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Cuidados paliativos: Acercarse a la muerte con serenidad

Acercarse a la muerte genera miedo. Pero el Centro Médico Laguna ofrece la posibilidad de afrontar la muerte natural con paz, sin adelantarse

Por Blanca Ruiz Antón

Un pinchazo en el pecho, algo que a primera vista se asemejaba a los síntomas de un infarto, resultó ser un tumor maligno que le había invadido el riñón derecho. Lo operaron de urgencia y en el quirófano descubrieron que se había extendido, formando metástasis en el pulmón. No era operable. Era abril de 2015, Álex tenía 43 años y Blanca, 37.

Hoy Blanca asegura que tras la noticia pensó que Alex se hundiría, pero no fue así. “Fue muy valiente. Nunca le vi llorar ni quejarse de lo que estaba viviendo. Mantuvo la ilusión de que algún tratamiento le curaría, a pesar de que nos dijeron que ya no había posibilidades”, cuenta con serena emoción.

“Yo lloré mucho sola, pedía explicaciones de por qué nos ocurría esto, pero luego me di cuenta de que mi marido necesitaba apoyo y positividad. Conociendo la realidad, debía agarrarme a lo que él se agarraba, compartir sus sentimientos y luchar con él hasta el final”, explica.

“Recordamos nuestra historia y vimos que teníamos pendiente la boda por la Iglesia. Cuando lo decidimos, a mi marido le cambió la cara”.

Álex comenzó con quimioterapia y radioterapia, pero estas no tuvieron efecto. Entre las idas y venidas constantes al hospital y a urgencias, Blanca y Álex sabían que tenían que “vivir el día a día intensamente”. Esta joven madre todavía se emociona cuando recuerda esa época y en especial la última vez que fueron a urgencias: “Era junio de 2017; nos dieron el alta a los pocos días, pero no para ir a casa, sino para ingresar en la clínica Laguna. El tumor tenía ya muchas ramificaciones y no había vuelta atrás. Hablando, recordamos nuestra historia y vimos que teníamos pendiente la boda por la Iglesia. Cuando lo decidimos, a mi marido le cambió la cara: fue darle una dosis de ánimo increíble, se puso muy contento”.

Boda en fase terminal

Aun sabiendo que le quedaban pocos días de vida, Álex y Blanca decidieron casarse y hacerlo como siempre habían imaginado. Llevaban años retrasándolo, ya tenían 3 hijas y toda una vida juntos. Sin duda, julio de 2017 era el momento perfecto. Con la ilusión de dos recién enamorados prepararon la ceremonia, el vestido de ella, el traje de él, el banquete, los invitados… Un día de felicidad imborrable que hoy Blanca recuerda emocionada.

Blanca asegura que el apoyo que recibió de sus allegados fue determinante en las últimas semanas: “Álex tenía tantas visitas que tuvieron que ponernos un horario, porque continuamente venían amigos y parientes”. Pero afirma que el verdadero secreto de la fortaleza de Álex residía en su fe: “En sus últimos días daba gracias a Dios por su vida, por su familia, y me decía que nos volveríamos a ver arriba. Sé que en el último suspiro confió en Dios. Antes de partir abrió los ojos, dijo mi nombre y se le cayeron dos lágrimas”.

Ha pasado un año desde ese momento. Hoy Blanca solo tiene palabras de agradecimiento para quienes atendieron médicamente a su marido, acompañándolo en su lucha, porque “siempre trabajaron por arañarle un día a más a la vida”.

El árbol de la vida

El mural del “árbol de la vida” recibe a los médicos, pacientes y visitantes en el Centro Médico Laguna. De su grueso tronco y de sus raíces salen ramas y hojas. Un recuerdo sutil y metafórico sobre la existencia y nuestro paso por ella.

En ese árbol hay hojas que cuentan con una inscripción. Es lo primero que Pilar Fontcuberta nos enseña cuando vuelve a este hospital y explica que fue Antonio, su marido, quien eligió las palabras grabadas: “Gracias por vuestros cuidados, que me han permitido disfrutar con paz hasta el último minuto. 23.11.2014”.

Han pasado casi cuatro años desde entonces y, aunque todavía duele la pérdida, Pilar lo vive con una entereza serena. Por eso, cuando visita la cafetería del hospital pide lo mismo que pedía Antonio: un descafeinado de máquina y dos porras. “Él los pedía porque decidió vivir ese tiempo final disfrutando, según sus circunstancias; sin quejarse, y haciendo frente a la enfermedad para vivirla bien, igual que había vivido toda su vida”.

Pilar explica que “ser consciente de que te vas te da tiempo de reflexión en el que puedes arreglar temas pendientes, subsanar errores, pedir perdón e irte en paz con todos. Eso da una tranquilidad de conciencia que reconforta”.

Una despedida feliz

“Lo que más le angustiaba era pensar que se moriría asfixiado, pero al hablar con la médico sobre cómo sería el final, su miedo se disipó”.

Un cáncer de pulmón devastador se lo llevó en apenas un año y medio desde el diagnóstico. En Laguna estuvo menos de un mes, y durante su última semana “me decía: ‘Pili, cuántas gracias hemos de dar por haber venido a Laguna. No me voy a enterar cuando me muera’. Porque lo que más le angustiaba era pensar que se moriría asfixiado, pero al hablar con la médico sobre cómo sería el final, su miedo se disipó”.

Celebraron su 69 cumpleaños 19 días antes de morir. “Hicimos una reunión con familia y amigos. Él bajó en silla de ruedas hasta la puerta del hospital y se despidió de todos. Sabía que no los volvería a ver, pero no fue dramático, todos se fueron reconfortados”.

Y sin lágrimas, pero con dolor, Pilar resume el momento más doloroso de su vida con una claridad apabullante: “La experiencia del final de Antonio fue despedir a una persona dando gracias por su vida”. Es el gran valor de los cuidados paliativos: ayudar a aguardar la muerte, sin precipitarla, con serenidad en el corazón.

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