La revista más leída por las familias católicas de España

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Ilustraciones infantiles Emilia Armijo

La belleza de las ilustraciones infantiles

Decía el poeta romano Horacio que “la pintura es un poema sin palabras”. Si esto es así, tenemos la obli­gación de ofrecer a los niños raciones a manos llenas de esa poesía silenciosa. Pero ¿cómo hacerlo? Una de las maneras es prestando atención no solo a la calidad literaria de los libros, sino también a la de sus ilustraciones.

Por Miguel Sanmartín Fenollera / Ilustración: Emilia Armijo

Artículo publicado en la edición número 63 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

Los libros infantiles y las ilustraciones mantienen una relación muy especial. Los niños comienzan su acercamiento a estos a través de las imágenes, aun antes de saber leer. La imagen les lleva de la mano y les ayuda ante el reto de las palabras, aclarando su sentido y enriqueciendo su imaginación. Pero, atención, ya que esta imagen podría terminar por empobrecer su alma si no hay en ella belleza.

Porque, del mismo modo que existe una relación entre libro e ilustración, hay una conexión íntima entre ilustración y belleza. La imagen deberá ser bella y, además, realista. La representación artística, la belleza y el realismo han estado siempre unidos en la mente y en el corazón del hombre, desde las pinturas rupestres de Altamira hasta los frescos de Miguel Ángel en la Sixtina. Solo recientemente se ha producido una disociación entre ellos.

El feísmo que abunda en los libros infantiles deja secuelas en el niño

Esto está ocurriendo hoy en los libros infantiles, en los que abunda el feísmo. La quiebra de la relación con la belleza trae consigo consecuencias perjudiciales para el niño. El miedo o el desinterés suelen ser los primeros síntomas de una enfermedad que acabará por desembocar en una mala educación estética, y cuyas secuelas, no obstante, van más allá de la estética.

Podría dar muchas razones prácticas para mostrar que la belleza, aunque sea en pequeñito, debe estar presente también en los libros de los niños, pero pensemos simplemente en esto: Cristo toma cosas ordinarias de la vida –el pan y el vino– y las transforma por su mediación en sí mismo –el Dios que nos creó–, para ofrecérnoslas como alimento de vida. De esta manera, un principio, que llamamos sacramental, se extiende ahora ante nosotros sobre el mundo creado. Y así, las cosas naturales se revisten de un nuevo significado. El mundo, que no tendría sentido por sí mismo, se convierte en un lugar con propósito. Él nos ha dado un código, reflejado en su propia creación. Un código del que nos hemos ido apartando, poco a poco, casi sin darnos cuenta. Una de las formas de restaurar esta visión sacramental del mundo pasa por unir de nuevo el arte, la belleza y la realidad creada, en un proceso de educación estética que es también una formación espiritual y teológica. Es una ardua tarea que bien puede comenzar en los libros de los más pequeños.

Por esta razón es fundamental dar a los niños libros con bellas ilustraciones. No lo olvides.

Artículo publicado en la edición número 63 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

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