La revista más leída por las familias católicas de España

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Hermanos

Tu hermano, tu “otro yo”

Frater, “hermano”, equivale a decir fere alter, “casi otro”. Un hermano es casi una prolongación de uno mismo, ya que juntos reciben el patrimonio más valioso que pueden dejarles los padres: su amor, sus costumbres y tradiciones, y los cimientos para la vida. La fraternidad bien vivida es una escuela de convivencia que prepara para ser mejor hijo, mejor cónyuge y padre, y mejor ciudadano, pero es algo que hay que trabajar y encauzar desde la primera infancia.

Por Javier Lozano

Artículo publicado en la edición número 68 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

Blanca y Berenguela eran hijas de Alfonso VIII, rey de Castilla, y de Leonor Plantagenet. Aunque se sabían llamadas a ocupar papeles importantes en su época, seguramente no intuyeron lo importante que sería su legado. En tiempos de intrigas y luchas de poder, entre ambas siempre hubo cariño y un gran sentido de amor fraterno, aun cuando la distancia y sus responsabilidades las separaron físicamente. Así ha quedado de manifiesto en la correspondencia que sostuvieron cuando Blanca era ya reina de Francia, y Berenguela, de Castilla. Estas hermanas, a su vez, fueron las madres de dos grandes reyes de la cristiandad en la Edad Media, que además llegaron a ser santos: san Luis de Francia (Luis IX) y san Fernando (Fernando III el Santo). 

Una buena y sana relación fraternal puede propiciar frutos sorprendentes que cambian el curso de la historia (también de la historia particular de cada familia). Otro tanto puede ocurrir si la relación se tensa y llega a ser fuente de conflicto. El propio Jesús advirtió: “Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado” (Mt 12, 25). ¡Cuántos países se han venido abajo por envidias y rivalidades entre hermanos!  Y sin tener que mirar tan alto: ¡cuántas empresas exitosas se han hundido por enemistades! Pero más importante aún: ¡cuántas familias se han roto por discordias y rencillas entre hermanos!

“La relación con tus hermanos te prepara para ser mejor hijo, y mejor cónyuge y padre”

Escuela de convivencia

Cuidar la relación entre los hermanos es una cuestión de gran envergadura. Los hermanos son parte de una escuela de vida que tiene tres peldaños: primero se aprende a ser hijo, luego a ser hermano y por último a ser esposos y padres. “Los hermanos te han tocado, a diferencia de los amigos, que los eliges tú. A los hermanos tienes que aprender a quererlos y eso te prepara para luego amar a otra persona. Esa capacidad de renunciar a uno mismo se aprende, fundamentalmente, al ser hermanos”, explica a Misión Tasio Pérez, psicólogo experto en terapia familiar y profesor de la Universidad Francisco de Vitoria. 

Los hermanos comparten los juguetes, el dormitorio y los recursos disponibles en la familia. Con ellos se aprende a ceder el puesto, a tolerar la frustración, a aceptar las diferencias, a compartir para que el corazón se ensanche, a acompañar a otros, a querer incondicionalmente, ¡y tantas lecciones más! Todas ellas son esenciales mucho más allá de la niñez, como demuestran los estudios. Recientemente, la Universidad Estatal de Ohio ha puesto de manifiesto que crecer con hermanos reduce la posibilidad de divorcio en la edad adulta, ya que capacita para afrontar mejor las dificultades propias del matrimonio. Los hermanos ayudan a desarrollar todas esas habilidades propias de la convivencia familiar en la infancia que sirven de base para todas las relaciones futuras: con los compañeros de trabajo, los amigos y, sobre todo, con el cónyuge y con los propios hijos.

Lograr un buen trato

La experiencia de muchos atestigua que si una verdadera fraternidad  es algo dulce y entrañable hasta el extremo, nada hay más devastador que el odio o la rivalidad entre los propios hermanos. Pero aunque se promueva un ambiente de fraternidad en la familia, este aprendizaje por lo general no sale solo. Los padres tienen que estar atentos para encauzar y orientar el trato entre sus hijos, ¿pues qué padres pueden levantar la mano y decir que sus hijos nunca se pelean? 

Es lo que ha hecho Verónica Medina, madre de cuatro hijos y profesora, quien cuenta a Misión que tuvo una infancia difícil, con discusiones continuas en casa.  “Como madre tenía muy claro que quería cuidar mucho el trato entre mis hijos, sobre todo en los detalles, como las miradas y los gestos”, explica. Sus cuatro hijos, todos varones, comparten un mismo dormitorio y, aun así, tienen una muy buena relación. 

