La revista más leída por las familias católicas de España

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Niña rezando en su iglesia doméstica

Una iglesia en cada familia

Una viñeta cómica ha circulado por miles de grupos de WhatsApp. En ella, el demonio le dice a Dios: “Con el Covid-19 te cerré las iglesias”. A lo que el Padre responde: “Al contrario, abrí una en cada casa”. Y así ha sido. El confinamiento ha acrecentado en las familias cristianas el deseo y la necesidad de convertir su hogar en una Iglesia doméstica, un lugar de oración donde se perciba la presencia viva del Señor. Cuatro familias cuentan a Misión cómo han vivido este tiempo.

Por Isis Barajas / Fotografia: Cortesía de las familias

Artículo publicado en la edición número 56 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

“El primer día de confinamiento, cuando les dijimos a nuestros hijos que íbamos a pasar mucho tiempo en casa sin salir, les preguntamos qué ideas tenían para estar tranquilos y disfrutar de nuestra familia. La mayor (de 6 años) pensó en lo verdaderamente importante: hagamos un oratorio. La primera tarde ahí estábamos, sentados en un rincón, muy juntos, con la Virgen, la cruz, una vela y la Biblia y, sorprendentemente, tranquilos ante una situación realmente difícil”. Marta Gimeno y Jesús Valmaña viven en Valencia y son padres de tres niños pequeños. Desde el primer momento vieron que ni las manualidades, ni hacer pan o ejercicio en casa iba a dar sentido al tiempo que venía por delante: “Este confinamiento podía ser una gracia para nosotros, y solo con Dios se podía vivir esta situación; el resto de cosas nos entretendrían pero no calmarían ni el miedo ni el dolor”, explica Marta.

Juan Pablo II decía en la exhortación apostólica Familiaris Consortio (nº. 49) que la familia cristiana es una “Iglesia en miniatura” (Ecclesia domestica), es decir, “una imagen viva y una representación histórica del misterio mismo de la Iglesia”. Esta conciencia de Iglesia doméstica se ha vivificado durante las semanas de encierro a las que se han enfrentado las familias. No poder reunirse con sus comunidades de fe, ir a la parroquia y, sobre todo, acceder a los sacramentos ha provocado que muchas familias cristianas busquen modos creativos para hacer palpable la presencia de Dios en su hogar.

Iglesia doméstica en salida

El matrimonio de Lola de Blas y Diego Bermúdez está detrás de una tienda virtual de artículos cristianos llamada TheFishermen.es. Desde su casa en un pueblo cercano a Barcelona, vieron la necesidad de ayudar a las familias a vivir el confinamiento con un sentido trascendente. De este modo, empezaron a ofrecer recursos desde su cuenta de Instagram para explicar cómo disponerse para la celebración eucarística en la distancia y hacer la comunión espiritual, tener un altar en el hogar o vivir el Triduo Pascual. “Nuestra rutina no ha cambiado, puesto que los dos trabajamos desde casa, pero en este tiempo hemos intentado ser Iglesia doméstica e ‘Iglesia en salida’, como dice el Papa, y pensar qué podían necesitar los demás y que nos pudiera servir a nosotros”, explica Diego.

Una de las cosas positivas que este matrimonio ha vivido ha sido “un tour virtual por parroquias de España y del mundo entero”, explica Lola. “Vamos alternando las misas en distintas parroquias y comunidades”. Además, añade Diego, “a mí me ha permitido estar más en contacto con Lola: descubrir la presencia de Dios en el hogar es lo que hace posible que podamos amarnos y apoyarnos mutuamente”. “Incluso el hecho de no tener que dedicar tiempo a salidas o transportes nos ha permitido tener más tiempo disponible para lo que Dios nos iba pidiendo y eso ha dado frutos en TheFishermen”, añade.

Jesús entra en casa

Este tiempo de confinamiento ha devuelto a muchas familias la necesidad de revivir la fe en el ámbito doméstico, donde Jesús se hace presente de forma patente. “Conviene que hoy entre en tu casa”, le dijo Jesús a Zaqueo, y parece que hoy se lo dijera a cada cristiano que, ante la imposibilidad de ir a la iglesia, ha de hacer de su casa un templo consagrado al Señor.

El cardenal Robert Sarah decía en una reciente entrevista concedida a la revista francesa Valeurs Actuelles que ojalá en el confinamiento “nos atreviéramos a rezar”: “¿Y si osáramos transformar nuestra familia y nuestro hogar en Iglesia doméstica? Una iglesia es un lugar sagrado que nos recuerda que, en este hogar de oración, hay que vivirlo todo intentando orientar las cosas y las decisiones hacia la gloria de Dios”. El cardenal animó a redescubrir la lectura de la Palabra, el Rosario en familia, la bendición a los hijos, la consagración de tiempo a Dios y la profundización en la oración personal y familiar. “Los cristianos, privados de la Eucaristía, se dan cuenta de la gracia que era la comunión para ellos. Los animo a poner en práctica la adoración en sus casas, porque no hay vida cristiana sin vida sacramental”.

