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Vincent Mottez: «El Sagrado Corazón se convirtió en el símbolo natural de la Guerra de La Vendée»

Fueron masacrados por su fe católica, por amor a sus tradiciones y a sus costumbres. La sangre de los miles de católicos que se alzaron al grito de “Por Dios y por el rey” contra el terror de la Revolución Francesa en La Vendée llega este 15 de septiembre a los cines españoles para relatar una historia real que durante mucho tiempo ha sido un tema tabú en Francia. El testimonio de estos campesinos, artesanos y nobles católicos que pusieron en jaque a la Revolución y derramaron su sangre cobra fuerza de la mano de François de Charette, uno de estos grandes líderes vandeanos, que protagoniza "Vencer o Morir", y que relata al espectador la gran epopeya católica de esta región occidental de Francia.

Por Javier Lozano

Vincent Mottez es el codirector y guionista de Vencer o Morir, película producida por Puy du Fou Films Francia, y que, pese al revuelo y boicot que sufrió por una buena parte de los medios franceses, consiguió más de 300.000 espectadores. En conversación con Misión, explica la trascendencia de una película que pretende honrar la memoria de los miles de franceses católicos que se alzaron contra el terror defendiendo con su vida lo más grande que tenían: su fe y sus tradiciones.

Entre los propios franceses la Guerra de La Vendée es bastante desconocida. ¿Conocía esta historia antes de que le propusieran dirigir esta película?
Es verdad que la Guerra de La Vendée no es muy conocida por los franceses, o al menos hasta ahora. Se puede decir que ha sido un tema un poco tabú en la historia de la Francia. Yo la conocía bien. Estudié mucho la historia de la Revolución Francesa y La Vendée formaba parte de los temas interesantes en ese capítulo. Cuando desde Puy du Fou se pusieron en contacto conmigo se sorprendieron al darse cuenta de que yo conocía este tema. Cuento una anécdota: cuando me llamaron la primera vez pensaban que no sabía siquiera quién era Charette. Pero yo conocía hasta sus frases. Y entonces me dijeron: “Creo que podemos trabajar juntos” (ríe).

Ha dicho que ha sido un tema tabú. ¿Por qué?
Sí, es cierto. El filme permite recordar que la Revolución Francesa se hizo de una manera brutal y sangrienta. Había sido bien recibida durante los primeros días porque había necesidad de reformas para las cuales el pueblo estaba de acuerdo, hasta en la Vendée. Incluso el rey quería ciertas reformas. Pero la Revolución Francesa cogió un camino de gran opresión que no fue bien aceptado por la población que vivía en los campos. Se veía como algo hecho por las élites burguesas parisinas. Cuando se observa la sociología de aquel parlamento se veían muchos abogados, magistrados… Pero en Francia, el 90 o 95% eran campesinos, muy católicos y que no comprendían las exigencias de esta revolución que les pedía dar la espalda a sus tradiciones, a sus costumbres y en definitiva, a su religión. Además, se les pedía ir a la guerra a fronteras lejanas y enviar allí a sus hijos cuando nunca habían hecho servicio militar durante el régimen anterior. La Revolución Francesa progresivamente se fue percibiendo como algo que no se hacía a favor del pueblo sino en contra del pueblo.

Vincent Mottez confiesa que «Vencer o Morir», su primer largometraje, le ha cambiado la vida

Vencer o Morir presenta importantes dilemas. Se ve la profunda fe de un pueblo, pero también la tentación de la venganza.
Así es. Esta guerra fue muy complicada para el ejercito católico y real. Fue una guerra civil, franceses contra franceses. Vosotros los españoles sabéis lo duro que es esto. Los principios de la guerra planteaban dificultades para los generales católicos porque confrontaba su fe, sus principios de caridad cristiana. Pero en la guerra se vieron muchos perdones, numerosas medidas de gracia en el bando de los vandeanos.

