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Rescate provida

Así se hace un rescate provida que el Gobierno quiere prohibir

F., como la gran mayoría de mujeres que acuden a abortar, lo hace presionada por múltiples factores. Solo los grupos provida ofrecen a las embarazadas ayudas reales, a pesar de que el Gobierno quiera equiparar su actividad con la de los maltratadores.Misión asiste, en primera línea, a un rescate frente a un centro abortista.

Por José Antonio Méndez / Fotografía: Isabel Permuy

Artículo publicado en la edición número 63 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

Aunque más tarde nos enteraremos de su nombre, vamos a llamarla F. No llega a los 40 años, es de origen extranjero y en casa ha dejado a sus dos hijos, fruto de la unión con su expareja. Como es sábado por la mañana, F. ha podido dejarlos a cargo del hombre con quien ahora vive… y que es el padre del bebé que tiene en su vientre. Ambos llevan en paro desde que comenzó la pandemia, aunque en menos de una semana F. va a empezar a trabajar, por fin, como peón de descarga en un comercio.

Camina con paso errático, casi arrastrándose por la acera, como impulsada por una voluntad invisible que no es la suya. A unos 50 metros de la entrada del abortorio en el que tiene cita, se detiene dubitativa.

En ese momento, dos jóvenes rescatadoras provida (Ana y Saskia), se le acercan despacio, con toda prudencia y la mejor de sus sonrisas, a pesar de las mascarillas. Se presentan, le preguntan si está embarazada (los síntomas de la gestación son, de hecho, discretamente evidentes), le dan la enhorabuena por el bebé y se ofrecen a F. por si necesita algún tipo de ayuda con el embarazo.

Ella lo agradece y les dice que, a decir verdad, sí que habría necesitado ayuda, pero ya tiene cita para abortar. “Aún estás a tiempo. ¿Qué necesitas para no abortar?”, le pregunta Conrado Giménez, presidente de la Fundación Madrina, a quien las dos jóvenes rescatadoras han pedido (con una mirada) que se acercase, tras escuchar la petición de F.

Visiblemente aliviada, la mujer cuenta su situación y explica qué presiones le han llevado hasta allí. “Su pareja le ha dicho que aborte –revela después Conrado a Misión, que es testigo de la escena desde una acera aledaña–. Le da pavor que si tiene al bebé, él la abandone como hizo su otra pareja y se vea sola con los tres niños. Porque, además, en Servicios Sociales le han dicho que si sigue adelante con su embarazo no podrá mantener a los tres y terminarán quitándole al bebé y también a los otros dos. Es una de las amenazas más frecuentes a las que se enfrentan las mujeres que abortan por problemas económicos”.

Al escuchar que pueden ayudarle, F. explica qué presiones la han llevado a pedir cita

Como a F. es la primera vez que le ofrecen ayuda, se explaya y revela que después de tanto tiempo en paro, teme empezar embarazada su nuevo trabajo y que acaben despidiéndola. Un miedo nada infundado, ya que el 63 % de las españolas afirman haber sufrido mobbing maternal –discriminación laboral por ser madre, y especialmente por quedarse embarazada–, según el informe El ‘mobbing maternal’ a debate de la plataforma Women of the World.

Conrado Giménez explica a F. que su fundación, igual que otras como RedMadre, Adevida o +Vida, pueden ayudarle a encontrar un mejor empleo acorde a su situación. También con asesoría médica, ayuda material y alimentos para toda la familia durante el embarazo, y con ropa, enseres y alimentación infantil durante los primeros años de vida del bebé. Además, se ofrecen a hacerle una ecografía (ningún médico le ha hecho una aún y tampoco se la harán en el abortorio), en la Ambulancia Vida, aparcada a pocos metros de distancia, donde espera la doctora Ondina Vélez.

F. les da las gracias, se queda con los datos de la Fundación y le da su número a Conrado. Una sombra de miedo cruza de nuevo su rostro y les dice que va a llamar a su pareja para consultarle. Cuando se aleja, la doctora Vélez, las dos rescatadoras y el presidente de Madrina permanecen en la esquina, enfrascados en buscar el mejor plan de ayuda para ella.

Pero su conversación dura poco. Cabizbaja, F. regresa. Su pareja le ha dicho que tiene que abortar. Desde el centro abortista también la han llamado para insistirle, porque si no acude ya perderá la cita “y todo va a ser mucho más difícil”. Ana, Saskia, Conrado y Ondina la escuchan compadecidos. Ninguno insiste. “Lo que me salía era abrazarla, pero ni eso he querido hacer”, nos dirá después Ana. Al despedirse, le explican que también al salir pueden ayudarla con lo que necesite para cuidar de sus hijos y a superar el síndrome postaborto.

“Parece un fracaso –nos comenta al final Conrado–, pero no lo es. Por desgracia no hemos podido salvar a ese bebé, pero ella ya nos ha conocido y vamos a poder ayudar a su familia. Hemos atendido a miles de mujeres y la experiencia nos ha enseñado que las que están en su situación suelen quedarse embarazadas de nuevo, casi siempre al cambiar de pareja. Entonces se ponen en contacto con nosotros y nos dicen: ‘Yo aborté una vez y no quiero volver a pasar por eso jamás. Por favor, ayudadme’. Así que a este bebé no le hemos salvado…pero seguramente lo haremos con su próximo hermano”.

Artículo publicado en la edición número 63 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

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