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“Las vocaciones surgen donde hay una autenticidad de vida cristiana, y esto es prioritario”

Don José Antonio Álvarez es desde 2018 rector del Seminario Conciliar de Madrid, donde actualmente se forman 84 seminaristas, jóvenes que han optado por nadar a contracorriente en una sociedad descristianizada. En conversación con Misión de cara al Día del Seminario, habla de la necesidad que el mundo tiene de sacerdotes, de cómo estos jóvenes llegan al seminario en medio de una cultura hostil y de la urgencia de que los católicos se involucren en el cuidado y fomento de las vocaciones sacerdotales.

Por Javier Lozano

Usted estudió en este mismo seminario de Madrid y ahora es su rector. ¿Cómo recuerda su paso por aquí como seminarista?
El seminario fue un hogar donde ir fraguando la experiencia vocacional, donde esa llamada del Señor se fue confirmando, y donde se consolidó todo lo que es propio de la formación, la vida de oración, la formación intelectual, la vida en comunidad, y sobre todo, el acompañamiento eclesial. Aquí fui verificando que lo que experimentaba no era una cuestión subjetiva, intimista, sino que tenía el reconocimiento por parte de la Iglesia, que la llamada venía del Señor y era para la misión de la Iglesia. El seminario siempre es una casa entrañable para un seminarista, porque es también el lugar donde ha ido creciendo y madurando en la fe, en la vocación y en la misión.

Por lo que cuenta, el seminario no es una fábrica de curas, tal y como muchos podrían pensar… 
Así es, el seminario es la comunidad formativa que acompaña la iniciativa de Dios, que es quien llama. La Iglesia secunda a través del seminario ese don, que es la vocación, que se vive de una manera también integral. Al final no es tanto un método que seguir o unas prácticas que cumplir, sino un proceso donde ir verificando que la llamada al sacerdocio configura toda la existencia de ese joven al que el Señor ha llamado. Por tanto, más que un lugar, yo siempre digo que el seminario es una comunidad, un ámbito en el que el propio seminarista, acompañado de la Iglesia, a través de los formadores, del rector, de sus directores espirituales y profesores, y de otros colaboradores van verificando esta llamada para que luego ese joven pueda dar la vida a favor de sus hermanos. 

Don José Antonio Álvarez lleva 20 años dedicados a la formación de los seminaristas de Madrid, los últimos cinco como rector.

¿Ha cambiado mucho la formación que reciben los seminaristas actuales con la que recibió usted mismo hace años en este lugar? 
La tarea de la formación sacerdotal siempre es la misma, porque es la que tuvo también el Señor, que acompañó a sus discípulos para hacer de ellos apóstoles enviados a la misión que les confió. Ahora bien, es verdad que esa tarea tiene que afrontar retos diferentes en cada época. ¿Por qué? Porque el Señor llama a personas, a hombres de carne y hueso, que son hijos de su tiempo, con lo que supone de virtudes, pero también de límites. Por ello, el seminario tiene que responder a cómo formar pastores en la época actual con los retos que tenemos. Es verdad que hoy son distintos a los de hace 30 años, en cuanto tenemos una situación eclesial, social y cultural que requiere afrontar otros desafíos, y por tanto, otras necesidades formativas. 

En una sociedad descristianizada e incluso hostil, ¿decir sí a la llamada de Dios es algo heroico?
Creo que cada vocación es un milagro de Dios, en cuanto que la llamada es obra suya. Es verdad que la respuesta a esa llamada requiere también hoy unas capacidades y unas virtudes que son contraculturales porque en el fondo la respuesta a la llamada al sacerdocio requiere también de fidelidad, constancia, autenticidad y docilidad al Espíritu Santo. Todas ellas son virtudes cristianas, pero en el contexto en el que hoy vivimos, una sociedad descristianizada, parece que llaman más la atención, porque son menos habituales. Por otro lado, la llamada y el testimonio de los seminaristas y sacerdotes son un signo elocuente de que Dios sigue acompañando a su pueblo, y de que no ha abandonado a los hombres. 

¿Cómo son los jóvenes que llegan ahora al seminario? 
Son jóvenes intelectualmente preparados, suelen ser universitarios, entusiastas, con grandes ideales y proyectos, con ilusiones… ¿Cuáles son sus límites? También los propios de su tiempo. Como jóvenes que son necesitan crecer en perseverancia, estabilidad o compromiso constante y fiel. Estas son a veces las tareas que necesitamos potenciar más en este momento vital de sus vidas…

¿Hay algún aspecto más a tener en cuenta?
Hoy hay un tema que suele también acompañar mucho a nuestros jóvenes, que es el mundo emocional, el emotivismo, que como toda realidad tiene su parte positiva, pero también sus límites y sus retos. Una emotividad desconectada de la razón, de la voluntad, es un peligro hoy. Y eso también puede ocurrir en los procesos vocacionales. Personas que se han introducido en la experiencia de la fe, en el seguimiento de Cristo, también vocacionalmente, hay que afianzarlas en la perseverancia, la fidelidad, el compromiso y la estabilidad. Estos son los desafíos más acuciantes que tenemos.

