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descanso conyugal

La familia y el matrimonio: el mejor espacio para descansar

El matrimonio puede llegar a ser el mejor espacio para descansar. En él los esposos tienen en el otro su punto de apoyo para recuperar las fuerzas.

Por Isabel Molina Estrada

Artículo publicado en la edición número 64 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

Hace justo diez años, Benedicto XVI, ante la fractura social entre el trabajo y el descanso –como dos parcelas aisladas de la vida, una pública y otra privada–, convocó un Encuentro Mundial de las Familias que llamó  “La familia: el trabajo y la fiesta”. El mensaje de la catequesis preparatoria de aquel encuentro era claro: llamaba a los matrimonios a volver a hacer de su familia un  “lugar de descanso y de impulso, de llegada y de partida, de paz y de sueño, de ternura y de responsabilidad” , y a vivir el  domingo como el momento  “del encuentro entre el hombre y la mujer” . 

Este mensaje es hoy tan relevante como entonces, porque el sentido del domingo –y del descanso en general– se ha desdibujado. No es el tiempo para Dios ni para vivir plenamente la propia vocación, cuando es sabido por todos que el mensaje bíblico sobre la creación culmina con la llamada y el mandato del descanso. El propio Dios dedicó el séptimo día a gozar y festejar todo lo que había hecho y pidió al hombre y a la mujer hacer lo mismo. 

Descanso Profundo

Lo cierto es que descansar, aunque parezca paradójico, es a veces más difícil que trabajar. Muchos matrimonios, pasadas las vacaciones, se lamentan de regresar a la rutina más cansados de lo que se marcharon. Entre los viajes, las mañanas de playa, los hijos (niños o adolescentes, da igual un poco porque cada edad demanda lo suyo) y los compromisos sociales, se pasa el verano entre desplazamientos e intentando encajar la logística familiar. Al final, ese anhelo de disfrutar de las vacaciones cae en ocasiones en saco roto. 

Teresa Barrera Cruz, psicóloga y terapeuta individual y familiar, esposa y madre de dos hijos, explica a Misión que los matrimonios solo pueden descansar cuando logran  “llegar a una intimidad profunda”, y cuando saben  “mirar y acoger al otro”. Una clave esencial ya que muchas veces la acumulación de cansancios en el matrimonio se da porque los esposos esperan encontrar momentos distendidos para hacer planes de ocio juntos, y esos espacios se quedan cortos para reconectar desde lo más hondo. Por eso, Barrera Cruz propone que  “si el ritmo de vida –también en el descanso– está afectando a la comunión matrimonial y a la intimidad, es necesario parar, hablar y restablecer prioridades” . 

Disparidad de intereses

Los matrimonios lo saben:  no es solo la actividad física la que agota a los esposos, sino los desencuentros, el no sentirse queridos y apoyados por la persona que más se ama, o el no ver sentido a las pequeñas cosas que hay que hacer a diario para gestionar el hogar. Es ahí donde surgen las fatigas, la inquietud y el desánimo porque el matrimonio no consigue ese descanso afectivo y espiritual desde el que se regenera toda la persona. 

Barrera Cruz da una pauta para cambiar la película: hacer de lo cotidiano un espacio de descanso: “Si llegas a casa pensando en todo lo que tienes que hacer te agotas, pero si te planteas la cena, los baños… como ese tiempo de estar juntos con las personas que más quieres y de ser tú mismo, sin máscaras ni caretas, será viviendo tu vocación donde podrás descansar y ser realmente feliz”, apunta la terapeuta.

“El tiempo para estar juntos en casa, sin máscaras ni caretas, es donde mejor se puede descansar”

¿Y qué hacer cuando el descanso de los dos no coincide? Un matrimonio conocido solía descansar saliendo a pasear en moto. La mujer pasaba un miedo terrible, pero iba por acompañar a su marido. Al plantearle esta anécdota a Barrera Cruz, ella explica que  “no tiene que gustarnos lo que le gusta al otro ni hay que ceder constantemente para hacer aquello que no nos interesa, ya que darse no es anularse. La vocación matrimonial debe favorecer el ser uno mismo”. Por eso, recomienda ceder siempre que se pueda y acompañar al otro en cuestiones que a él o ella le interesan, pero, aún más acertado, puntualiza, es decidir juntos lo que es bueno para los dos: “Uno puede decidir en libertad tener esa actividad con la que sufre, pero no va a servirle de descanso. Por eso, hay que hablar de lo que eso supone y juntos valorar qué es mejor para los dos y cuánto necesita el otro un descanso”. Y, entonces, propiciar ese espacio para ayudarse mutuamente a bajar el ritmo. 

Por último, se pueden acoger esas bellas palabras de Jesús “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré”  (Mt 11, 28), ya que el mejor descanso de un matrimonio se consigue cuando la gracia se abre paso entre los dos mediante la oración compartida, las cenas conversadas… Todo lo que promueva unirse más entre ellos, y los dos con Dios, será un manantial vivo de descanso, ¡una verdadera fiesta! De ella nacerán la alegría, la paciencia, la paz, la lealtad, y todos esos dones que ayudan a un matrimonio a serenarse y a reposar desde lo profundo de su intimidad.  

¿Descansar solos o sin hijos?
“Cuando hablo con matrimonios, muchas veces da la sensación de que el descanso solo puede darse si dejamos a los hijos con amigos, abuelos u otros familiares”, comenta la terapeuta Teresa Barrera. Sin embargo, aunque “la relación conyugal hay que cuidarla y para ello hay que dedicarle tiempo y espacios exclusivos, también hay que aprender a descansar con los hijos”, reclama. Ella recomienda: un paseo por el campo, un juego de mesa, una película, cocinar, hacer manualidades. “Todas estas actividades permiten a las familias descansar juntos, crecer en intimidad y favorece el conocimiento de cada uno”.  Y concluye que “el descanso en familia es una de las fuentes más ricas de descanso para los esposos”. 

Artículo publicado en la edición número 64 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

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