Por Isabel Molina Estrada y José Antonio Méndez
Artículo publicado en la edición número 60 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
- Salud emocional, salud integral. La mala salud emocional está relacionada con numerosas enfermedades físicas. Para combatir la ruptura entre cabeza y corazón que promueve nuestra cultura, y tomar las riendas de tus emociones, la sanación debe ser integral, e implica también un crecimiento espiritual: un cambio de mentalidad y un cambio de corazón.
- Avanza paso a paso. No te conformes con dejarte llevar por la ansiedad, la ira, el miedo o el estrés. Ve tomando el control paso a paso: identifica la emoción, ponle nombre, explica por qué surge en ti, ponte en la tesitura de quien te hace sufrir o te descontrola, y pondera si es para tanto. Conocerte, comprenderte y aceptarte, para poder superarte y ser más parecido a lo que Dios quiere de ti.
- Conócete mejor. Las emociones reflejan la complejidad de tu vida en un momento concreto, y van dando sentido a quienes somos. Por eso, no se trata solo de identificar y regular tus emociones, sino de conocerte mejor (tu historia, tus relaciones…). Sin ese autoconocimiento, padecerás la vida en vez de ser su autor.
- Lee las expresiones del rostro. Muchas de las implicaciones emocionales que tiene la pandemia en los niños pueden minimizarse haciendo más vida de salón: pasa más tiempo en casa, háblales cara a cara, no te centres en lo negativo y pon nombre a las emociones que surgen en la familia.
- Busca ayuda si la necesitas. Muchos católicos acuden al sacerdote en busca de ayuda para solucionar problemas psicológicos. Pero cuando es necesaria la terapia, no te cortes: acude a un psicólogo que tenga una visión integral de la persona, y mejor si tiene fe. No esperes a romperte para acudir al psicólogo.
- Dale la vuelta a la situación. Los siete pecados capitales que a menudo te hunden (soberbia, envidia, ira, pereza, avaricia, gula y lujuria), pueden convertirse en una chispa de esperanza si descubres que en ellos se esconden siete anhelos que Dios ha puesto en tu corazón: abundancia, dignidad, justicia, paz, confianza, bienestar y comunión. Enfócate en el anhelo, no en el pecado.
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