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¿Cuál es para Bear Grylls la mayor de sus aventuras?

Te invitan a una expedición que cambiará tu vida. Alaska, el Sáhara, el Ártico... Pero hay otra aún más apasionante, más cerca de lo que imaginas

Por  José Antonio Méndez

Nadar en manglares infestados de cocodrilos, beber sangre de serpiente. Vadear ríos de Alaska a 30 grados bajo cero, cruzar el Sáhara, surcar el Ártico en un bote hinchable… Ninguna de esas es la aventura más importante en la vida de Bear Grylls.

Y eso que la lista sigue: ha escalado el Everest; ha comido algunos de los insectos más desagradables del planeta. También ha sobrevivido en una isla desierta de Indonesia, ha pasado varios días a la intemperie en la sabana africana. Además, se ha lanzado 300 veces en paracaídas y ha saltado a un barco en marcha, a un helicóptero en marcha, y a casi cualquier medio de transporte en marcha que pudiera rescatarle de una situación de peligro.

El conocido aven­turero y presentador de televisión Bear Grylls asegura sin inmutarse que “la mayor de mis aventuras, la más importante, ha sido para mí encontrar una fe sencilla que dé fuerza a mi vida: la fe cristiana”, y que “el mejor de los viajes” es el que tras cada expedición recorre para volver a casa, junto a su mujer Shara y sus tres hijos.

Por qué un hombre se llama “Oso”

Conocido en todo el mundo por sus programas de televisión, en los que muestra técnicas de supervivencia en lugares extremos –en España, el más popular ha sido El último superviviente–, la vida de Bear Grylls parece sacada de una novela que bien podría haber firmado Daniel Defoe.

Irlandés de 42 años, desde niño heredó de su padre la pasión por la naturaleza y la afición a escalar y navegar. Era solo un adolescente cuando Eduard Michael (así es como se llama en realidad; lo de Bear, “oso”, es un apodo que le puso su hermana al nacer) ya practicaba paracaidismo y artes marciales. Su formación académica lleva el sello del prestigioso internado de Eton, donde aprendió francés y español, y tras cursar Estudios Hispánicos en la Universidad de Londres, con 20 años logró pasar todas las pruebas para alistarse en las Fuerzas Especiales del Ejército Británico.

Estar clínicamente muerto, y sacar consecuencias

Durante los dos primeros años de servicio, Grylls participó en varias operaciones llevadas a cabo por el SAS, el Servicio Especial de Aviación, en el norte de África. Sin embargo, en 1996, con 22 años, iba a vivir uno de los momentos más decisivos de su vida: durante unas maniobras en Kenia, su paracaídas no se abrió correctamente y el impacto contra el suelo le fracturó la espalda por tres zonas diferentes. Durante casi tres minutos, Bear Grylls estuvo clínicamente muerto.

“Es difícil volver de una experiencia como escalar la cumbre del Everest, donde puedes ver la curvatura de la tierra, sin que se produzcan cambios. Los escaladores teníamos muchos riesgos de perder la vida, así que cuando llegué a la parte baja, lo hice sintiéndome afortunado. Cuando estás en una cima, o en la selva, o en una tormenta, aprendes cosas para el resto de tormentas de la vida. Y lo más importante que he aprendido es que no soy tan orgulloso como para admitir que no necesito a mi Salvador a mi lado”, comentó Bear Grylls en una Charla para Alpha en Estados Unidos.

El momento más oscuro

Durante un año, “el mo­mento de mayor oscuridad y lucha de toda mi vida”, Bear tuvo que aprender a caminar, a fortalecer su espalda… y a replantearse su futuro lejos del ejército. “Es fácil ser cínico y pensar que no necesitas ayuda cuando todo te va bien en la vida; sin embargo, en los momentos de prueba y de dolor es cuando te das cuenta de que no tiene sentido ser orgulloso, y de que necesitas pedir ayuda”, ha explicado años después. Una ayuda que él encontró en la semilla de la fe que habían sembrado sus padres, y que tuvo un momento de inflexión cuando participó en un Curso Alpha, un movimiento católico nacido en el Reino Unido para el primer anuncio del Evangelio a personas alejadas.

Para sorpresa de los médicos, en un año desde el accidente, Grylls no solo se había recuperado, sino que se convertía en el británico más joven en coronar el Everest y descender con vida. Un récord al que seguirían otros: sobrevolar sin motor las cataratas Ángel en Venezuela, dar la vuelta a las Islas Británicas en moto acuática, o conseguir una audiencia de 1.200 millones de personas a través de los programas en los que narra sus hazañas, emitidos por canales como la NBC o Discovery Channel y, en ocasiones, acompañado por celebridades como Barack Obama o Ben Stiller.

La fe es una amistad

En varias de las conferencias que Grylls ha dado alrededor del mundo para promocionar los Cursos Alpha, ha explicado que “para mí, la fe es como mi columna vertebral: es lo que me sostiene, lo que me da fuerza y vigor”. Como se afana en repetir, “la fe en Jesús tiene que ver con una amistad, no con una institución, ni siquiera con una religión. Esa amistad me ha dado la luz en el camino oscuro, alegría en la montaña fría y fuerza cuando estaba débil. A través de ella, tengo la confianza de que todos somos amados con independencia de nuestros errores y sin importar cuantas veces nos caigamos. Porque su promesa es que Él nos levantará. Para mí, la fe es como volver a casa”.

De hecho, cuando, literalmente, vuelve a su hogar, es cuando empieza para él “la vida de verdad”.

Escuchando a su hijo, entiende a Jesús

No esconde que “a mí me gustan cosas como las montañas, moverme entre cocodrilos o las situaciones que se crean cuando la gente está bajo presión en lugares salvajes, porque ahí ves lo que las personas son realmente”. Pero eso es solo “una parte de mi vida”. Lo primero son los suyos: “Mi familia –dijo en Sídney, en un acto ante un millar de personas en 2011– es lo más importante. Cada día salgo en los medios, pero yo solo quiero hacer mi trabajo y volver a casa. Esa es la aventura que me importa de verdad. Y en casa, la fe es el pegamento más poderoso. Cuando rezamos juntos, o cuando antes de cada viaje mi hijo me dice: ‘que Dios te bendiga, papá’, me doy cuenta de lo que quería decir Jesús cuando dijo: ‘He venido para que tengáis vida, y la tengáis en abundancia’. Él prometió que vivir así no sería fácil, pero sí dio a entender que sería una aventura. Y es una aventura en la que yo quiero poner todo mi corazón y toda mi alma”.

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