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Isabel Sánchez: “Nos toca crear empleos centrados en la persona”

Isabel Sánchez, abogada de profesión, relata en su libro anécdotas de mujeres que impulsan una mejora real en el mundo a través del trabajo

Por Isabel Molina Estrada

Es murciana, y desde hace 10 años dirige el consejo de mujeres que asesoran al prelado del Opus Dei en Roma. Esto se traduce en el gobierno de 50.000 mujeres en 70 países. De ahí que cuando Isabel Sánchez presentó su libro Mujeres brújula en un bosque de retos (Espasa, 2020) en Madrid el verano pasado, algunos medios de comunicación la calificaran como “la mujer más poderosa e influyente del Opus Dei”. Sin embargo, para ella lo único importante es servir. No es una frase hecha. Misión ha podido constatar su inmensa cercanía, poco habitual en quienes ejercen cargos de tanta responsabilidad.

A Sánchez le inquietan muchos temas que resume en 11 retos. Entre ellos: la educación, el trabajo, el cuidado, el liderazgo, la trascendencia… En dos páginas sería imposible abarcarlos, así que le ponemos sobre la mesa el que nos ocupa en esta edición: el trabajo. Y no cualquier trabajo, el trabajo del cristiano.

¿Qué lugar ocupa el trabajo dentro de los 11 grandes retos de hoy?

El núcleo de mi libro está en tres retos: trabajo, cuidado y liderazgo. A mí me iluminó comprender que el primer trabajo del que tenemos noticia es el cuidado que recibimos de nuestros padres. Ese trabajo es el paradigma de todo trabajo. Al entender esto, pensé que estamos haciendo las cosas al revés porque el cuidado de las personas no es hoy el eje de nuestra actividad laboral. Necesitamos una nueva definición del trabajo en la que demos primacía a la persona, fomentemos la corresponsabilidad entre el hombre y la mujer, aniquilemos la corrupción y favorezcamos la inclusión de quienes no tienen las mismas condiciones físicas y psíquicas. Tenemos que hacer del cuidado el paradigma de todo trabajo.

Habla del vínculo trabajo-cuidado. ¿Dónde queda el liderazgo?

Este cambio de paradigma no sale solo: alguien tiene que liderarlo. Un ejemplo: Tiziana Bernardi es una empresaria italiana que fue directora de banca. Sufrió un cáncer y, al regresar a su trabajo, quería hacer lo mismo de siempre. Pero su cuerpo no respondía. Así que pensó: “No sé cuántos de nuestros trabajadores han sufrido una enfermedad. Voy a censarlos y a diseñar para ellos un método de reincorporación paulatina. No podemos permitir que se sientan una rémora”. Por iniciativas como esta llegó a ser conocida como experta en una línea estratégica llamada taking care, pues estaba convencida de que, además de alcanzar objetivos productivos para su empresa, debía conseguir trabajadores felices, que pudieran extender esa felicidad a familiares, amigos y vecinos.

Si no es el cuidado, ¿cuál es el eje actual de nuestros trabajos?

Lo seguimos teniendo en la productividad, por una parte, y por otra en el desarrollo personal entendido de una forma egoísta: quiero desarrollarme yo. Esto hace que el proyecto familiar y los proyectos comunes estén en segundo plano. Tenemos que preguntarnos: ¿vale la pena dejarlo todo por el trabajo? ¿Vale la pena que el trabajo me robe los amores? En ese sentido, la mujer tiene un gran papel. No ella sola, por supuesto, también el hombre, pero el cuidado sigue estando muy feminizado, y esto hace que a veces a la mujer le resulte gravoso atender a los suyos. Por eso la mujer tiene que intentar que el hombre llegue al ámbito del cuidado. Si no, a los que queremos cuidar gracias a nuestro trabajo los cuidarán otros.

¿Cuál cree que es la principal tendencia en el mundo del trabajo?