¿Por ejemplo?
Está el famoso perdón de Bonchamps (del general vandeano Charles de Bonchamps). Antes de atravesar el Loira, su ejército apresó a 5.000 soldados republicanos. Los vandeanos en ese momento eran ya fuertemente perseguidos, el terror contra ellos ya había comenzado y eran masacrados sistemáticamente sin ningún tipo de medida de gracia. Los vandeanos querían matar a estos capturados como venganza, pero Bonchamps, que estaba herido de muerte y falleció pocos días después, pidió la gracia para ellos. Su gente le decía que estos soldados luego se volverían contra ellos. Pero el general vandeano les dijo: “¿Por qué estamos peleamos? No somos como ellos. Y si somos como ellos todo esto no sirve para nada”. Finalmente su última voluntad fue cumplida y los presos fueron liberados. Es cierto que hubo ocasiones en las que tuvieron que fusilar. Después de la matanza de Quiberon, donde cientos de vandeanos fueron fusilados, Charette tenía bajo su control a 300 presos y se sintió obligado a fusilarlos. Pero sabemos que es algo que tuvo que justificar ante los sacerdotes y que torturó largamente su conciencia.

La fe católica de los vandeanos fue un elemento central. ¿Cómo ha querido mostrarla a los espectadores?
Es cierto que la cuestión de la fe fue fundamental, pero nosotros debemos acercarnos a estos vandeanos del siglo XVIII y no al revés, comprender qué es lo que les animaba, qué era la fe para ellos. Tuvimos una importante renovación religiosa en Francia en el siglo XVIII, sobre todo en el oeste. Pienso en San Luis María Grignion de Montfort, por ejemplo. Él fue quien distribuyó en toda esta zona los símbolos del Sagrado Corazón. Esto fue antes de la guerra. Pero espontáneamente los vandeanos adoptaron este símbolo como una identificación. Cuando empezaron a pelear colocaron esos signos en sus trajes y estandartes. Y el Sagrado Corazón se convirtió en el símbolo natural de la Guerra de La Vendée.

¿Tan fundamental fue para ellos en la lucha?
Gritaban “Por Dios y el rey”, pero antes siempre iba Dios. Los vandeanos son un pueblo trabajador, concienzudo, discreto, callado. No hablan mucho. Conozco bien esta tierra pues he ido mucho allí. Son gente solidaria, pero si se les toca su fe son capaces de todo. Hay otra cosa que no hay que olvidar. Los que fueron a la guerra eran trabajadores, zapateros, artesanos, campesinos… Lo dejaron todo para ir a la guerra, sus familias, las granjas… todo. Les quemaron sus granjas, mataron a sus hijos. Lo perdieron todo. Hay que tener una fe muy fuerte para hacer todo lo que hicieron.

Los vandeanos fueron perseguidos y masacrados por las columnas infernales, que quemaron todo lo que encontraron a su paso.

¿Qué es lo que más le llamó la atención del personaje de Charette?
Charette tiene una dimensión heroica, era un gran oficial. Pero lo que más me interesa de él son, paradójicamente, sus defectos y sus debilidades, comparado con otros generales del ejército católico, por ejemplo, el marqués Henri de La Rochejaquelein, que nunca cometió errores. Al final de su vida, la marquesa (su viuda) decía que no encontrarían nada que echarle en cara a este general, porque consagró toda su vida al servicio de la causa, sin pensar en sus propios intereses.

Charette, sin embargo, era un bon vivant, le gustaban las mujeres, la comida, las fiestas… Según mi opinión, Charette era alguien que entró en la marina, que se casó con una mujer 14 años mayor que él y que pensaba que su vida ya estaba detrás de él. Había vivido una vida de aventuras en América y en el Mediterráneo. Estaba retirado en La Vendée con tan sólo 30 años y creía que todo estaba ya acabado para él. Pero todo iba a empezar. Se lanzó por unos anhelos vitales, por una necesidad, y esto le hace muy simpático para mí. No podía dar la espalda a su destino y cuando fueron los campesinos a buscarle vio que no estaba viviendo el final sino que todo realmente empezaba en ese instante.

Este ha sido su primer largometraje. ¿Cómo ha sido la experiencia?
Ha sido una experiencia llena de sorpresas de principio a fin. Es un filme atípico, en todos los sentidos de la palabra, tanto en la preparación para la película como en la forma de rodarse. Provengo del mundo del documental, pero creo que mi falta de experiencia en el cine paradójicamente nos ha ayudado para no tener miedo a intentar cosas que parecían imposibles. Tuvimos tres semanas para el rodaje y si hubiéramos puesto sobre el papel todas las cosas que habíamos considerado no hubiésemos podido hacer la película.

