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Somos entorno

Como dice una buena amiga, “lo que pasa debajo de los tejaditos no siempre es lo que parece desde fuera”

Por Amparo Latre

Cuando los expertos plantean cómo tener una buena relación de pareja, hablan de la formación durante el noviazgo, del conocimiento mutuo, de unas buenas habilidades de comunicación o de la corresponsabilidad en cuestiones domésticas. Sin embargo, pocas veces se habla del papel tan importante que tiene el entorno en el éxito o el fracaso de un matrimonio.

Me refiero al entorno que nos rodea: la familia, los amigos, los compañeros de trabajo o las comunidades de las que formamos parte. Y a cómo, con sus comportamientos o comentarios, favorecen que unos novios o un matrimonio aprenda a quererse cada vez mejor, o todo lo contrario.

Probablemente no sea la gota que colma el vaso a la hora de tomar una decisión definitiva, ya sea para poner fin a una relación o para decidir seguir adelante. Sin embargo, hasta llegar a este punto, la influencia del entorno es mucho mayor de lo que nos imaginamos. Pensemos, por ejemplo, en cuánta paz aporta la discreción incondicional de un amigo en un momento en el que necesitamos desahogo. O en cómo alivia la soledad que alguien nos pregunte “qué puedo hacer por ti” o nos diga que reza por nuestra familia.

Por el contrario, todos sabemos lo que incordia que solo vean los defectos de tu marido o te den lecciones de lo que debes hacer, cuando se desconoce la letra pequeña de tu relación. No digo que no los haya, pero me cuesta imaginar matrimonios que no hayan atravesado momentos difíciles. La convivencia es tan complicada, entran en juego tantos factores, se libran tantas batallas… La vida está llena de imprevistos en los que no hemos pensado y ante los que no sabemos cómo vamos a reaccionar, por muchos cursos de preparación al matrimonio que hayamos hecho. Aunque este es otro cantar.

Las crisis, cuando estamos bien acompañados en nuestra vocación, pueden ser de crecimiento. Y del mismo modo que los niños sonríen orgullosos cuando les decimos que han crecido mucho, no se me ocurren muchas cosas en la vida que produzcan más felicidad que ser conscientes de que hemos dado un paso al frente en nuestra vocación. Para que esto sea posible es fundamental estar bien rodeado; no dejar de formarnos en cuestiones, teóricas y prácticas, para ser mejores esposos; y ser humildes para aceptar que solos no lo podemos todo. Es decir, estar dispuestos a buscar ayuda cuando hay una situación que nos desborda y, sobre todo, entender que esta vocación es cosa de tres.

A menudo se nos olvida que todos somos entorno. Tú también. Somos entorno de muchos adultos, así que conviene estar alerta ante los malos consejos que recibamos, y también animarnos a ser “buen ambiente” para los que tenemos cerca. Y somos entorno de nuestros hijos, quienes, en contra del discurso dominante, es fundamental que vean que la entrega es bonita, que es posible quererse para siempre, que la fidelidad aporta felicidad y que, ante los errores, se puede apostar por el perdón, en una historia que se convierte en continuo aprendizaje. La historia de amor que ellos sean capaces de vivir en un futuro dependerá, en parte, de las experiencias que tengan hoy. Cuidar nuestra vocación es una gran responsabilidad, pero acompañar en la suya a los que tenemos cerca también lo es. Hablamos de vocación. Son palabras mayores.

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