La revista más leída por las familias católicas de España

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Lucero Tena: “La pasión es importante, pero sin disciplina, el talento se desperdicia”

A a sus 84 años la solista de castañuelas Lucero Tena sigue poniendo al público en pie.

Por José Antonio Méndez / Fotografía: Dani García 

Artículo publicado en la edición número 61 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

Cuando Lucero Tena tenía tres años, un médico le prescribió ejercicio para recuperarse de unas fiebres contraídas por un queso en mal estado. Su madre la apuntó a danza y con cinco años ya bailaba El Danubio azul ante su colegio. Con 15, la célebre bailaora Carmen Amaya le permitió asistir a un ensayo… y ella acudió a diario durante seis meses, hasta que la Providencia le permitió cubrir una baja en aquel espectáculo justo antes de empezar la gira: se había aprendido los pasos solo con mirarlos. Así comenzó una carrera que, primero como bailaora y después como solista de castañuelas, la ha llevado a codearse con los más grandes de la música clásica del sigloXX. Y a sus 84 años sigue poniendo al público en pie. 

Si buscamos su nombre en internet encontramos vídeos que superan los 13 millones de visualizaciones, programas de conciertos en diferentes idiomas –fruto de sus actuaciones por 67 países– y reseñas musicales que descubren su estrechísima vinculación con figuras como Rostropóvich, Andrés Segovia, Shostakóvich o León Felipe. 

Coliseos como la Scala de Milán, el Hollywood Bowl de Los Ángeles, la Filarmónica de Berlín y el Carnegie Hall de Nueva York se han puesto en pie en cerrada ovación ante esta solista de castañuelas, que ha dejado con la boca abierta a famosos como Ronald Reagan, Grace Kelly, Marlon Brando o Henry Kissinger. Nacida en México D.F. pero española de adopción, lleva casi 70 años sobre los escenarios y sigue rompiendo moldes al atreverse a maridar  “sus pequeños instrumentos” –como llama a las castañuelas– con piezas de Bach o Scarlatti,  e instrumentos como el arpa. 

Pequeña de talle, expresiva en sus gestos, de conversación generosa y elegante ademán, atiende a un pequeño admirador –mi hijo de nueve años que me acompaña a la entrevista– con una ternura entrañable, que, sin embargo, convierte en brío, duende y virtuosismo en cada una de sus actuaciones. 

Su carisma es tal que Joaquín Rodrigo, célebre compositor de El concierto de Aranjuez, escribió dos piezas para ella, y el tenor Plácido Domingo le pidió que le acompañase en su reciente y aclamado regreso a Madrid. Por todo lo antedicho, resulta tan llamativo que una artista que ha abanderado con tanto éxito y orgullo el nombre y la cultura de España desde Líbano hasta Japón, pasando por Brasil, China, Alemania, Suiza o la URSS (fue la segunda española en actuar en suelo soviético, tras Antonio el bailarín), carezca en nuestro país del reconocimiento popular que merece. Sirva esta entrevista –realizada en el emblemático hotel Palace, de Madrid– para reparar tamaña injusticia y, sobre todo, para dar a conocer a la mujer creyente, disciplinada y familiar que es Lucero Tena.   

A sus 84 años sigue usted actuando. ¿De dónde saca la motivación para seguir subiendo al escenario?

La confianza y la ilusión que mantengo a mi edad es algo que Dios me da, aunque también va en mi carácter. Mi marido, Carlos, que murió hace muy poco después de 44 años juntos, y al que ahora llamo “mi ángel” porque siento cómo me sigue acompañando desde el cielo, me hizo prometerle que seguiría actuando cuando él faltase, porque sabía hasta qué punto mis pequeños instrumentos me hacen feliz. Así que también por él sigo trabajando y estudiando, y lo seguiré haciendo mientras las manos me respondan, porque es una forma de seguir siéndole fiel.

“El éxito y el cariño del público son algo maravilloso, pero la familia es lo más importante”

¿Qué importancia tiene el respaldo del matrimonio para desarrollarse en el ámbito profesional? Porque a veces parece que familia y trabajo están reñidos…

Que el matrimonio reme en la misma dirección es fundamental. Y para eso lo primero es hablar las cosas y dejarlas claras, desde antes de casarse. Mi marido ha sido para mí un apoyo del cien por cien. Yo le dije que, hasta que tuviéramos niños, quería seguir con mi carrera, y él me dijo que por supuesto. Finalmente, no pudimos tener hijos.  Y como me apoyaba en toda situación, me decía: “No te preocupes, Lucero, tú me tienes a mí y yo te tengo a ti”. Son cosas de Dios, porque de haber sido madre habría interrumpido mi carrera. Siempre he creído que lo primero son los hijos. 

