nietos conocen a los abuelos, y tenemos mucho que comunicarles: cosas de hace décadas que les interesan y les divierten, y que en 30 años nadie recordará. A los míos les hablo de la posguerra, de mi primer trabajo, de mi abuelo, que hizo la mili en Filipinas, o de su hermano Baldomero, que era agustino recoleto y murió allí atravesado por la lanza de un tagalo. Y me dicen: “¡El tío Baldomero era un crack!”. Cada familia tiene sus historias, y es bueno que se sepan, porque construyen cultura familiar.

En 2011 escribió 36 cosas para que una familia funcione (Espasa). ¿Por qué es importante que una familia funcione bien?

Porque la familia está hecha para funcionar bien. Cuando veo a gente joven mal formada, pienso que la generación anterior se ha portado mal. Hace poco, una nieta mía fue a una boda y, en la paz, se acercó a una chica que no había ido a misa en su vida y le dijo: “paz”, y la otra contestó: “Carolina”. La culpa no es de Carolina, sino de sus padres. Y que se equivoque en la paz no importa, pero indica que seguramente esa chica no sepa distinguir el bien del mal. Yo tengo dos modelos: Julio Iglesias y Ramoncín. Cada vez que digo esto, la gente pone cara rara. A Julio Iglesias le preguntaron una vez qué quería para sus hijos y respondió: “Que sepan distinguir el bien del mal”. No sé si lo ha conseguido, pero eso es importantísimo. Lo de Ramoncín es porque dio conmigo una charla a doscientos jóvenes, y dijo: “Todos tenemos una verdad subjetiva, pero hay una verdad objetiva que es la que hay que buscar”. Si estas dos cosas las transmitimos, habremos recuperado mucho.

“El matrimonio tiene que hacer el amor todos los días, a todas horas, todos los minutos. Es decir, que el amor se construye a diario”

Para terminar, no le pido las 36 cosas que hacen que una familia funcione, pero sí tres que viva usted en la suya…

La más importante es que el matrimonio tiene que hacer el amor todos los días, a todas horas, todos los minutos, todos los segundos. Es decir, que el amor se construye. El año que viene hará 60 años que me casé y no todos los días han sido flores y violas. Por eso el amor hay que construirlo a diario. La segunda es que, en la familia, lo único que hay que hacer es quererse mucho. Y la tercera es que ese quererse mucho hay que concretarlo en detalles de cariño. Estas son virtudes antiguas que los abuelos tenemos que vigilar y, sobre todo, vivir.

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