¿Cómo se prepara en el seminario para estos nuevos retos a los que se enfrentan?
Hay varias dimensiones de la formación que hoy son esenciales. En primer lugar, es muy importante una formación humana, recia y madura. ¿Por qué? Porque el que va a ser sacerdote el día de mañana es un hombre, y es un hombre llamado por Cristo. Pero Cristo manifiesta también una humanidad plena, y por tanto los sacerdotes estamos llamados también a ser hombres auténticos, maduros, estables. En segundo lugar, creo que es muy importante la formación espiritual, que nuestros jóvenes seminaristas sean hombres verdaderamente de oración, hombres de Dios, donde el Evangelio guíe sus pasos y oriente sus decisiones en todos los ámbitos de su existencia. 

“Es muy importante la formación espiritual, que nuestros jóvenes seminaristas sean hombres verdaderamente de oración”

Un tercer elemento imprescindible es la comunidad como ámbito propio de la formación sacerdotal. No es posible hoy, nunca lo ha sido, vivir la fe solo. En este momento histórico, es necesario tener una comunidad. El francotirador tiene los días contados, pues un cristiano solo es un triste cristiano.

Y cuarto, necesitamos formar pastores misioneros, sacerdotes que tengan el ardor apostólico de Cristo de llevar el Evangelio a todos los pueblos y a todas las gentes. En Madrid o en nuestras ciudades europeas son muchos los que no conocen al Señor, por lo que los sacerdotes del mañana tienen que ser profundamente misioneros para llegar a esos ambientes donde Jesucristo no es amado.

En Occidente, los católicos a veces parecen resignarse a que haya menos sacerdotes, ¿por qué es tan importante que haya vocaciones al sacerdocio?
El sacerdote ministerial es esencial en la vida de la Iglesia. Así lo quiso el Señor, y así lo dispuso. De entre los muchos que le seguían, Él quiso llamar a doce, para que estuvieran con Él y para enviarles a predicar. El ministerio apostólico se enraíza en el designio de Dios y hoy continúa siendo esencial en la vida de la iglesia, a través del ministerio ordenado. El ministerio ordenado garantiza la presencia de Cristo en la Eucaristía, la gracia de los sacramentos y la comunidad presidida en el nombre del Señor. Y, por tanto, este ministerio es esencial en la vida de la iglesia. De lo contrario, la Iglesia no sería plenamente la Iglesia que Cristo estableció y dispuso. 

¿Qué se puede hacer para que haya más vocaciones?
Pimero, rezar, seguir el mandato del Señor: “Rogad, pues, al Señor de la mies, que envié obreros a su mies”. Debemos favorecer también en nuestras comunidades cristianas una oración de súplica al Padre, y confiar en el poder de la oración. En segundo lugar, las vocaciones a los distintos y diversos estados de vida surgen donde hay autenticidad de vida cristiana y donde hay deseo de hacer la voluntad del Padre. Y tercero, creo que es esencial vivir con gozo nuestra vocación, cada uno a la que el Señor le ha concedido. Es importante vivir la fe y la vocación como don verdadero de Dios.

“Sin sacerdotes, la Iglesia no sería plenamente la Iglesia que Cristo estableció y dispuso”

¿Cómo es el día a día de un seminarista?
Lo primero es vivir todo en clave de seguimiento de Cristo y esto sucede desde que nos levantamos, donde lo primero que hacemos es acudir a la capilla. Tras desayunar, que se vive también como un tiempo de comunidad, llega el tiempo de las clases en la universidad, que ocupan toda la mañana hasta la hora de la comida. Es muy importante descubrir esta formación intelectual en la clave del seguimiento de Cristo. Seguir a Cristo supone también conocerle y esto exige del estudio teológico. 

Después de comer hay un tiempo de convivencia comunitaria, de compartir. Por la tarde continúa el tiempo de estudio más personal, y después tenemos la celebración de la Eucaristía como momento central, como la fuente de nuestra vida, y desde donde el seguimiento de Cristo se hace presencia viva y real en la Eucaristía. Después ya en la noche hay también un tiempo de recreación antes del tiempo de descanso.

Un seminario como el de Madrid debe muchas necesidades. ¿Cómo se puede ayudar?
El seminario es una institución que forma parte de la diócesis y en la que todos, digamos, contribuimos de distinta manera. Y una de las formas de contribuir a la formación sacerdotal es también con la ayuda económica. De hecho, uno de los objetivos del Día del Seminario es hacer consciente a toda la diócesis de que todos los seminaristas que aquí se forman son becados. Sin los benefactores, sin su contribución económica y sin su oración, esta tarea de la formación sacerdotal no podría llevarse a cabo. Me gustaría mostrar que el seminario es parte esencial de todos porque los sacerdotes los somos no para nosotros mismos, sino para servir al pueblo de Dios. Nuestra vida y nuestro ministerio no se entenderá si no es en relación con un pueblo con el que caminamos, servimos y del que también agradecidamente hemos recibido lo que somos.

El seminario de Madrid en cifras

En el curso 2022/2023 hay un total de 84 seminaristas en el Seminario Conciliar de Madrid.

La formación dura 8 años desde que ingresan al seminario hasta que son ordenados sacerdotes.

7 formadores y 3 directores espirituales acompañan a los seminaristas en este periodo.

El coste de alojamiento, manutención y formación por seminarista es de 15.000 euros/año.

Puede contribuir a la formación de los seminaristas de Madrid a través de este link.

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