Junto con su marido, Verónica estuvo atenta para cortar de raíz todo mal trato entre sus hijos desde que eran muy pequeños. “Nunca les dejamos que se miraran mal. Una mala mirada o un gesto feo a veces pueden herir más que una palabra. Y vimos también que nosotros dos éramos los primeros que teníamos que dar ejemplo. Los hijos perciben si somos amables el uno con el otro, si nosotros tenemos detalles de cariño… Al final ellos imitan lo que han visto”.

Tanto Verónica como su marido tienen claro que este  “ejemplo es lo que arrastra” y por ello tratan de no discutir delante de los hijos, ser amables entre ellos y sobre todo que el amor se palpe”, agrega. 

El ejemplo arrastra y los hijos se tratan entre ellos según vean que lo hacen sus padres entre sí

El tesoro de los hijos

Tasio Pérez destaca la importancia de que los hijos sientan que sus padres les ven como un tesoro. “Un niño percibe que su padre se alegra por su vida. Si yo me siento valioso para mi padre, eso me ayuda a querer más a mi hermano, porque yo tengo valor y mi hermano también. Cuando veo cómo mi padre quiere a mi hermano, pero también me quiere a mí, descubro que al igual que yo soy un tesoro para mi padre, mi hermano también lo es. Y los niños tienden a querer a quienes quieren los padres”, destaca este psicólogo.

Tasio recomienda a los padres crear rituales y rutinas de unión en la familia que permitan generar esa fraternidad a largo plazo. Es bueno acostumbrar a los hijos adolescentes o que entran en la juventud a pasar días de vacaciones todos juntos, a comer en familia, o incluso a hacer alguna peregrinación conjunta. En su opinión, “hay que generar momentos familiares, que disfruten en familia para que cuando los padres ya no estén ellos sigan haciéndolo, pues se les queda grabado”.

Estos son los cimientos en los que ir construyendo esta fraternidad. Si tienen buena relación en la infancia, es más probable que se mantenga para el resto de la vida. 

Cambios posibles

Este experto en terapia familiar recuerda que no tener relación con alguien de tu propia sangre supone una ruptura psicológica y anímica. Entre los enfermos de cuidados paliativos –señala Pérez–, una de las confesiones que más escuchan quienes les acompañan es que se arrepienten de haber perdido la relación con sus hermanos, y el anhelo de muchos de ellos al final de sus vidas es reconciliarse. “Por muy adulto que seas, siempre eres hijo y hermano”, sentencia.

Por su parte, Verónica ha conseguido transformar la experiencia de su infancia gracias en gran medida a sus propios hijos, pues junto a su marido ha logrado fomentar este  cariño fraterno en su familia que a ella misma le costó vivir de niña.  “El ver en mis hijos cómo debe ser una buena relación entre hermanos también me ha servido a mí para estar más pendiente de mis hermanos y más unida a ellos. Me he acercado mucho a mis hermanos gracias a mis propios hijos”, concluye.  

Deberes entre hermanos

En ocasiones por riñas o heridas del pasado, y en otras por un distanciamiento paulatino, únicamente por seguir sendas distintas en la vida, la relación entre los hermanos se enfría. Te recordamos los deberes fraternos, esos que existen simplemente por el hecho de compartir un vínculo natural.  

Cariño. Los hermanos se deben cariño y amor fraterno; no pueden guardarse rencor entre ellos. Existe la obligación de amar a los miembros de la propia familia con preferencia sobre las demás personas. 

Unión. Algunos de los momentos críticos entre hermanos que expone cómo es su relación son el reparto de testamentos y herencias, o la gestión de negocios familiares. La unión fraterna debe anteponer los intereses de todos a los intereses personales.

Apoyo. Frater, “hermano”, tiene la misma raíz que fere alter, “casi otro”. Por el vínculo de la sangre, un hermano es como una prolongación de nosotros mismos. Y sólo por ello existe el deber de acompañar y estar cerca del hermano, sobre todo si experimenta alguna situación compleja en su vida y necesita de su hermano como una muleta en la que apoyarse.

Ayuda. En la medida de las posibilidades de cada uno, este vínculo exige brindarse mutuamente ayuda material y espiritual. Incluso cuando alguno ha muerto, los demás hermanos deben rezar y ofrecer misas por su alma.

Artículo publicado en la edición número 68 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

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