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Sacerdote

Psicología y fe: juntas, pero no revueltas

¿Es el sacerdote la persona adecuada para ayudarte a restaurar tu matrimonio, sanar una adicción o superar una depresión? ¿Qué diferencias y confluencias existen entre la ayuda pastoral y la psicológica?

Artículo publicado en la edición número 60 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

Por Isabel Molina Estrada

“El papel del sacerdote en tu salud mental es el mismo que juega en tu salud física. Si tuvieras un cáncer, ¿para qué acudirías a él? Para pedirle oraciones, recibir los sacramentos o, quizá, para que te recomendase a un médico. Pues es lo mismo: muchas personas piensan que, ya que en terapia psicológica pueden expresarse, cualquier espacio para hablar –incluida la ayuda pastoral– puede producir la curación que necesitan.

Pero no es así”. Quien así habla a Misión es Gregory Popcak, autor de casi veinte libros que integran la teología católica con la consejería psicología. Él es también el fundador del Pastoral Solutions Institute (catholiccounselors.com), en EE. UU., donde ayuda a los católicos a encontrar solución a sus problemas integrando su fe.

“Desde luego, el sacerdote juega un papel importante en dar apoyo ante una dificultad psicológica, pero no tiene la capacitación para resolverlo –puntualiza Popcak–. En cambio, el tipo de diálogo del terapeuta con su paciente va encaminado a enseñar habilidades y herramientas para enfocar eficazmente los problemas”.

Ayuda, no recetas rápidas

El sacerdote y psicólogo Nacho Latorre explica a Misión por qué es importante ayudar a las personas a diferenciar el acompañamiento espiritual del sacerdote del de una terapia psicológica: “Yo siempre invito a preguntarse cuál es el tipo de ayuda que pueden necesitar para un tema concreto, e incluso si es preciso les recomiendo un buen terapeuta, sin dejar el acompañamiento espiritual”. 

Latorre alerta de que existen casos en que la persona, aun con buena voluntad, busca en el sacerdote  “un desahogo momentáneo o una solución moral rápida, para no tener que afrontar un acompañamiento espiritual ni una terapia”.

En estos casos, es preciso –indica– recordar que el primer paso para que la ayuda sea fecunda –ante un trauma, una confusión afectiva, problemas derivados del abuso de tecnologías, de la soledad, el activismo, el consumismo…–, es  “tu deseo genuino de mejorar”.

Visión mágica de la gracia

Latorre asegura que en determinados ambientes cristianos  “aún se ve como una debilidad pedir ayuda psicológica, como si supusiera una infidelidad a Dios dejarse ayudar por el psicólogo”. Así, las personas experimentan una falsa dicotomía, como si la fe y la salud estuviesen reñidas. 

En este dilema, además de una concepción mágica de la gracia, de la soberbia de no dejarse ayudar, y del voluntarismo de pensar que pueden salir adelante por sus propias fuerzas, existe  “una desconfianza hacia algunas visiones de la psicología que van en contra de los principios cristianos”. 

Para subsanar este obstáculo, Latorre recomienda a los sacerdotes tener un par de psicólogos de referencia, no solo a los que derivar a las personas, sino también con los que dialogar y consultar. Y viceversa: que el psicólogo, incluso sin ser creyente, cuente con sacerdotes de referencia.

Integrar la fe en la terapia

Porque aunque psicología y asistencia espiritual son campos distintos,  “en terapia, si no se mira a la persona desde todas sus dimensiones (biológica, social, psicológica y espiritual), se pueden generar heridas añadidas que desencadenan en desconfianza, desesperanza o resentimiento”, explica Latorre. 

A lo que Popcak añade que  “lo ideal es encontrar un psicólogo formado para integrar tu fe y tu espiritualidad en la terapia, pues mucho de lo que se aborda en la psicología no consiste en resolver problemas inmediatos, sino en ayudar a la persona a alcanzar su plenitud. Y eso implica vivir de acuerdo a tus principios”. 

Batallas de mente y espíritu

Pastoral Solutions Institute ofrece esta terapia que utiliza las herramientas de la terapia secular, e integra en ella recursos espirituales. “Por ejemplo, la terapia cognitiva ayuda a identificar los pensamientos y comportamientos que causan sentimientos tóxicos.

En terapia pastoral, añadimos herramientas del discernimiento de san Ignacio, como las ‘mociones del alma’ que alejan de Dios”. Y lo hacen así porque reconocen que en toda batalla psicológica hay elementos de batalla espiritual. “Solo un terapeuta pastoral está capacitado para aproximarse tanto a las heridas emocionales como espirituales de la persona”, añade Popcak.