Estamos en plena revolución digital. La teníamos ya, pero la pandemia ha sido un tsunami que nos está cambiando el modo de trabajar. ¿Cuándo íbamos a pensar en tantos encuentros online? Me parece que este cambio puede tener consecuencias positivas, pero se nos puede ir de las manos si nos conformamos con una relación solo digital. Por otro lado, la inteligencia artificial nos está haciendo repensar nuestros trabajos. Nos toca redescubrir lo que nos hace humanos y crear una nueva generación de empleos centrados en la persona. David Lee, un líder de innovación del trabajo en EE. UU., explica que los avances de la inteligencia artificial podrían llevar a la desaparición de 25 millones de empleos en menos de 15 años. Esto tendría que ser una fuente de fortaleza y coraje, porque la persona es insustituible por su creatividad y su capacidad de soñar.

Toma una cita de Peter Diamandis: “Nos interesa encontrar algo por lo que morir y, entonces, vivir para eso”. El cristiano ya tiene Alguien por quien morir. ¿Cómo cambia esta perspectiva la forma de trabajar?

Diamandis plantea proporcionar a la persona un trabajo lleno de sentido. Una persona que trabaja sin sentido se deshumaniza. El cristiano tiene una Persona por quien morir, y esa Persona está encarnada, ha trabajado y lo espera. Por eso, el cristiano sabe que todo lo que hace, lo hace, además, para construir un mundo que va a durar para siempre. Además, sabe que ese Alguien al que ama murió en una cruz: fue un fracasado humanamente.

Entonces, cuando llegan los sinsabores en el trabajo, el cristiano es un revolucionario o debería serlo. Si descubre que el trabajo lesiona la dignidad humana, salta y dice: “Esto no está a la altura del hombre”. Y si su fe se ha encarnado, eso se nota en su modo de trabajar. Por último, si tiene claro que alguien ha muerto por él, vive radicado en la misa. Cada día se clava en la cruz y ofrece en el altar todo lo que hace para colaborar con Dios en la nueva creación.

¿Qué hacer cuando encontramos en el trabajo situaciones que nos exigen la objeción de conciencia?

Birgit Kelle, una autora rumano-alemana, dice que dentro de poco tan solo por decir que existe la familia, podremos ir a la cárcel. Y ella confirma: “Pues iré”. Tenemos que recapacitar en nuestros valores y estar dispuestos a dar la vida por ellos. No es fácil, pero no podemos ser pasivos.

Habla de la importancia de mantener encendida la admiración por el otro. Esto en la familia surge de modo natural, no así en el ámbito laboral. ¿Podemos cambiar esta cultura?

Vuelvo a Tiziana Bernardi. En uno de los primeros bancos donde trabajó, se dio cuenta de que los directivos no captaban las cualidades de las directivas. Y decidió hacer un ejercicio: “Voy a pedir a los directivos, varones y mujeres, que en cinco minutos cada uno diga, ellos de ellas y ellas de ellos, cinco cualidades que admiran del trabajo del otro”. A los cinco minutos, las mujeres tenían escritas características perfectas del trabajo de sus compañeros. Los hombres, en cambio, se habían quedado en cualidades físicas o de personalidad: habladora, alegre… No eran capaces de admirar sus cualidades profesionales. Ella, como jefa, destacó lo que veía en cada una. Al finalizar propuso a los directivos: “¿Qué os parece si a partir de ahora, una vez al día, nos damos feedback positivo de algo de ti que me edifica?”. Esta práctica cambió la cultura de su banco.

¿Qué más le parece crucial para el cristiano en el mundo del trabajo?

La inclusión, porque el mundo lo tenemos que hacer entre todos. Y trabajar con personas con capacidades especiales acaba con nuestra cultura del “clic”, de la inmediatez. Eso lo he visto, por ejemplo, en la Universidad de los Andes, en Chile, donde crearon un programa para enseñarles a estas personas a trabajar para, luego, insertarlas en una comunidad laboral. En esa clínica se vivía la alegría. No podemos pretender que todo consista en alcanzar una producción cien por cien ideal. Lo que tú aportas es más valioso que una cantidad de producto o de dinero. Si un hombre no es capaz de decir de otro: “Es bueno que tú existas”, no ha entendido nada. Si no se pone al nivel de la creación (también en el mundo laboral), no ha entendido nada.

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