De hecho, múltiples sacerdotes y parroquias han hecho un esfuerzo inaudito para acercar a los fieles a la vida sacramental, no solo llevando la Comunión y la Unción a enfermos y moribundos (hasta poner en riesgo sus propias vidas), sino retransmitiendo por Internet la Misa diaria, la Adoración al Santísimo, el rezo del Rosario, la liturgia de las Horas o catequesis y predicaciones.

La casa se hace templo

Un momento especialmente álgido fue la Semana Santa. Para Felipe Villacampa y Ana Díaz, padres de dos hijas de 13 y 20 años, este ha sido “un tiempo de batalla”, porque todo aquello a lo que estaban acostumbrados “de repente había dejado de existir”. En su caso, siguieron los oficios a través de YouTube. “Vivir la Semana Santa en casa me ayudó a entender mejor el sufrimiento de Cristo y poder decir de verdad que se haga la voluntad de Dios y que mi voluntad sea la suya”, explica Felipe. Este médico asegura que han vivido “momentos de gran recogimiento”. “Es impresionante arrodillarse en el salón de casa durante la consagración y ver que toda la familia se arrodilla también. Me he dado cuenta de que Dios mismo se hace presente en nuestro hogar: la casa en ese momento es iglesia y a través de esa celebración se conecta también al resto de la Iglesia”. Durante el confinamiento, esta familia se ha acostumbrado a parar las actividades cotidianas para reunirse entorno al rezo del Rosario y la Misa diaria.

Las hijas de Felipe y Ana dibujaron un viacrucis y lo colgaron en el salón para poder rezarlo el Viernes Santo.

Un tiempo de gracia

Para María Téllez, Diego Beamonte y sus cinco hijos, de entre 17 y 7 años, la Semana Santa en confinamiento fue también “un tiempo de gracia”. “La vivimos más intensamente que ninguna gracias a que estuvimos en casa, porque normalmente en estas fechas nos vamos al campo y nos cuesta más centrarnos”, explica María. Además de rezar laudes todos los días y de participar en la distancia en los oficios, los Beamonte hicieron sus propias prácticas familiares: el Miércoles Santo hicieron una celebración de penitencia en la que cada uno dejó escrito a los pies de la cruz tres cosas por las que tenía que pedir perdón; el Jueves Santo cocinaron un pan ácimo para recordar más vivamente la Última Cena del Señor; el Viernes Santo celebraron un viacrucis familiar; y el Sábado Santo, además de la Vigilia Pascual, dejaron una luz en la ventana para dar testimonio de la Resurrección de Cristo.

En este tiempo, María y Diego han instaurado dos tradiciones que les han sostenido: el rezo del Rosario diario junto a otras familias de la diócesis de Getafe (llamados “El familión”) a través de Zoom ( “Es una gozada porque además de rezar en familia, supone rezarlo en comunidad con otras familias”) y, además, por las noches hacen una oración juntos en el salón a la que llaman “GPS”: “En ella cada uno manifestamos una acción de gracias, pedimos perdón y hacemos una petición de socorro”.

Familia Beamonte Téllez. María y sus hijos celebraron con ramos de cartulinas el Domingo de Ramos.

Evangelizar por la ventana

La intensa vida espiritual de las familias en el confinamiento ha permitido que se convierta en un momento precioso para transmitir la fe a los hijos, y también para evangelizar de ventanas para fuera.

Marta Gimeno recalca que “nuestros hijos nunca olvidarán esta Pascua, en la que su padre se arrodilló frente a nosotros, nos lavó los pies y nos dijo cuánto nos quería, como hizo Jesús en la Última Cena con sus discípulos. Tampoco cuando uno a uno besamos la Cruz como gesto de unión del dolor de Jesús con el nuestro, o el lucernario que montamos en la habitación para explicarles que sin Dios no es posible ver nada, pero con Él entendemos por qué suceden las cosas. Tampoco olvidarán la gran fiesta de la Resurrección: un buen aperitivo y una comilona para celebrar que Cristo había vencido al coronavirus, al miedo, la muerte, la tristeza, y cantos de alegría con las ventanas abiertas para que los vecinos escuchasen la gran noticia: ¡nuestro Dios está vivo!”. Efectivamente, recalca Marta, “echamos de menos a muchas personas, salir a pasear o ver el mar, pero en estos meses estamos descubriendo dentro de casa algo más importante: el regalo de ser Iglesia viva”

Jesús besa el pie de una de sus hijas durante el lavatorio que hicieron en su casa el Jueves Santo.

Artículo publicado en la edición número 56 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España. .

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