Mi nada y Su todo

¿Podemos sanar totalmente nuestras heridas?, preguntamos a Popcak.  “Hay heridas que no se sanarán totalmente hasta que lleguemos al Cielo, pero podemos ganar mucho terreno en nuestra lucha por conquistarlas.

No conviene nunca bajar los brazos: ‘Ya no puedo hacer nada’. En cambio, sí: ‘No sé qué más hacer, pero voy a seguir intentando mejorar con la gracia de Dios’. En ese momento Dios multiplica sus dones”.

Popcak indica que esa tensión es sana: “Por un lado soy paciente conmigo mismo y entiendo que hay cosas que nunca llegaré a sanar completamente, y por el otro me doy cuenta de que puedo alcanzar mucho más con la ayuda de la gracia de lo que imaginaba”. La idea, en resumen, es buscar la ayuda adecuada y no dejar nunca de poner tu nada para que Él ponga su Todo. 

¿Aporta algo la confesión a la terapia? 

La confesión es un tesoro enorme para toda persona. “A la terapia, la confesión le otorga lo que ningún psicólogo puede ofrecer: la paz del alma que el perdón de Cristo te da. Además, la gracia del sacramento es medicinal, ayuda a sanar las heridas del corazón: las que tú te provocaste por el mal uso de tu libertad y las que te provocaron, gracias a la fuerza que se te da para poder perdonar”, explica Nacho Latorre. Además, añade que este sacramento “libera del peso de la culpa, te llena de confianza y esperanza, y te hace recomenzar como una persona nueva”. 

¿Aporta algo la confesión a la terapia? 

La confesión es un tesoro enorme para toda persona. “A la terapia, la confesión le otorga lo que ningún psicólogo puede ofrecer: la paz del alma que el perdón de Cristo te da. Además, la gracia del sacramento es medicinal, ayuda a sanar las heridas del corazón: las que tú te provocaste por el mal uso de tu libertad y las que te provocaron, gracias a la fuerza que se te da para poder perdonar”, explica Nacho Latorre. Además, añade que este sacramento “libera del peso de la culpa, te llena de confianza y esperanza, y te hace recomenzar como una persona nueva”. 

Nacho Latorre, sacerdote y psicólogo por la Universidad Francisco de Vitoria, da las pautas para discernir quién puede ayudarte mejor, si el psicólogo o el sacerdote. 

Claves para encontrar la ayuda adecuada

  1. Pregúntate primero: ¿Quién va    a entender mejor mi problema: el psicólogo o el sacerdote?

2. Asesórate bien: Antes de elegir, busca referencias y recomendaciones en tu parroquia, o entre familiares y amigos. 

3. Da el paso: Si aún así tienes dudas de a quién acudir, busca a uno de los dos y ábrete con sinceridad. Si es un buen profesional o un buen sacerdote, sabrá orientarte hacia la ayuda más idónea. 

4. No te quedes con la duda: Si finalmente vas al psicólogo, pregúntale cuál es su visión de la persona y contrástala con tu fe. Y pide ayuda al Espíritu Santo para que su visión sobre tu situación sea purificada por una sana razón.

5. Reconduce: Todo gran paso requiere un riesgo. Si crees que fallaste al elegir un profesional, no te desanimes y sigue buscando hasta encontrar un buen acompañamiento.

Culpa sanadora

Gregory Popcak explica la diferencia entre culpa sana y culpa tóxica:

Culpa sana es la convicción amorosa que recibimos del Espíritu Santo que nos acusa (nos hace ver nuestros errores), pero a su vez nos impulsa a rectificar y a seguir adelante: “Oye, en esto te has equivocado y esto es lo que quiero que hagas para remediarlo”. 

Culpa tóxica (escrúpulos) es la de quien se queda rumiando sus errores. “¡Cómo he podido hacer esto! Nunca voy a superarlo, no tengo remedio, no merezco ser querido…”. Explica Popcak que esta culpa no permite a la persona mejorar. “Es una tentación del enemigo para hundirnos en nuestras heridas”.

El Evangelio está lleno de pasajes para entender la culpa sanadora: “Siempre que Jesús perdona a un pecador, le dice ‘vete y no peques más’. Su mensaje no es ‘avergüénzate de ti mismo’, es:  ‘Te bendigo por haberte acercado a mí y te doy mi gracia sanadora’”.

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