Desde el fallecimiento de su esposo, lleva consigo esta fofografía donde aparecen juntos, que sacó del bolso durante la entrevista

¿Es difícil alcanzar el éxito profesional sin descuidar la familia?

El éxito y el cariño del público son algo maravilloso, pero la familia es lo más importante. Nuestra vida en común siempre fue muy feliz, porque nos tratábamos con todo respeto y amor, y aunque tuviéramos discusiones, nunca nos íbamos a dormir con rencores. En los últimos meses, durante su enfermedad, he estado todo el tiempo a su lado. Yo ya le había dicho: “Cuando te canses me lo dices, me retiro y nos dedicamos a vivir juntos”. Pero nunca se quejó. 

Ha dicho antes que sigue estudiando.

Sí. Cada día estudio y practico unas dos horas y media para mejorar, encontrar matices, probar… 

Es decir, que el talento solo no basta…

Con las castañuelas, como con cualquier cosa en la vida, la pasión y el talento son muy importantes, pero hay que acompañarlos de empeño y disciplina porque si no, se desperdician. A la ilusión hay que añadirle estudio, esfuerzo, trabajo y ser crítico con uno mismo para mejorarse cada día. Esto sirve para todos, y especialmente para los artistas, por respeto al público. La gran bailaora Carmen Amaya me enseñó algo que mantengo: al actuar me meto en mi mundo y trato de disfrutar al máximo, pero para hacerlo bien, hay que trabajar antes. 

“En la belleza y en la música, algo se enciende en el corazón y se percibe que está Dios”

Ese trabajo y su talento le han permitido actuar con algunos de los artistas más importantes del siglo xx. ¿Qué se aprende de los más grandes?

La importancia de la sencillez, de la humildad. Tengo muchísimos motivos para dar gracias a Dios, que siempre me ha cuidado y me ha dado una vida muy feliz, en la que he podido tratar con el gran compositor Khachaturian, con el maestro Rodrigo, con el violinista Leonid Kogan, con mi Slava Rostropóvich, que se hizo asiduo a mis actuaciones, con mi queridísimo Plácido Domingo, con la soprano Barbara Hendricks, y con muchísimos más. Y aunque cada uno tiene un carácter diferente, todos, cuanto más grandes son, más sencillos, y cuanto más humildes, más grandes son. 

¿La riqueza del folclore español tiene el reconocimiento que merece?

Debería valorarse más. En el extranjero conocen mucho el flamenco, pero en la cultura española tenemos una riqueza enorme: zarzuela, fandango, jota, todo el clásico español con Falla, Albéniz, Segovia, Rodrigo, Pittaluga, Granados, Tárrega… que no tienen el reconocimiento que deberían tener. En Europa o Rusia promueven más a sus artistas. Aquí hay intentos, pero queda mucho por hacer para dar a conocer la gran riqueza artística de España.

“La riqueza del folclore y del clásico español no tiene el reconocimiento que se merece tener”

¿La música eleva el alma a Dios?

¡Completamente! Cuando toco, percibo con claridad la presencia de Dios. En la belleza y en la música Él nos ilumina, hay algo que se enciende en el corazón y se percibe que está Él. Yo soy católica, apostólica, romana, practicante y con muchísima fe. Al cuello llevo mis Guadalupes, la de México, donde nací, y la de Extremadura, donde me casé, porque necesito mucho a Dios y a mi santísima Madre la Virgen.  

¿Y ayuda a mantener los pies en la tierra al llegar a lo más alto?

Sin duda. Algunos dicen que soy humilde, pero no es verdad, solo soy natural. Sé que lo que hago con las castañuelas no lo ha hecho nadie, pero no me comparo con otros, ni critico jamás a mis colegas. Si me piden opinión de alguien que no me gusta, prefiero decir que no quiero hablar, antes que criticarles.  Y en eso la fe me ayuda muchísimo.

¿Qué les diría a los jóvenes que la descubren a través de las redes sociales?

Es muy bonito. Hace poco un joven me esperó tras un concierto para decirme que me había visto en internet y que había sido inspiradora para él. A la juventud, los que nos vamos despidiendo con felicidad de este mundo tenemos que enseñarles a combinar pasión y disciplina, y a escuchar con humildad los consejos de los mayores.  

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