Por Isabel Molina / Fotografía: Cortesía de la Abadía de Nuestra Señora de Clear Creek
Artículo publicado en la edición número 68 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
Francis Bethel es monje benedictino y cofundador de la abadía de Nuestra Señora de la Anunciación de Clear Creek, en Oklahoma, EE. UU., un monasterio que se ha convertido en un oasis espiritual. Fundado en 1999 por un puñado de monjes que se formó en la abadía benedictina de Notre Dame de Fontgombault, en Francia, alberga a más de 50 monjes y en sus inmediaciones viven unas 40 familias de oblatos que participan de la Lectio Divina y se nutren de la oración y la vida ordinaria de los monjes. En síntesis, es el ora et labora benedictino en su más auténtica expresión.
Del aula a la abadía
La revista Misión tuvo la oportunidad de entrar por una “ventana” virtual en este monasterio para charlar con el padre Bethel sobre su itinerario personal, del cual nació el libro que ahora presenta en España: John Senior y la restauración del realismo (Homo Legens, 2023). En él desgrana no sólo las bases filosóficas del pensamiento de John Senior (Aristóteles, santo Tomás y Platón) y la senda que condujo a este excepcional profesor a la fe católica, sino también el modo como llevó a muchos jóvenes a descubrir la verdad y les dio las claves –hoy aún más urgentes– para restaurar la cultura cristiana.
En 1971, a sus 18 años, el padre Bethel era un típico hijo de su época –Guerra de Vietnam, Mayo del 68–, sin sentido de trascendencia ni dirección en la vida. Eso sí: buscaba la verdad, pero se sentía desesperado porque “no encontraba nada”. Tuvo la suerte de que ese verano recibió por correo un panfleto “muy llamativo” sobre un nuevo programa en la Universidad de Kansas: el Peterson de Humanidades Integradas (IHP). “Muchos de mis amigos no lo recibieron, pero yo sí”. Acudió entonces a entrevistarse con Dennis Quinn, el director, y salió de allí convencido de que aquel hombre “sabía cosas cruciales”. Una semana después recibió la admisión, junto con la indicación de leer La Odisea para el inicio del curso.
Lo sorprendente es que cuando el padre Bethel entró al Programa no estaba siquiera bautizado, sin embargo, pronto se dio cuenta de que quería llegar a donde aquellos profesores estaban apuntando. Antes de terminar el segundo curso ya era católico y tenía la mente puesta en la abadía benedictina de Fontgombault. “Con mi vida he intentado encarnar la propuesta de Senior. Él admiraba profundamente la tradición de san Benito, y la vida monástica era la cumbre del Programa IHP. La poesía, la liturgia y su mirada contemplativa de la realidad son parte esencial de mi vida, gracias a él”, reconoce Bethel, hoy prior, maestro de novicios y maestro de oblatos en Clear Creek, donde viven otros seis monjes discípulos de aquellos maestros extraordinarios.

Un hito académico
Pero rebobinemos: le pedimos al padre Bethel que se remonte a esas clases que dieron un vuelco tan radical a su vida…“Los profesores eran increíbles. Los tres nos cautivaron. El doctor Quinn, el doctor Nelick y el doctor Senior entablaban una conversación a partir del libro que estábamos leyendo, y todos los estudiantes –120 en la primera promoción– quedábamos embelesados con sus diálogos”. Enseñaban a través de la literatura, generalmente para desarrollar un par de principios filosóficos. “Con La Odisea, por ejemplo, señalaron el valor de la valentía de Homero, y cómo los griegos estaban atentos a lo que hacían y dejaban que la belleza entrara en sus vidas. Leímos a Platón, a Virgilio, a Shakespeare, a Milton, a Dickens… y memorizamos poemas. La poesía formaba parte central del Programa, pues orientó nuestras emociones hacia las cosas bellas: la amistad, el amor, la naturaleza…”.
También fueron célebres sus salidas a la naturaleza. “Nos reuníamos en pequeños grupos, a eso de las 9:00 p. m., para mirar las estrellas y conocer los mitos de las constelaciones”, recuerda. Por último, Bethel destaca el estilo de los profesores que les dejó una profunda huella. En IHP se creó una cultura de la amistad que fue clave para la formación de los alumnos. “Senior nos decía que la universidad es una amistad para mirar juntos a la verdad. Era un gusto hablar con él. Estaba muy disponible. Te podías acercar a él después de clase para hacerle preguntas. Y en clase, se sumergía en la contemplación y se elevaba…”, rememora Bethel.
Realidad más tradición
El Programa tenía dos objetivos principales, explica Bethel: ayudar a los estudiantes a retomar el contacto con la realidad y a descubrir la tradición. “Esto es el realismo: nos mostraron que fuimos creados para las estrellas, pero para alcanzarlas tenemos que estar enraizados, porque Dios nos dio la creación para llevarnos a Él. Además, tenemos que conocer la tradición católica, la civilización occidental, para encontrar los grandes tesoros. Senior nos decía: ‘Si das estas dos claves, habrás enseñado el camino correcto’. Así fue como nos convertimos, sin necesidad de apologética. Vimos que ahí estaba la verdad, y lo demás se dio por añadidura”.
Mirada profética
Este Programa, que comentamos en la biblioteca de Misión n.o 59, se dictó sólo durante ocho años porque “se convirtió en una presencia incómoda en la Universidad”, explica Bethel. Sin embargo, fue germen de más de 200 conversiones al catolicismo, más de tres decenas de vocaciones a la vida monástica, religiosa o al sacerdocio, y la base de muchos matrimonios, “hoy padres de familias numerosas”, cuenta Bethel. En síntesis, una genuina efervescencia de la fe en plena generación de la revolución sexual.
Bethel está convencido de que Senior fue un profeta para nuestro tiempo. “Cuando publicó La muerte de la cultura cristiana y La restauración de la cultura cristiana, muchos pensaron que estaba exagerando, ahora sabemos que tenía razón: ideologías actuales como la teoría de género son una negación de la realidad. Necesitamos volver a la realidad porque cada vez la rechazamos más”, concluye.

