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José María Carrascal: “Los medios de comunicación condicionan cada vez más la libertad de los ciudadanos”

Con su cordial sonrisa, el periodista y escritor nos alerta de un peligro que tenemos en España y que el coronavirus no ha borrado del horizonte

Por José Antonio Méndez / Fotografía Dani García

Después de tres décadas como corresponsal de prensa escrita en Berlín y Nueva York, a José María Carrascal le llegó la fama al volver a su Madrid natal, cuando comenzó en televisión sus característicos informativos de autor, “rodeado de un equipo de jóvenes que podían ser mis nietos”. Entonces tenía casi 60 años. Hoy, rozando los 90, sigue siendo uno de los rostros más entrañables de los medios de comunicación. Apasionado de la cultura y del pensamiento crítico –empezó a crear su biblioteca en Bachillerato, cuando gastaba en libros lo que sus padres le daban para ir al cine–, no pierde las buenas maneras ni se deja llevar por la vehemencia, hoy tan frecuente en las tertulias mediáticas. Tal vez porque, en su defensa acérrima de la libertad frente al pensamiento único, no se olvida de apostillar que la clave “es la responsabilidad personal”.

“En televisión se adoctrina eliminando de la programación ciertos temas, u ocultándolos con noticias muy espectaculares”

La televisión ha reflejado el gran cambio de la sociedad española en las últimas décadas… ¿O más bien lo ha propiciado?

Lo ha propiciado, totalmente. La televisión es un instrumento de entretenimiento, pero también de persuasión e incluso de adoctrinamiento. Es algo que se hace eliminando de la programación ciertas cosas, o simplemente ocultando, con noticias muy espectaculares, otros temas. La televisión cumple una gran labor social, porque acompaña y entretiene a muchísimas personas, y explica de forma sencilla temas muy complejos. Pero no podemos olvidar sus riesgos, porque tiene un efecto casi hipnótico sobre la gente.

¿Los medios participan de esos intereses por silenciar ciertos temas en el debate social?

Sí. Yo tuve la suerte de que me llamaron de Antena 3 cuando era independiente. En el año 90, en España todavía tenía vigencia el afán de construir una democracia auténtica. Cuando acepté, el entonces director de la cadena, Manuel Martín Ferrand, me dijo: “No se te ocurra preguntarme qué haces o qué dices; hazlo como creas mejor”. Así que el director, y todos los demás, se enteraban del informativo cuando lo veían.

Esa libertad ¿sería posible hoy?

Hoy sería imposible, porque, por ejemplo, los vídeos políticos los hace el jefe de la sección política. Antena 3 cambió un par de veces de dueño y todos me respetaron, aunque había presiones muy fuertes de los partidos. Todos decidieron que siguiera con el informativo, con comentario editorial, porque les interesaba que hubiera diversidad de opiniones. Yo solo notaba que había presiones porque al día siguiente de algunos comentarios, el informativo se emitía más tarde de lo normal…

¿Hasta qué punto las consignas políticas y sociales que hoy lanzan los medios condicionan la libertad de los ciudadanos?

Nuestra libertad está totalmente condicionada por los medios de comunicación, y cada vez más. No se dan cuenta los dueños de los medios de que voces diferentes en un mismo medio le dan mucha más fuerza. Pero no hemos llegado en España a la madurez de aceptar una opinión contraria a la nuestra.

Las relaciones humanas, la familia o la educación han cambiado mucho, y eso se ha transmitido e incentivado desde los medios. ¿Qué principios debemos conservar en esta época de cambio?

Se dice que España es el país de la envidia, pero el mayor problema de España es que no sabemos distinguir lo primario de lo secundario, y que solemos optar por lo espectacular en lugar de buscar las cuestiones de fondo. Como somos un país de pícaros, buscamos la vía del mínimo esfuerzo. No hemos aprendido que por democracia se entiende responsabilidad. Aquí es al revés: la culpa siempre es del otro. Se necesita un largo periodo para responsabilizarnos, empezando por uno mismo, de nuestros actos y de nuestros errores y virtudes. Me preocupa mucho que veo demasiada crispación. Buscar lo que nos une, que es mucho más que lo que nos separa, es urgentísimo.

Lleva 60 años casado. ¿Cómo se preserva la vida familiar en medio del éxito?

Mi mujer es lo más importante para mí. Ahora está en silla de ruedas y el resto del mundo se ha quedado en stand by. Congelado. Nos casamos tarde y no tuvimos hijos; eso a algunos matrimonios les ha separado. A nosotros nos ha unido mucho más. Para adaptarse a otra persona, sobre todo si tienes una personalidad fuerte, hay que tener mucha generosidad, estar dispuesto a ceder mucho y también a dar mucho. Yo no me hago a la idea de vivir sin mi mujer. Ella me ha ayudado en todo. También a sobrellevar la popularidad.

¿Y cómo lo hacía?

Le pongo un ejemplo. Siempre nos ha gustado mucho pasear juntos, y cuando la gente me paraba para saludarme, yo trataba de escabullirme. Muchas veces me decían: “Anoche le vi por la tele”, y yo respondía: “Espero que no solo me viese y que también me escuchase”. A mí me fastidiaba que me parasen tantas veces, pero ella me decía: “Si después de salir cada noche en televisión la gente no te reconociera, eso sí que sería grave; cállate y atiende mejor a la gente”.

¿Cómo se ve la vida desde el umbral de los 90 años?

Estoy en mi camino de salida. Desde el punto de vista estadístico tengo 10 años más que la media de los españoles. O sea, que estoy en tiempo de descuento y no hay que hacerse ilusiones. Ahora bien, eso mismo te incita a aprovechar mejor el tiempo. Procuro mantener la mente clara, leer y releer libros que me han enseñado mucho, que es el mejor ejercicio. Y si me preguntan de qué me arrepiento en mi vida…

Dese por preguntado…

Pues diría que del tiempo que he perdido haciendo cosas que no valen la pena. Cuando eres joven, crees que eres inmortal. Pero llega la jubilación y te das cuenta de que la vida es otra cosa, y hay dos actitudes ante ello: resignarse, o tratar de sacarle provecho a tu última etapa. El peor pecado es la soberbia, así que, al ver que todo se acaba, tratas de ser cada día un poco más humilde. Y vivir así es estupendo.

De corbata a cojín

Su seña de identidad en aquel informativo que dirigía y presentaba fueron sus célebres corbatas…

Lo de las corbatas no fue pensado. Desde que empecé a llevar corbata, con veintitantos años, me ha gustado vestir correctamente y llevar corbatas diferentes. Cuando me casé en el año 60, mi suegra hizo cojines de patchwork con las corbatas que yo había ido desechando. Y hemos usado esos cojines durante medio siglo.

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