Por Isabel Molina Estrada
Artículo publicado en la edición número 63 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
Es abogada matrimonialista, y a su despacho llegan a diario personas cuyos matrimonios están a punto de romperse. “Viene una mujer furiosa… Después de hablarme pestes del marido durante tres horas, le digo: ‘Vale, todo eso está bien, ¿pero tú lo quieres?’. Se queda mirándome como diciendo: ‘¿Es posible que esta mujer, que podría ganar dinero conmigo, me esté preguntando si quiero a mi marido?’. Porque si contesta que sí, sabe que nos olvidamos de los papeles y comenzamos la reconquista”, cuenta.
La historia se repite una y otra vez, porque Clara no quiere vivir del desamor, quiere vivir de reconquistas. Entiende que su misión es primero “calibrar” si el problema se puede resolver fuera de los juzgados: “Si me toca ponerme la toga, me la pongo, pero no quiero que mis clientes sean carne de cañón. Yo no quiero hacer caja en la tierra, sino en el Cielo, porque no veo en ellos dinero, veo familias”, explica para Misión.
El flechazo
Parece una misión imposible, lo que ocurre es que su historia, que siempre ha ido por estos derroteros, tiene ahora, además, un “truco”. Hace tres años Clara estaba de viaje en Roma, y el día antes de regresar a España, entró en un anticuario. Allí encontró una talla en madera de 37 cm con la que tuvo “un flechazo”: “Una Virgen tierna, que coge al Niño en sus brazos como nos coge a nosotros cuando no podemos más con una situación concreta”. “Mis amigas me decían: ‘¿Cómo te vas a comprar una Virgen?’. Luego entendí que esta Virgen no era solo para mí. En ese encuentro con Ella vi que se quería servir de mí parar llevar esta imagen a muchísimas familias que lo están pasando mal”.
Se trajo la talla a España y la puso en su despacho. ¡Cuál no sería su sorpresa cuando notó que la Virgen no pasaba desapercibida! Sus clientes, como le había ocurrido a ella, fijaban su mirada en la imagen. Entonces, comenzó a hacer réplicas en polvo de alabastro para venderlas a quienes se las pedían.
“Miles de personas tienen ya en sus casas a la Virgen de la Alegría. En tres años me ha dado tiempo a hacer muchas réplicas”.
Tantas, asegura, que ha perdido la cuenta: “No me quedo con los nombres de quienes me la encargan, porque esta labor no es mía, yo solo soy la secretaria de la Virgen”. Tanto es así que aunque Clara no cuenta con ningún profesional del márketing que la ayude, los pedidos no paran de llegar.
Una última oportunidad
Clara no quiere que nadie se quede sin rezarle a la Virgen, ni siquiera aquellos que dicen no tener medios para comprarla. “A veces he tenido que regalarla a mis clientes para pedirles que, antes de tomar la decisión de divorciarse, por favor, se den una última oportunidad: que le hablen a Ella, que le pidan paz en el corazón, o que se den un tiempo”.
Y es que, según explica, la Virgen de la Alegría llega a las casas para dar esperanza de que todo se puede solucionar: “Uno de los regalos que me ha dado la Virgen de la Alegría es que, al tenerla en mi despacho, las personas que entran le vuelven a dar importancia a su familia. Un matrimonio es algo muy sagrado como para romperlo por cualquier chorrada”.
Artículo publicado en la edición número 63 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.