3 medios para restaurar la cultura cristiana
Francis Bethel explica en su libro que John Senior propone tres medios para impregnar la cultura del espíritu cristiano: una misa digna, hogares contemplativos y la consagración a la Santísima Virgen. Estos tres medios vinculan el cuerpo y el alma, la mente y la realidad.
SANTA MISA. Para Senior “el culto es la base de la cultura”. ¿Por qué la sociedad ha perdido el realismo? Bethel responde con Senior: “Porque la sociedad actual está lejos de organizarse en torno a la santa misa”. En palabras de Senior, “la cristiandad es la misa y todo lo que la protege: la arquitectura, el arte, las instituciones políticas y sociales, la economía, las formas de vivir, de sentir y de pensar de los pueblos, su música y su literatura. Todas estas realidades son medios para proteger el santo sacrificio”.
HOGARES CONTEMPLATIVOS. Senior promovió la vida monástica según la regla de san Benito, también para las familias. Alentaba a los jóvenes a elegir la vida contemplativa: “Entre todas las carreras que los jóvenes pueden considerar y elegir, deben poner la opción por Dios en primer lugar y considerar la posibilidad de ser llamados a la vida contemplativa”. Y a quienes están llamados al matrimonio, los invitaba a hacerse oblatos de un monasterio o a vivir cerca de él. Senior experimentó esto en la abadía de Fontgamault, el lugar “más cercano al Cielo” que encontró en la tierra.
DEVOCIÓN MARIANA. “La restauración de la cristiandad está ligada al número de corazones consagrados al Inmaculado Corazón de María. Y si queremos colaborar con él en la restauración de la Iglesia, nuestro primer deber de católicos es consagrarle nuestros hogares, escuelas, parroquias y nuestros corazones”, afirmaba el profesor. El padre Bethel cuenta que a todos los estudiantes que se bautizaron Senior les regaló una copia del Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María, de san Luis María Grignon de Monfort. “Cuando me lo dio me dijo: ‘Este libro no es sólo para leer, sino para toda tu vida’”.

Sacralizar lo ordinario
Senior enseñó a sus alumnos la relevancia de la cultura, que no consiste sólo en leer buenos libros, sino que incluye los juegos, los modales, la comida, la forma de vestir, el arte y la literatura. “Nos decía que tenemos que restaurarlo todo esto porque estamos ante un dilema: para tener buen pensamiento necesitamos cultura, y para tener cultura necesitamos pensar. Y si vivimos en un entorno material desordenado, será difícil pensar”. Es por eso que el padre Bethel anima a las familias a sacralizar su vida diaria y a sumergirse en la belleza de la creación, con acciones tan sencillas como tener en casa muebles de materiales reales (no de plástico), alimentarse de comida real o enviar a sus hijos de campamento para que tengan contacto con la naturaleza. Anima también a los padres a que “pongan buena música en sus casas, memoricen poemas, degusten el arte…”. Y aparte de cultivar esta cultura en la vida familiar, “se rodeen de una comunidad de fe”.
Artículo publicado en la edición número 68 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.