Por Israel Remuiñán
Artículo publicado en la edición número 68 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
Pedro y Begoña crecieron a la orilla del mar Menor, en San Pedro del Pinatar (Murcia) y en el seno de una familia cristiana. Sus padres les transmitieron la fe desde niños y han vivido la realidad del Camino Neocatecumenal durante toda su vida. De hecho, Pedro cuenta que se enamoró de Begoña cuando eran pequeños. En todos sus recuerdos de la infancia hay un sitio para ella, después llegó el turno de empezar a caminar por sí mismos –más allá de la fe de sus padres– y les tocó hacerlo en la misma comunidad. Para ella, él era solo un amigo. Y así fue hasta una tarde de domingo. La madre de Pedro había muerto sólo unos días antes y quedaron para hablar y pasar el rato. A Begoña le impresionó la madurez con la que él habló ese día, cuando le contó que pudo experimentar la resurrección y el cielo en medio del sufrimiento, que la muerte de su madre le había servido para tener un encuentro personal con Dios. Esa tarde se hicieron novios y cuatro años después estaban casados.
La llamada del Señor fue más fuerte, y cuando les tocó Ucrania como tierra de misión, dijeron que sí
No dudaron a la hora de ofrecerse para ir a la misión. Fue en el encuentro de las familias con Benedicto XVI en Valencia. Era el año 2006 cuando Pedro y Begoña decidieron dejar su vida en España para irse de familia en misión, al lugar que Dios les mandase. Ya eran familia numerosa y a Pedro le iba bien con su empresa, pero la llamada del Señor fue más fuerte y cuando les tocó Ucrania dijeron que sí. En 2010 Benedicto xvi les envía como Missio Ad Gentes con el objetivo de vivir como familia cristiana dentro de la sociedad ucraniana para hacer palpable la presencia de Dios en su día a día.

Su primer contacto con la antigua república soviética fue el Donbás, la región que se ha convertido en el epicentro de la guerra con Rusia. En Donetsk fueron conscientes de la huella comunista, con un estilo de ciudad puramente soviético, donde todo gira en torno al trabajo y la productividad, la minería, la industria. Era un lugar gris, pero ellos fueron felices.
Lo primero, la hospitalidad
Luego se mudaron a Kiev y se encontraron una ciudad distinta, más grande, cosmopolita, con más historia. Aun así, la Iglesia Católica apenas tiene peso en todo el país, desapareció por completo por el comunismo hasta poco antes de la caída del muro. La mayor parte de la población es ortodoxa, siempre se enseñaba que lo católico era herético, la cúpula ortodoxa ha estado siempre muy ligada al poder y cualquier acercamiento al catolicismo se veía como una traición.
Pero Pedro y Begoña tenían siempre su casa abierta para todos. En la misión, lo primero es la hospitalidad, el gesto de amor; después llega la Palabra. A ellos les sorprendió algo: “Nos impresionaba la forma en la que los ucranianos nos escuchaban al hablarles de Dios. Con el comunismo, el Cieloestaba cerrado, la esperanza no existía; por eso cuando les llevas una palabra de vida es como si sus ojos se iluminasen, alcanzan la trascendencia. Con lacaída de la URSS, mucha gente abrió el corazón a Dios. Pensaban que si el comunismo había sido mentira, igual tampoco era cierto todo lo que decían sobre la religión”, asegura Pedro.
Este matrimonio y sus doce hijos se volcaron en la misión: ayudaban en las catequesis, apoyaban a las hermanas de Calcuta estando con los más pobres… “Tenemos todas las tardes ocupadas y los fines de semana también, pero no pasa nada, estamos felices”, cuenta Begoña.
La guerra

Y de repente, sin esperarlo, estalló la guerra. “Nosotros, rezando por separado, vimos que el Señor nos pedía quedarnos con nuestra gente ucraniana. Pero empezó una estampida brutal. Mi marido fue a ver el refugio que había en el edificio y empezamos a dudar, le dijimos a los niños que prepararan sus cosas en una mochila. Al ver cómo se acercaban los bombardeos me asusté y decidimos salir. Nos metimos 17 personas en un coche de 8 plazas, íbamos escoltados por los GEO en un convoy español, fuimos 200 kilómetros detrás de ellos avanzando muy despacio. Pero en la última parada, antes de abandonar Ucrania, rezamos de nuevo y decidimos quedarnos.Tuvimos la certeza de que nuestra misión seguía allí y que el Señor nos protegería.Y así ha sido”, asegura Pedro.
En Kiev –entre el sonido de las sirenas antiaéreas y la tensión de vivir en un país en guerra– han experimentado un tiempo de bendición absoluta. Y no solo espiritualmente: “El Señor nos protege también en lo económico, muchísima gente se ha volcado para ayudarnos.También nos ha impresionado la actitud de nuestros hijos. Cuando empezaron los bombardeos, les preguntamos si querían irse de Ucrania, tenían que ser libres. Todos dijeron que se quedaban, que ellos también formaban parte de esta misión”, responde Begoña emocionada y con la voz entrecortada.
“Es el escándalo de la Cruz, anunciar que la solución no es vencer a Rusia, sino tu conversión”
En este tiempo han perdido a personas conocidas por culpa de la guerra. Pero cuando les pregunto por el sufrimiento, Pedro asegura que “el Señor está presente en los momentos más duros, la muerte no existe porque ya está vencida. Cuando sabes que Cristo ha vencido a la muerte, la guerra se convierte en un absurdo. Cuando lo natural es defenderse, nosotros anunciamos el amor al enemigo. Si vivimos con odio, no somos cristianos. Es el escándalo de la Cruz, anunciar que la solución no es vencer a Rusia, sino curar tu problema interior. La solución es tu conversión. Para mantener la guerra es necesario el odio, y la única opción pasa por la destrucción del enemigo. Nosotros los cristianos vemos la vida desde un prisma diferente: a mí me toca morir por mi mujer todos los días, en lo más sencillo y queriéndola mucho. La guerra es injusta y mala,estamos de acuerdo y lo denunciamos, pero hay que dar una respuesta diferente, hay que dar una palabra de amor. La Iglesia no puede ser una ONG”.
Resurrección
Ahora Pedro y Begoña esperan viajar a España a conocer a su nieta, de su segunda hija, que se casó y vive en España. “Tiene solo seis meses y estápreciosa”, explican. Pero saben que su vida está en Ucrania “hasta que Dios quiera”. Aún tienen el recuerdo de la Pascua en su mente: “Ha sido preciosa. Nos deja claro que sin pasar por la cruz no se llega a la resurrección. Nosotros estamos pasando por la guerra y la Pascua ha sido vivir el Cielo”.
Antes de terminar, tan solo una salvedad: desde Misión lo sentimos mucho, Begoña, pero cuando el Señor actúa con toda su fuerza en vidas concretas,como ha actuado en la vuestra, resulta imposible que vuestra respuesta no parezca algo heroico. Esperamos que quien lea estas líneas tenga claro lo quevosotros repetís de forma constante: “Todo es por pura gracia de Dios”.
Artículo publicado en la edición número 68 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.