¿Qué ha supuesto para usted como director contar con la ayuda de toda la estructura de Puy du Fou?
Puy du Fou nos ayudó para compensar el presupuesto más bien pequeño que teníamos para poder realizar una película de época. Es lo que llaman production values, pues aportaron especialistas, animales, coreógrafos, personas entrenadas que participaba en los combates. También trajes y todo tipo de vestuario. Son elementos que cuestan mucho dinero. Puy du Fou tiene recursos propios considerables en este ámbito y compensó las carencias del presupuesto.

¿Le ha transformado esta película?
Esta película ha cambiado mi vida. Profesionalmente, es una película que creo que perdurará en el tiempo. Vencer o Morir me ha marcado profundamente porque es una aventura humana, he hecho muchas amistades con los actores y con las personas de producción. Creo que en la vida ciertos proyectos son importantes porque se hacen por una buena causa. Charette decía al final de la película que pensaba en aquellos que murieron a lo largo del camino, sin nombre, sin sepultura. Miles de vandeanos murieron así y habían sido olvidados. Esta película les rinde homenaje, lo que me hace sentir muy orgulloso.

¿Qué querría decir a los espectadores españoles?
Me alegra mucho saber que esta película se va a encontrar con el público español. Hay países que tienen una cierta sensibilidad para comprender el mensaje de esta película. Es una fábula atemporal del oprimido contra el opresor, de David contra Goliat. Pero creo que particularmente en España puede tener una resonancia porque es un país hermano. Cuando estoy en España no me siento extranjero, estoy con personas con las que me entiendo. Por ello, aquí el tema que aborda la película puede ser muy bien comprendido, cumpliendo perfectamente el objetivo para el que fue hecha.


EL ALZAMIENTO CATÓLICO DE LA VENDÉE

Durante la Revolución Francesa, en un contexto de laicismo y derribo del Antiguo Régimen, en el oeste del país hubo levantamientos de la población en defensa de su fe católica y del rey, guillotinado en 1793. Especialmente masivo fue el que se produjo en la región de La Vendée. Allí, campesinos, comerciantes, artesanos y nobles se unieron y lucharon juntos por su fe católica y en defensa de la monarquía. Estos ciudadanos de la Francia más rural miraban a París con recelo por los ataques a su fe, sus costumbres y sus tradiciones.

El ataque a la religión fue uno de los aspectos que hizo estallar el descontento de los vandeanos, concretamente la Constitución Civil del Clero, la cual exigía a los sacerdotes jurar fidelidad a la Revolución y no a Roma. Sin embargo, la mayoría de los sacerdotes se negaron, motivo por el cual fueron perseguidos, obligándolos a esconderse. Muchos vandeanos empezaron entonces a visitarlos en secreto, aun a riesgo de su seguridad.

La Vendée era una región muy religiosa, en buena parte por el papel que jugó San Luis María Grignion de Montfort, conocido como el misionero de La Vendée. Décadas antes de la guerra y de que este pueblo fuera masacrado por los revolucionarios, este gran santo evangelizó el oeste francés y en cierto modo, y sin saberlo, lo preparó para el martirio que llegaría más adelante. De ahí la fuerza de la fe de un pueblo que salió valientemente en defensa de Dios y de la Iglesia.

La mecha que finalmente haría estallar este alzamiento se produjo cuando la Convención ordenó una leva de 300.000 hombres para batallar en las guerras iniciadas en Europa. Los vandeanos, mayoritariamente monárquicos, no querían enviar a sus hijos a estas guerras y unido a las anteriores afrentas sufridas durante años prendió la mecha del levantamiento popular.

Miles de vandeanos se unieron en esta contrarrevolución liderados por personajes míticos como Jacques Cathelineau, Henri de La Rochejaquelein o François de Charette, protagonista de Vencer o Morir. Este ejército católico infringió importantes derrotas a las tropas de la convención bajo los estandartes con el lema “Dios y el rey”, a pesar de estar mal armados y no tener experiencia militar.

Tras estas humillantes derrotas para los revolucionarios la Convención tomó la decisión de acabar completamente contra los alzados católicos y realistas. Sus técnicas fueron brutales y no dudaron en masacrar todo lo que tenían delante, asesinado a mujeres, niños y ancianos. Realizaron fusilamientos masivos e incluso hundían barcas en el Loira con vandeanos dentro para que se ahogaran. Las denominadas «columnas infernales» tenían la misión de limpiar esta región de vandeanos, sin dejar a nadie con vida. El número de muertos por la represión revolucionaria en la Vendée superó ampliamente los 100.000.

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